El traslado del centro de operaciones del Semat, empresa encargada de la limpieza de las calles de la ciudad, en el año 2008 supuso el principio del fin para uno de los últimos resquicios de ciudad en su zona oeste. El trasiego constante durante todas las noches convertía a este espacio en un hervidero de camiones, coches, furgonetas y operarios, que se disponían a limpiar la capital mientras el resto dormía. Pero el cambio de ubicación dejó las instalaciones vacías, y la extinción de una empresa del metal años después y la marcha de un negocio de venta de pienso para animales provocó que el entorno comenzara a ser pasto de los vándalos y de los maleducados.
Cinco años después, el único avance que ha sufrido la zona es el tapiado que realizó el Ayuntamiento a los pocos meses de clausurar el recinto municipal, y ante las quejas de los aún vecinos. Sin embargo, no se ha producido ningún otro avance, y la imagen actual es lamentable. Lo escondido del espacio provoca que sean muchos los burgaleses que optan por arrojar restos de escombros de pequeñas obras de reforma, por lo que el lugar se ha convertido en un escombrero improvisado. Ladrillos, maderas, arena, planchas de uralita, plásticos, neumáticos o bloques de cemento se mezclan entre las paredes de las antiguas dependencias del Semat, llenas de pintadas. Los Bomberos han actuado en varias ocasiones ante pequeños incendios, provocados por colchones abandonados.

[más información en la edición impresa]