Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Después de la tempestad, algo de calma

24/08/2021

Hasta finales de la semana pasada, la canícula le había sentado fatal al Gobierno en su conjunto y de manera especial a su presidente, Pedro Sánchez, por la acumulación de acontecimientos negativos para el Ejecutivo, algunos por errores propios, decisiones controvertidas, los enfrentamientos entre socialistas y morados que no cesan y silencios inexplicables aunque finalmente explicados. La tormenta perfecta en la que se conjugaron el precio de la luz, la ampliación de El Prat, incendios, la devolución a Marruecos de los menores no acompañados de la crisis del mes de mayo y la caída de Kabul en manos de los talibanes ha comenzado a aminar por el frente internacional y ha traído algo de calma al Ejecutivo, le ha aliviado la presión del Partido Popular hasta que recomponga el argumentario y le ha permitido retomar la iniciativa política.

Pese a que los aviones españoles de las Fuerzas Aéreas no fueron de los primeros en llegar ni en salir del aeropuerto de Kabul con nacionales y afganos colaboradores con nuestro país que temían por su vida, las gestiones discretas del Ejecutivo han colocado a nuestro país como cabeza de lanza de la solidaridad internacional con la acogida de los refugiados relacionados con los países occidentales en las bases de Torrejón, Rota y Morón. Un esfuerzo que ha sido reconocido por las autoridades europeas de forma presencial y por el presidente de Estados Unidos, lo que de paso ha permitido a Pedro Sánchez aprobar una de las asignaturas pendientes, una conversación en profundidad con Joe Biden, con agradecimiento expreso a su trabajo.

La obligación ahora es terminar bien el trabajo comenzado que no concluirá hasta que se dé por cerrada la evacuación del mayor número de los afganos que quieren partir al exilio, y la posterior reubicación en todos los países de la Unión Europea y en Estados Unidos, que pondrá a prueba tanto los principios europeos como el grado de solidaridad interterritorial a pesar del ruido de Vox. Sánchez hizo mal en no explicar la posición y el trabajo del Gobierno a Pablo Casado, pero las críticas acerbas, 'alpargatas' incluidas, han demostrado que los populares se separaban del necesario apoyo en una cuestión de Estado que se puede gestionar desde cualquier punto de España.

La declaración del rey de Marruecos de “inaugurar una etapa inédita” en las relaciones con España expresada el pasado viernes con el deseo de situarla al mismo nivel de las que mantiene con Francia, pone fin a la crisis del pasado mes de mayo y es un alivio más para el Gobierno. España no ha movido su posición con respecto a las resoluciones de la ONU sobre el Sáhara Occidental por lo que esta calma debe ser tomada con mucha cautela y aprovecharla mientras dure, porque no es la primera vez que Marruecos desata una crisis con España cada vez que tiene que hacer frente a un problema interno, o a Mohamed VI le da un ataque de ultranacionalismo.

Sánchez, incluso, se ha anticipado a Pablo Casado en la visita para ver las consecuencias del incendio de Navalacruz, en Ávila, provincia de la que el líder del PP fue cunero, y que tampoco interrumpió sus vacaciones para dar ánimos a quienes fueron sus electores. Dónde no cesa la tormenta es en las relaciones internas del Gobierno: se tapona un frente, el SMI, y se abren otros por falta de coordinación entre los socios.