Dos cambiazos para quedarse de piedra

H.J.
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El caso del asfalto de la plaza Santiago presenta parecidos razonables con el del granito de la Plaza Mayor: un cambio de material, la misma adjudicataria y una porfía política que los técnicos acaban desinflando

Ni rojo ni rosa: gris. El granito de la Plaza Mayor acabó por ser gris en lugar de rojo o rosa, como se aprecia por contraste con Santo Domingo. - Foto: Alberto Rodrigo

Una obra en marcha que acarrea a sus espaldas meses de polémicas y debates públicos, un interés partidista en criticarla o ensalzarla dependiendo de si están en el Gobierno o en la oposición, una empresa adjudicataria que cambia el material contemplado en el proyecto, este periódico que lo desvela y una justificación por parte de los técnicos (municipales o externos) que pone la sordina al ruido político.
Todos esos ingredientes que acabamos de ver en las últimas dos semanas con el caso del cambio de asfalto en la plaza de Santiago aparecieron, de forma similar aunque no exacta, hace cuatro años cuando tocó renovar el pavimento de la Plaza Mayor.

Ahora ha sido un trueque de asfalto fundido por aglomerado asfáltico y en enero de 2018 fue granito rojo por granito rosa. En ambos casos la ejecutora de las obras es Construcciones Ortega y tanto entonces como hoy los informes de los técnicos que dirigen las obras han quitado hierro a los 'cambiazos', así que el equipo de Gobierno de turno sale indemne o con un mínimo desgaste político.

En enero de 2018 arrancó la enésima remodelación de la Plaza Mayor, con un presupuesto de 2,1 millones de euros y que como tarea más evidente tenía el cambio de pavimento. Se trataba de acabar con el clínker rojo y sustituirlo por granito del mismo color. Sin embargo, antes incluso de que comenzara su colocación se supo, porque lo publicó Diario de Burgos, que el material prometido por la empresa estaba agotado, al menos en España. Ese mismo día, la suministradora confirmaba oficialmente y por escrito que no podía suministrar el tipo de piedra inicialmente previsto. 

En la plaza de Santo Domingo ya se había colocado otro, rosa en lugar de rojo, y así acabó ocurriendo también en el corazón del centro histórico. El «granito rojo tipo Monforte» que iba a costar 78,80 euros por metro cuadrado acabó convertido en «rosa Porriño» procedente de una cantera de Portugal. Según los técnicos municipales, su coste era de 77,55, aunque el PSOE, que estaba en la oposición y por boca del entonces concejal Daniel de la Rosa, aseguró que tras haber pedido varios presupuestos a ellos se lo ofrecieron a 55,90 y llegaron a plantear una revisión del contrato.

Lo mismo reclamó el grupo Imagina, pero nada llegó a suceder. Dos ingenieros del Ayuntamiento firmaron un informe en el que consideraron que el contratista cumplía los requisitos de «equivalencia», agarrándose a una coletilla del contrato que permitía suministrar granito rojo Monforte «o similar». Y con ese documento sobre la mesa, el gerente de Fomento consideró que no había lugar a modificaciones del contrato.

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