En las entrañas del MEH

I. ELICES
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Diario de Burgos descubre los secretos del Museo de la Evolución Humana de la mano del que fuera director de la obra de los tres edificios, el aparejador Pepe Méndez

En las entrañas del MEH - Foto: Alberto Rodrigo

Plantarse frente al Complejo de la Evolución Humana a contemplar los tres edificios es como cruzarse de brazos ante un lienzo de Jackson Pollock en el MOMA; se pueden pasar horas y horas observando las obras y aún el ojo humano sería incapaz de captar todos sus detalles. Porque el MEH, el Fórum y el edificio que alberga el CENIEH son piezas mastodónticas de museo al aire libre, dignas de disfrute en sí mismas. La visita a Burgos para la simple observación del continente desde el paseo de Atapuerca, aun sin entrar para ver su contenido, ya merece la pena.

Ahora bien, si se tiene la gran suerte de hacer un recorrido por el exterior y el interior del Museo acompañado por una de las personas que mejor conoce sus entrañas y los secretos que rodearon su ejecución, la visita al edificio resulta impagable. Pepe Méndez, aparejador, fue el director de obra encargado de plasmar en el solar de Caballería el en apariencia sencillo proyecto de Juan Navarro Baldeweg. Precisamente en la consecución de esa simplicidad que impregna sus diseños radica la dificultad a la hora de materializarlos, «pues están llenos de pequeños detalles que hay que cuidar al milímetro para que el resultado final fuera el que fue».

En la llamada del periodista para fijar el día y la hora de la visita, Pepe ya expresa su intención de ascender hasta la cubierta, desde la que se puede gozar de unas vistas del Arlanzón y de la ciudad inéditas. Su propósito no es mostrar la urbe desde esa desconocida perspectiva, su objetivo principal es poner de manifiesto la importancia de la luz en la arquitectura de Navarro Baldeweg. En las alturas emergen como olas en el mar los lucernarios que filtran los rayos de sol que caen sobre el interior de museo, una luminosidad tamizada por las lamas situadas bajo los vidrios, que permiten jugar con la claridad -y también con la temperatura- en el espacio museístico. «Y ninguna chimenea -solo en el edificio del CENIEH hay una- afea los tejados», presume el aparejador, quien subraya «la obsesión del arquitecto por que todos los elementos que componen las instalaciones pasen desapercibidos» para el ojo del espectador. Y es verdad, paredes interiores y techos están libres de tubos o cableado a la vista, «todo está integrado». Hasta los focos están escondidos en las cerchas.

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