Ni barreras ni límites

I.L.H. / Burgos
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En la Universidad de Burgos hay matriculados cerca de 80 estudiantes con discapacidad. Están presentes en 23 de las 27 titulaciones y en 6 másteres. La tarea de la Unidad de Apoyo es ayudar a que sus aspiraciones se cumplan

Lucie Ouvard (Síndrome de Wolfram) | Erasmus. - Foto: DB/Patricia González

De las 27 titulaciones que imparte la UBU, en 23 hay estudiantes discapacitados, además de la gente que está cursando seis másteres. En total, en el curso 2012-2013 hay 76 alumnos y alumnas con discapacidad matriculados en la UBU al margen de los Erasmus, una cifra similar a la de años anteriores. Los hay en Humanidades y Educación (40), la Escuela Politécnica Superior (13), Derecho (9),  Empresariales (8), Relaciones Laborales  (5), Ciencias (3) y Enfermería (1). Según los datos que maneja la Unidad de Apoyo a Estudiantes con Discapacidad, el 57% son hombres y el 43%, un porcentaje que ha variado en los últimos años, creciendo sobre todo el estudiante masculino.

La discapacidad de Lucie Ouvard, de 22 años, y de David Macho, de 25, la produce una enfermedad rara. En el caso de la joven francesa le provoca diabetes y ceguera, que podría degenerar también en pérdida auditiva. David, en cambio, es al revés: a la sordera hay que añadirle dificultades con la visión. Ambos comparten estudios en la UBU y, a partir del encuentro de ayer, probablemente también amistad.

David Macho (S. de Usher) | Ing. Agroalimentaria.David Macho (S. de Usher) | Ing. Agroalimentaria. - Foto: DB/Patricia González Lucie Ouvard (Síndrome de Wolfram) | Erasmus

H ay dos cosas de las que nunca se separa: su ordenador y el bastón. El primero le facilita acceder a sus estudios vía voz o por el sistema de lectura braille, y el segundo, caminar con soltura. Lucie Ouvard, estudiante francesa de Erasmus de 22 años, tiene el síndrome de Wolfram, una enfermedad rara de origen genético que se caracteriza por la existencia de diabetes y atrofia óptica por una degeneración del nervio óptico que puede ocasionar una importante deficiencia de visión. En su caso la vista la perdió, en realidad, hace seis años, aunque otros síntomas los padece desde antes.

Durante este curso está matriculada en varias asignaturas en la Facultad de Humanidades:Gramática, Historia, Español como Lengua Extranjera o Cultura, entre otras. En su país de origen estudia Filología Hispánica porque asegura que es «amor a primera vista» lo que siente por el idioma.

Además de las asignaturas del curso, ensaya con el arpa, instrumento que toca desde los seis años y con el que esta tarde dará un concierto en el Aula Magna del Hospital del Rey (a las 20 horas).

Con el apoyo de un estudiante ciego que le adapta aquellos apuntes que vienen en otro formato, su principal problema es estudiar en español. «No tengo problemas por mi discapacidad;los tengo porque no es mi lengua materna. Además aquí la gente está más preparada y prestan atención a quienes no vemos. Siempre tengo apoyos, lo que no ocurre en mi país. En Francia tengo que pedir ayuda y aquí la gente se ofrece. Es mucho más agradable porque no tenemos la impresión de molestar», asegura. «Fíjate como será que mi alimentación está siendo peor que en casa y mi diabetes nunca fue tan buena. Eso es porque estoy relajada», añade.

Su intención es convertirse en profesora de español o en intérprete de lengua española. Al arpa le dedica horas y ofrece conciertos, pero no quiere  profesionalizarse en la música. «El conservatorio es demasiado estricto y a mí me gusta tocar para relajarme». Cuando empezó con el instrumento Lucie leía las partituras; la discapacidad que ahora tiene le ha hecho cambiar de sistema e interpretar el arpa sin ver las cuerdas. «Es cuestión de adaptarte», asegura. En el concierto de esta tarde tocará piezas de Venezuela y Gales, principalmente.

David Macho (S. de Usher) | Ing. Agroalimentaria

Se define como «simpático y extrovertido», le encanta viajar y le gustaría practicar todo tipo de deportes, aunque su discapacidad le impide realizar la mayoría. «Con jugar al baloncesto me conformaba». Procede de Nájera (La Rioja) y éste es su primer año en un piso de estudiantes. Los dos primeros cursos de Ingeniería Agroalimentaria en el Medio Rural los pasó en el colegio mayor San Jerónimo, donde conoció a sus compañeros de piso.

Su constancia en los estudios,  junto al apoyo de un compañero que le pasa los apuntes y las tutorías con los profesores, le permite seguir el curso con cierta normalidad. Y no es fácil porque David tiene el síndrome de Usher, un raro trastorno genético que produce  sordoceguera congénita. Tiene hipoacusia profunda (pérdida auditiva) y retinosis pigmentaria que le hace perder la visión.

Con estos antecedentes es lógico que a veces le cueste entender al profesor y copiar lo que escriben en la pizarra. «El primer cuatrimestre las asignaturas son más difíciles; prefiero, en cambio, las del segundo porque son más entretenidas. Es duro, pero en general me va bien», comenta mientras hablamos frente a frente para que pueda leer los labios.

Antes de matricularse en la Escuela Politécnica  -ahora está en 3º, aunque acarrea asignaturas de 1º y 2º- David, de 25 años, obtuvo el título de Técnico Superior en Laboratorio de Análisis y Control. Exigente y meticuloso, le encantaría trabajar en un laboratorio. «Es mi pasión, sobre todo si está vinculado a la alimentación o el medio ambiente», sostiene.

Su agenda la compagina entre los exámenes (el martes tuvo uno), la vida de estudiante (confiesa que hacen fiestas en el piso, pero tampoco muchas), la natación (deporte que sí que puede practicar) y las clases de apoyo.