El Museo de la Evolución Humana, un sueño de la ciudad concebido para enseñar al mundo los tesoros de los yacimientos de Atapuerca y para convertir Burgos en un centro de conocimiento sobre los orígenes del hombre, cumple mañana diez años desde su inauguración el 13 de julio de 2010.
Ese día la reina Sofía cortó la cinta de un anhelo de todos los burgaleses, que a lo largo de la década precedente habían sumado fuerzas entre distintas administraciones y colores políticos para transformar el espacio del antiguo convento de San Pablo, convertido durante décadas en un triste aparcamiento que desperdiciaba el potencial del mejor solar asomado al centro histórico.
Hoy el MEH puede presumir de estar a punto de alcanzar los 3,2 millones de visitas pese al frenazo de los últimos meses en los que la pandemia ha desplomado la tendencia creciente de la estadística de años anteriores. Se trata de una gran cifra resultante de sumar las que han pasado por la exposición permanente, que suponen aproximadamente el 50% del total, con las de las muestras temporales, los talleres y las múltiples actividades que en su interior han ido encontrando cobijo.
En todo este tiempo el Museo no se ha conformado con ser un contenedor cultural pasivo, a la vieja usanza de aquellos pensados para los muy interesados en un tema concreto o para las élites intelectuales. No es solo el lugar donde se exponen los fósiles y donde se cuenta la historia del hombre desde antes de su llegada a la tierra hasta el presente y el futuro. Al contrario, como presumen sus responsables, ha querido ser «un lugar vivo en el que el espectador se encuentre siempre con algo diferente, lo que permite un incremento continuado en términos cuantitativos de sus visitas tanto a la exposición permanente (como prueba el incremento de más de un 8,45% de visitas entre 2013 y 2019 con 151.877 visitas a su exposición permanente), como de los participantes en sus diferentes actividades, 262.594 en 2019». De ahí que se haya convertido en todo un referente de la vida cultural de la ciudad.
Además, el MEH ha logrado poner en relación la ciudad de Burgos y el territorio cercano que le da sentido, la Sierra, a través del llamado Sistema Atapuerca puesto que una de cada dos visitas a la exposición permanente se desplaza también a los yacimientos, con un incremento del 15% respecto a las cifras de 2013 y donde el Centro de Arqueología Experimental de Atapuerca (la tercera pata del sistema) ha incrementado desde ese mismo año un 16,79% el número de personas que se acercan hasta él. «Es decir, un espacio rabiosamente dinámico, que no se limita a la exhibición de unas colecciones, sino que se constituye en una palanca de transformación y cambio», defienden sus gestores.
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