Dame una señal, yo buscaré un disfraz para la vuelta a la vida

I.M.L.
-

Los sonorámicos derrocharon imaginación y grandes dotes para la interpretación con los más variados disfraces

No hace falta ir al gimnasio para lucir una buena tableta de chocolate por abdomen. - Foto: Valdivielso

Puntual como el reloj de un lord británico de los de antes, la música empezaba a sonar en el recinto del Picón a las 20 horas, donde abría sus puertas la 25 edición de Sonorama Ribera. Las ganas se notaban en el ambiente, en el goteo inicial de los más rápidos en acceder a la fiesta de bienvenida, incluso alguno ya iba canturreando sus temas favoritos. Con la pulsera correctamente colocada, sólo quedaba traspasar la puerta decorada para que a nadie le quedase ni la más mínima duda de que este festival se celebra en Aranda de Duero, Ciudad Europea del Vino.

Rojo pasión luce esa entrada en el 25 cumpleaños del festival, y pasión se respiraba en los que empezaban a ocupar su lugar en la zona de restauración o frente al único escenario de la noche, en el que se alternaban las actuaciones en directo de 40 minutos con los interludios de pinchadiscos arandinos, que aprovecharon para soltar los mayores hits del indie nacional y algunos himnos del pop rock de todos los tiempos a nivel internacional.

Si el público de un festival ya tiene, de por sí, su propia indumentaria, los sonorámicos derrocharon imaginación y grandes dotes para la interpretación con los más variados disfraces. Tan pronto te cruzabas con dos Marilyn Monroe muy masculinas como pensabas que veías séxtuple porque delante de ti había otros tantos Groucho Marx vestidos para ir a dormir. Unos pasos más allá había un grupo de sospechosas ancianitas que aseguraban haber estado en el Sonorama de 1954 o anteriores ediciones, mientras que sirenas, romanos, medusas, repartidoras de cerveza, socorristas, unicornios, bañistas, payasos de cadena de comida rápida o surtidores de gasolina se mezclaban entre el público de paisano. Complicado lo iba a tener el jurado para elegir los ganadores.

Menos difícil fue la noche para los centenares de personas que acabaron desembocando en el recinto del festival, que lo hacían con ganas desatadas tras dos años sin poder bailar y cantar de pie. Lo notaron desde Olimpia, que inauguró la noche, hasta Ciudad Jara, que lo dio todo antes de que se apagaran las luces hasta el estreno hoy de los grandes escenarios. Todos los grupos, Álvaro Suite, Santero y los Muchachos, Arnau Griso y, por supuesto, Luis Brea, agradecieron formar parte de esta vuelta a la vida, dando la bienvenida a los festivaleros y presentando sus credenciales musicales para seguir formando parte de la familia de Sonorama Ribera.

Entre algún que otro rayo, amenaza de lluvia y pequeños aguaceros, se consumió la primera noche de esta celebración de la música, de la vida y de la ilusión por hacer algo impensable hace un cuarto de siglo en un pueblo como Aranda de Duero. También hubo deseos de recuperación para el alma mater del festival, Javier Ajenjo, que se está recuperando de un percance de tráfico.

Esta fiesta de disfraces sirvió de aperitivo para el estallido musical de hoy, desde las 12 horas en la plaza del Trigo. Fue la señal para que todo el mundo se buscase su disfraz, aunque sólo fuese de festivalero. Porque, como bien entona Izal, «la respuesta siempre será así / no hay alternativa / si la hubiera no me gustaría». Y esa respuesta es clara y unánime: ¡Larga vida a Sonorama Ribera». 

Estén atentos porque, hasta el domingo, pueden cruzarse con la mujer de verde en cualquier lugar, embriagada por la música, la amistad y el vino de la tierra, almas todas de Sonorama Ribera. 

 

(Más información sobre este tema y sobre la fiesta de anoche, además de un suplemento especial de 40 páginas con la historia, los protagonistas y el programa, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)