Cuando la catedral enamoró a los neoyorquinos

A.G.
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Íñigo Gutiérrez, ilustrador burgalés afincado en Tokio, 'descubre' el templo en una portada de 1934 de uno de los más emblemáticos semanarios estadounidenses

Portada de la revista del 23 de junio de 1934. - Foto: The New Yorker

Al atardecer de un día de principios de verano una pareja con aire extranjero observa, divertida, a un canónigo de la Catedral tocado con un sombrero de ala ancha que camina por la calle Fernán González. El buen hombre, robusto y con una larga sotana, parece algo sofocado y va apoyado en un paraguas y abanicándose con lo que parece claramente un paipái. Con esta portada -desconocida en nuestro medio hasta ahora- se desayunaron los lectores del prestigioso semanario estadounidense The New Yorker la mañana del 23 de junio de 1934 sin que la revista albergara en su interior artículo alguno dedicado a Burgos, a España o al turismo. Ahora, 87 años después, un joven ilustrador, Íñigo Gutiérrez, la ha sacado a la luz al compartirla en su cuenta de Instagram (@inigo_studio) con motivo del 800 aniversario del templo, como orgulloso burgalés en el extranjero.

Gutiérrez, afincado en Tokio (Japón) desde hace varios años, estaba buscando inspiración en la obra del gran artista gráfico Rea Irvin, al que admira profundamente, cuando se topó con esta portada y dio un respingo: «¡Es la Catedral!». Así que cuando hace un mes vino de vacaciones enseguida subió al punto desde donde parece estar hecho el dibujo para comprobar que así era: «Es que están clavados hasta los tejados de las casas que aparecen a la derecha».

¿Estuvo Irvin en Burgos en la década de los 30? En la redacción de The New Yorker lo desconocen. «Él fue editor de arte de la revista mucho tiempo. No sabemos si viajó  allí pero si es específicamente la catedral de Burgos, es probable que al menos viera  una foto», explica un portavoz. A Gutiérrez le gusta fantasear con que el artista se paseó por las calles de la ciudad con una cámara de fotos y disfrutó de su arquitectura tomando notas como referencias para sus trabajos: «Resulta muy curioso que encontrara una foto de esa parte de la Catedral y no de la fachada, que es mucho más icónica, o de la imagen que aparece al traspasar el Arco de Santa María». También ha hecho alguna pesquisa Miguel Ángel Jimeno, profesor en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, que cree poder afirmar, aunque reconoce que no con completa certeza, que Rea Irvin nunca estuvo en España.

Sea como fuere, en el Nueva York de los años 30 un magnífico ilustrador se prendó no solo de la joya gótica sino que caricaturizó a un personaje muy frecuente en aquella época y por aquellas calles, hasta el punto de dedicarle una portada y puede que impulsar a algún viajero a visitar la vieja Europa. A Gutiérrez la imagen le evoca los primeros turistas modernos y adinerados que pudo recibir Burgos «a los que seguro que atendió algún botones de uniforme» -en ese año ya existía la Asociación del Fomento del Turismo de Burgos- y destaca algunos rasgos art déco en los protagonistas que llevan, a su juicio, el inconfundible sello de Irvin.