Junio de 1948 - Once muertos en la mina

R.B.
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Aunque en Burgos no ha proliferado demasiado la extracción de minerales sí ha sufrido algún accidente en explotaciones bajo tierra. El más grave ocurrió el 3 de junio de 1948 y en él fallecieron 10 mineros y un bombero que trabajaba en el rescate

Portada del Diario de Burgos donde se informó de la noticia. En ella puede contemplarse un croquis explicativo de cómo sucedió el accidente. - Foto: DB

ACCIDENTE: Una balsa de agua acumulada inundó la galería de extracción.

VÍCTIMAS: Diez mineros fallecieron a causa de la inundación y un bombero, intoxicado por la bomba de achique.

LUGAR: La mina Salvadora, en el término de Valdeplumeras de Brieva de Juarros.

Un enorme estruendo y los estremecedores gritos de auxilio de las víctimas fue lo único que escucharon los trabajadores que hacia las 12,30 del mediodía de aquel fatídico día se encontraban en la entrada de la Salvadora, una mina de carbón ubicada en el término de Valdeplumeras de la localidad burgalesa de Brieva de Juarros. Sin perder ni un instante, acudieron a investigar lo sucedido, pero poco pudieron hacer. A 19 metros de profundidad, una gran tromba de agua inundaba toda la galería donde se estaba extrayendo el mineral y acabando con la vida de 10 de los 14 mineros que se encontraban trabajando aquella mañana.

Solo se salvaron tres. Dos de ellos, los que se encontraban más cerca del pozo, consiguieron salir, aunque sufrieron heridas. Ellos fueron los que, embargados por una gran conmoción, relataron como sintieron que el «reventaba» el techo de la mina a causa de la gran cantidad de agua filtrada que se había acumulado. «Fue al poco tiempo de comenzar las tareas habituales y enseguida nos dimos cuenta de la gravedad del accidente», relataron.

Presos del pánico, y guiados por el instinto de supervivencia, el resto de los mineros se abalanzaron hacia el lugar donde la galería comunicaba con el pozo, tratando de asirse al cable de elevación «y dando grandes voces de auxilio». Solo uno de ellos, el joven Alfredo Fuente del Olmo, logró su objetivo, ya que «con gran serenidad y arrojo», según describía el reportero, saltó por encima de sus compañeros y pudo alcanzar el codiciado cable y salir a la superficie trepando a duras penas por él.

El agua fue poco a poco inundando toda la galería acabando al mismo tiempo con la vida de los trabajadores. «Después de cubrir toda la galería, ascendió por el pozo hasta un nivel aproximado de 14 metros», indicó el cronista en su relato. Entre las causas del siniestro que se barajaron en ese primer momento se apuntaba el inicio de los trabajos para construir una chimenea de respiración en ese mismo espacio, tal y como aparece reflejado en el gráfico que publicó Diario de Burgos al día siguiente.

La noticia del suceso y de su gravedad llegaron pronto a la capital burgalesa. Tanto las autoridades locales y provinciales como una dotación del Cuerpo de Bomberos acudieron a la cercana población de Brieva para tratar de ayudar en lo posible. Al llegar allí, no obstante, comprendieron que poco podían hacer por los mineros atrapados.

La principal misión de los bomberos consistió en achicar el agua para poder rescatar los cadáveres, una labor que desarrollaron «con abnegación, espíritu y pericia», tal y como destacó el reportero que también se desplazó hasta el lugar de los hechos. A las ocho menos diez de la tarde, lograron rescatar el primer cuerpo, que apareció con heridas por todo el cuerpo y la cara quemada por los candiles que portaban para guiarse en la oscuridad de la mina.

La salida de ese primer cadáver causó una enorme conmoción que, con epicentro en la boca de la misa Salvadora, se extendió por toda la comarca, de donde eran naturales muchos de los mineros. La crónica de la época no duda en resaltar el gesto de humanidad del entonces gobernador civil, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, «que a fin de dar auxilio inmediato a las familias afectadas por el siniestro ordenó la distribución entre ellos de socorros metálicos» (sic).

La llegada de la noche y algunas complicaciones surgidas en la operación obligaron a suspender todas las labores de extracción de los cadáveres cuando solo habían conseguido sacar dos a la superficie. La desgracia iba a volver a sobrevolar la mina durante la reanudación de estos trabajos al día siguiente.

El problema vino de la mano del sistema utilizado para extraer el agua de la mina. Los bomberos instalaron una motobomba en la galería desde la que conectaron dos gomas para el achique. Todo transcurría con normalidad hasta que uno de los profesionales, Ángel Vadillo Lázaro, de 38 años de edad, se desplomó.

Al percatarse del desvanecimiento, intentaron auxiliarle, pero todo fue inútil. El anhídrido carbónico del motor le había provocado la muerte. A duras penas, y al borde también de una intoxicación fatal, los compañeros lograron dar aviso de lo ocurrido y las personas que se encontraban en la boca de la mina acudieron prestos a rescatarles.

Este desgraciado accidente añadió más luto aún a un accidente que quedó grabado desde entonces en toda la comarca de Juarros. La mina Salvadora, propiedad de doña Carmen Mancisidor, quedó desde entonces ligada a la crónica de sucesos de la provincia.

«Quien te puso Salvaora que poco te conocía», cantaba aquel mismo año Manolo Caracol a una Lola Flores plena de raza y genio en la película Embrujo. Aunque, como es obvio no se refería a la mina burgalesa, el acervo popular pronto lo relacionó con esta.

*Este artículo fue publicado en la edición impresa el 4 de abril de 2004