Alfonso, un sabio muy burgalés

R. PÉREZ BARREDO
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El historiador Isaac Rilova revela en un estudio la estrecha relación que tuvo con Burgos el monarca castellano, de cuyo nacimiento se cumplen ahora ochocientos años

Detalle del libro de ajedrez, dados y tablas de Alfonso X. Siglo XIII. - Foto: Patrimonio Nacional

"Quemad viejos leños, leed viejos libros, bebed viejos vinos, tened viejos amigos". No extraña, tras leer esta frase, que quien la dejara escrita haya pasado a la historia con el apodo de 'El Sabio'. Alfonso X, de quien se cumplen 800 años de su nacimiento, lo fue. Sabio y mucho más: un monarca audaz, adelantado a su tiempo, ambicioso, culto, brillante... Aunque nacido en Toledo, este rey casi más renacentista que medieval tuvo "una estrecha relación con Burgos", como ha desvelado esta pasada semana el académico de la Fernán González Isaac Rilova en una conferencia celebrada en el Salón de Estrados de Diputación. El primer capítulo de esta intensa y cercana relación fue el reconocimiento y vasallaje que se le rindió en la Cabeza de Castilla, a los tres meses de su nacimiento, como infante primogénito de los monarcas Fernando III y Beatriz de Suabia.

Así lo recoge el historiador en su conferencia, que será publicada en el próximo boletín de la Institución Fernán González: "A los tres meses del nacimiento del infante, el 29 de febrero de 1222 la corte real se trasladaba a Burgos, donde el rey convocaba Cortes para el mes de marzo, a donde acudieron los grandes magnates del reino para presenciar una ceremonia política de enorme interés. Allí estaba el rey don Fernando III 'cum filio meo Alfonso' y junto a don Fernando y doña Beatriz estaban presentes don Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo; el obispo don Mauricio, que siete meses antes había colocado junto al monarca la primera piedra de la nueva catedral; el canciller don Juan, abad de Valladolid; el prelado de Palencia, don Tello Téllez, y los de Ávila, Cuenca, Osma, Sigüenza y Plasencia. Entre los nobles, el alférez real Lope Díaz de Haro, el mayordomo Gonzalo Ruiz Girón; don Garci Fernández de Villamayor, ayo del tierno infante y mayordomo de doña Berenguela, junto a otros notables. La corte se había instalado en el palacio real, entre el Sarmental y la Llana, contiguo a la catedral, donde en solemnísima ceremonia, el 21 de marzo, todo el reino, nobles y vasallos prestaron juramento de homenaje al príncipe heredero".

Un año más tarde, explica Rilova, el pequeño heredero fue entregado a sus ayos -don Garci Fernández de Villamayor y doña Mayor Arias- quienes, junto a su ama de cría, lo trasladaron a sus posesiones de Villaldemiro y Celada. "García Fernández de Villamayor había sido mayordomo de la reina doña Berenguela, madre de Fernando III, y abuela del infante, y en dichas localidades, junto a Juan y sus hermanos, hijos de don García y doña Mayor y compañeros de juegos del infante, transcurrirían los años de infancia de quien más tarde sería el rey Sabio (...) Con sus ayos y familia transcurrirían los años infantiles del futuro Alfonso X y con ellos recorrería las posesiones familiares de Castilla la Vieja y Galicia".

Ya como rey. Alfonso se convirtió en rey a los 31 años. Tras su coronación en la Catedral de Sevilla en 1252 visitaría Burgos en numerosas ocasiones. "En cuanto a grandes acontecimientos sucedidos en nuestra ciudad en los que don Alfonso tuvo un protagonismo primordial, el primero sería con ocasión del matrimonio de su hermanastra doña Leonor con el príncipe Eduardo de Inglaterra. Comenzaba el año de 1254 y Alfonso X resucitaba su vieja pretensión al ducado de Gascuña, derivado del matrimonio de Alfonso VIII con Leonor Plantagenet, duquesa de Guyena. Pero Leonor Plantagenet era, por otra parte, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Guyena, lo cual fue motivo de pleito entre ambos reinos, a lo que, además, habría que añadir que los gascones estaban descontentos con el dominio inglés y el vizconde de Bearne acababa de solicitar ayuda al rey castellano. Al final la diplomacia se impuso y el rey inglés Enrique III propuso a don Alfonso el matrimonio de su hijo Eduardo con la princesa Leonor de Castilla, medio hermana de Alfonso al ser hija del rey don Fernando y de Juana de Ponthieu o Danmartin, su segunda esposa.El 22 de julio el príncipe Eduardo daba su asentimiento al matrimonio con Leonor y en agosto se publicaban las paces entre Alfonso X y Enrique III, además de la gracia concedida a los rebeldes gascones, de manera que el 18 de octubre entraba el príncipe Eduardo de Inglaterra en Burgos, donde era recibido con gran pompa. Previamente, el rey don Alfonso había acudido a su encuentro en Gamonal, para después acompañarle en primer lugar a la catedral para dar gracias por la feliz llegada, e invitarle a descansar en las estancias regias del castillo".

A los pocos días, se celebró en la capilla de Santiago de Las Huelgas la ceremonia de vela de armas e ingreso en la Orden de Caballería del príncipe Eduardo, siendo su padrino el propio rey Alfonso, "y el primero de noviembre se llevaría a cabo en el referido cenobio la boda de Eduardo y Leonor, que fue una de las más esplendorosas ceremonias que constan en los anales de la Edad Media y que reunió en la capital castellana a lo más florido de Europa", escribe Rilova, quien apunta que el monarca 'sabio' se quedó prácticamente todo el año siguiente en Burgos "donde confirma fueros y privilegios de sus antecesores".

Otro acontecimiento de enorme importancia volvió a unir a Alfonso X y a Burgos. Sucedió en el verano de 1257, con la llegada a la capital castellana de una embajada alemana encargada de notoficar al monarca castellano su elección al trono imperial. "El rey Alfonso los recibió el día de la Virgen de agosto, y en el palacio real tuvo lugar la pública lectura del decreto electoral, hallándose el monarca sentado en el trono rodeado de sus magnates. Prometió el soberano dar contestación cumplida dentro de tres días, y después de transcurrido el plazo, fueron llamados a hora señalada los embajadores, y en recepción solemnísima, el rey de Castilla aceptó la Corona de Alemania, prometiendo ir en breve personalmente a tierra alemana (...)". Finalmente, nunca ocupó Alfonso X el trono del Sacro Imperio Romano-Germánico.

Destaca Rilova un tercer gran acontecimiento en esa estrecha relación entre el monarca y Burgos: las bodas de su hijo don Fernando de la Cerda con la infanta Blanca, hija de Luis IX de Francia. Dada la juventud de los contrayentes, el enlace no se produjo hasta varios años después de que fuera concertado por sus padres. El marco, el monasterio de Las Huelgas "con asistencia de toda la corte y de numerosos magnates del reino, entre ellos, el rey Jaime I de Aragón, dando la bendición a los novios el infante don Sancho, arzobispo de Toledo. Contaba entonces el infante Fernando con catorce años de edad, siendo su esposa tres años mayor que él. Después de los esponsales el príncipe fue armado caballero por su padre el rey y, a su vez, don Fernando de la Cerda armó como caballeros a sus hermanos los infantes don Juan y don Pedro de Castilla, y hubiese debido hacerlo con su hermano el infante don Sancho, pero tuvo que desistir ante la negativa de este".

Primus inter pares. "A comienzos de 1272, un grupo de magnates castellanos, entre los que se contaban el infante Felipe de Castilla, hermano de Alfonso X, Nuño González de Lara el Bueno, señor de la Casa de Lara? y pariente lejano de Simón Ruiz de los Cameros, Esteban Fernández de Castro, Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya y el propio Simón Ruiz de los Cameros, se reunieron en el municipio burgalés de Lerma con el propósito de comprometerse a luchar contra Alfonso X si no accedía a las reclamaciones de los allí reunidos, ya que, según ellos el rey era un primus inter pares, es decir, el primero entre sus iguales, considerando que la lealtad al rey no era un principio incuestionable, ya que para ellos esa fidelidad dependía directamente de las mercedes o beneficios que se derivaran de ella. En ese mismo año, el rey Sabio se acercó a visitar el monasterio de San Pedro de Cardeña, donde estaba enterrado el Camperador, a quien puso como ejemplo, al contrario que los nobles reunidos en Lerma, de buen vasallo y fiel servidor del rey", apostilla Rilova para resaltar otro de los grandes capítulos de la historia que unió la vida y los destinos del monarca sabio y Burgos.