"El mejor Papa fue Pablo VI y el mejor arzobispo, Tarancón"

R. PÉREZ BARREDO
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Jesús López Sobrino es uno de esos hombres y esta es (parte) de su historia

López Sobrino, frente a la iglesia de San Nicolás, que fue su ‘casa’ durante veinte años. - Foto: Luis López Araico

*Este artículo se publicó el 16 de marzo de 2020 en la edición impresa de Diario de Burgos. 

Nació en la madrugada del día de Navidad, así que no hubo dudas ni discusión para elegir su nombre. "Mis padres lo tuvieron chupado", dice sonriendo este hombre que es como un largo abrazo: todo afabilidad, bondad y cercanía. El nombre fue una predestinación: aunque podría haber rivalizado con Papá Noel merced a esa barba perpetuamente nevada y a su rostro rubicundo, estaba llamado a engrosar las filas del Altísimo, cuya llamada recibió a una edad bien temprana, los diez años, por más que le gustara el fútbol y hubiese soñado con ser torero. Jesús López Sobrino se define muy sencillamente. "Yo sólo soy, y siempre he sido, un cura". Una de sus virtudes, como verán, es la humildad. Claro que Jesús es un cura. Pero menudo cura. Podría pasar por una suerte de hombre del Renacimiento: teólogo, historiador del arte y un comunicador formidable, sin igual. A saber lo que hubiese llegado a conseguir de haberse vestido alguna vez de luces. También ha sido un alma libre, que jamás se acomodó y se rebeló muchas veces frente a ataduras vasalláticas.

Arandino de 1941, tuvo una infancia feliz. Fue el tercero de cuatro hermanos. Su padre era taxista cuando en Aranda de Duero, en aquellos años de la inmediata posguerra, apenas había otros dos o tres vehículos a motor y la villa era más bien un villorio anodino, "por algo Juan Antonio Bardem rodó allí la película ‘Nunca pasa nada’. Retrató muy bien aquel oscurantismo de la época, de blanco y negro total", apunta Sobrino. "Marchábamos bastante bien en aquella época". Sin embargo, la temprana muerte del progenitor, que había sido un hombre vital, jovial, alegre hasta las cachas -"un figura en Aranda, campechano, todo un personaje"-, motivó que la madre se trasladara con su progenie a Madrid, donde se colocó como cocinera para salir adelante.

Jesús López Sobrino empezó como monaguillo. Y pronto ingresó en el seminario de El Burgo de Osma. "Eran tiempos malos, duros. La disciplina del seminario era castrense". Cinco cursos hizo en Soria. Al sexto pasó al seminario de Burgos. Tenía 14 años. "Nos instruyeron bien. Y Burgos era ya una ciudad. Justo entonces fue cuando mi familia se trasladó a Madrid y cuando yo iba a la capital me sentía más libre: iba al cine, alternaba algo más…". También entonces sintió Jesús López Sobrino otra llamada, a la que la postre acabaría respondiendo. Y con creces: el periodismo. "De tal manera que cuando ya estaba terminando mis estudios le pedí al arzobispo que me dejara ir a estudiar esa carrera a Madrid. Pero me puso una condición: que primero estudiara Teología". Se ordenó a los 22 años y fue destinado a Villamayor de los Montes como coadjutor y capellán de las madres cistercienses. Allí conoció "a una de mas mujeres más fabulosas que he conocido nunca". Se refiere a la entonces abadesa del monasterio de Santa María la Real de aquella villa. "Una mujer que entró con cinco años al convento. Su madre se había quedado viuda y quiso ingresar en la orden. Permitieron que lo hiciera con la niña. Y la niña se crio y creció allí. Y con el tiempo se convirtió en abadesa. Una abadesa extraordinaria. La de la madre Gertrudis es una historia de película".

Inicios en el periodismo. Por aquel entonces, el recientemente fallecido Joaquín Luis Ortega, con quien López Sobrino tanto quiso, estaba montando en Burgos la emisora Radio Popular, y por allí nuestro protagonista tuvo la posibilidad de iniciarse en el periodismo. "Venía de Villamayor y grababa dos programas: ‘Nosotros, los jóvenes’ y ‘Música y palabras bajo el sol’. Me gustaba todo, escribir, locutar, buscar la música… Creo que la comunicación fue siempre algo innato en mí". Lo admite sin ambages: "Me consideraba un cura moderno, progre". Le influyó mucho un sacerdote que conoció en sus viajes a Madrid, a la llamada Ciudad Pegaso (barrio crecido al abrigo de esta factoría entre Canillejas y San Blas) "que fue un adelantado a su tiempo. Sensato, culto…" Muy inclinado por lo social. Había allí un núcleo de religiosos muy diferentes, con ideas nuevas. Monseñor Echarri, que era fiel a Tarancón...". Así que Jesús se topó en Burgos con una realidad dura. "Siempre se decía aquello de hay carcas y carcas y luego el arzobispo de Burgos". Y padeció en Burgos el recelo de quienes observaban en él aires renovadores. "Yo me levanté con los curas contestatarios".

Cumplió los tres años en Villamayor. Y regresó a Burgos para estudiar Teología a la vez que le asignaron la parroquia de San Esteban, como coadjutor. En buena hora. Allí conoció a una de las personas más importantes de su vida, con quien habría de hacer durante veinte años un tándem de lo más fructífero: don Rodrigo Aguilera, hombre inteligentísimo, discreto, prudente, cultor e inmensamente valioso. "Nos compenetramos muy bien. Éramos complementarios. Estuvimos veinte años juntos. Rodrigo ha sido una pieza capital en mi vida. Un hombre abierto, magnífico, educadísimo, sensato". Hoy siguen siendo amigos. Uña y carne. Comenzó a sentirse tan a gusto con aquel nuevo destino que se diluyeron sus deseos de estudiar periodismo. Los retos que afrontó en adelante con Rodrigo no fueron cualquier cosa. El barrio de San Esteban era el lumpen: miseria, prostitución, droga. Aquellos dos sacerdotes fueron una pieza clave para lavar la cara a un espacio tan degradado y marginal. Para que éste resucitara con fe, esperanza y trabajo. "Me encariñé con el barrio. Había sufrido mucho. Era un lugar decrépito". Hicieron de todo: labor pastoral, promoción cultural. Ayudaron incluso en trabajos de albañilería. Dejaban dependencias de la iglesia para que los jóvenes se juntaran lejos de tentaciones malsanas. Les dejaron un coche que fue muchas veces ambulancia...

Gracias a ambos sacerdotes el barrio dio un cambio de 360 grados. No sólo salvaron almas: merced a su obstinado trabajo, a su ímprobo esfuerzo, consiguieron que esa joya que es la iglesia de San Esteban no se viniera abajo. Hicieron mil gestiones para obtener dinero con el que reparar un templo herido de muerte desde la voladura del Castillo y por un olvido secular. Durante las obras, su centro de operaciones fue la iglesia de San Nicolás, otra belleza sin igual.

A Jesús López Sobrino le dio tiempo a dar clases de literatura y latín en Saldaña; a fundar la Coral de Cámara San Esteban, hoy una de las más prestigiosas y demandadas para la que escribió guiones literarios y textos musicológicos para sus discos; a ejercer la crítica de arte y convertirse en una de las personas que enseñaron a los burgaleses las maravillas de su patrimonio a través de libros, artículos de prensa, colecciones de cromos y hasta cómics junto al ilustrador Eloy Luna. Fueron años intentos y felices. También estuvo detrás de la creación de Las Edades del Hombre. "Aquellos años fueron un no parar, pero felices. Y feliz de ser cura". Supo, por un tercero, que su nombre sonó para ocupar el arzobispado de El Burgo de Osma. Pero no quiso saber nada. "Me consideraba indigno". Santiago Martínez Acebes, arzobispo de Burgos -"el mejor que ha tenido esta ciudad, era una grandísima persona, un hombre maravilloso, humilde, sencillo"- quiso hacerle canónigo de la Catedral. Tampoco se vio en aquel papel. Sin saberlo, estaba esperando para hacer realidad un viejo sueño. Que llegó a finales de los 80, de la mano de Eduardo Gil de Muro y Joaquín Luis Ortega.

El sueño de RTVE. En 1989 fue nombrado director adjunto del programa de RTVE ‘El Día del Señor’. Un año después ya era su director. Lo que hizo en televisión durante los veinte años siguientes es difícilmente igualable: como director, guionista y comentarista firmó más de 600 reportajes y misas en directo por toda España y medio mundo, de Cuba a Guinea, de Guatemala a Ucrania, de Ecuador a Filipinas. Precisamente en la capital de este último país, Manila, se llevó a cabo una de las retransmisiones en directo más impresionantes de la historia. "Fue el culmen. Retransmitimos en directo para Asia, América y Europa".

Se ganó el respeto de realizadores, cámaras e incluso de la que fue su ‘jefa’ durante años, Pilar Miró, quien llegó a recurrir a él para que le ayudara a la retransmisión de las bodas de las infantas Elena y Cristina, tal era la fama de su talento. "Pilar conmigo se portó muy bien. Tengo un gran recuerdo de ella. Me designó su asesor para las bodas. Era perfeccionista, una mujer con carácter, temperamental. Me llamaba a casa para pedirme por favor que le ayudara en labores de montaje". ‘El Día del Señor’ batió récords de audiencia. Cotas que difícilmente volverán a alcanzarse. Fueron años felices también, hasta que topó con un personaje que truncó su dicha: Rouco Varela. Los delirios de poder del que fuera en aquellos años presidente de la Conferencia Episcopal le afectaron personalmente. Perdió independencia y libertad. Ganó en disgustos, sinsabores y amarguras.

"Me hizo la puñeta. Quiso hacerme su títere". Cayó enfermo Jesús López Sobrino. "Llegué a creer que me moría". Se precipitó a un pozo oscuro, insondable, de una tristeza infinita. Y malsana. Recibió ayuda profesional. Y logró remontar, escalar de nuevo hacia la luz. Dejó TVE en 2008. Y se incorporó como párroco en dos poblaciones de la sierra madrileña, Torremocha de Jarama y Patones, donde estuvo ocho años. De nuevo feliz. Su labor concluyó en 2016 y regresó a Burgos. Hoy vive en la Casa Sacerdotal, donde se ha reencontrado con Rodrigo, su hermano del alma. Cree que la Iglesia ha perdido un poco el norte. "Soy creyente y espero que la situación mejore. Pero la Iglesia ha pasado momentos peores. El mejor Papa ha sido Pablo VI y el mejor obispo, Tarancón", afirma. Defiende que haya mujeres diaconisas y que el celibato sea opcional. Sigue siendo un tipo inquieto y bien informado, dispuesto siempre a echar una mano. "Espero que esta sea una etapa transicional, como todo. Soy un poco hegeliano, tesis-antítesis-síntesis". De camino a San Nicolás para la sesión fotográfica reflexiona este hombre grande de corazón gigante y limpio. "Ya sólo espero morir en paz con mi conciencia y con Dios". El cielo lo tiene ganado. Eso seguro. Amén.