Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Arco de San Martín

14/09/2020

Según publicó este periódico la pasada semana, el Grupo Municipal de Podemos ha pedido al Ayuntamiento que acabe con el tráfico, de vehículos, por el arco de San Martín. Los técnicos llevan al menos quince años denunciando su pésimo estado, agravado por la contaminación producida por la circulación. En este tiempo, desde los distintos gobiernos municipales solo ha habido promesas que no valen nada, como decían Los Piratas.

El arco de San Martín es un elemento curioso del espacio urbano de esta ciudad. Para empezar, es mudéjar, como el de San Esteban y aquí, donde hay tanto gótico, es agradable ese toque exótico. Lleva ahí desde el siglo XIV y fue levantado, combinando ladrillo y piedra, por expertos traídos de la España musulmana para construir según el estilo de moda. 

La circulación por ese punto es, a estas alturas, una anomalía absoluta. Yo, por supuesto, he pasado en coche muchas veces y cada vez que lo hago me da la sensación de estar cometiendo un delito. Siempre pienso que si pasa algo, como que por la razón que sea tenga que dar un volantazo, me voy a cargar una obra de seis siglos.

La propuesta de eliminar el tráfico es de cajón y solo aporta ventajas. En primer lugar, obviamente, ayuda a que el arco no se venga abajo; además no cuesta dinero que, en estos tiempos y en cualquier otro, no es cosa menor; el tráfico, que tampoco es como el de la Quinta Avenida, se puede desviar sin tener que ser un genio para conseguirlo. Si eres el alcalde es difícil encontrar otra oportunidad de quedar tan bien con tan poco. Yo no me lo pensaba.

Probablemente, el problema de este arco es su ubicación: está en la parte alta del centro, una zona que, incomprensiblemente, no tiene la misma consideración que el centro-centro. Y no la tiene ni por parte de las administraciones ni de los ciudadanos: mientras Laín Calvo o la calle de la Paloma pueden estar atestadas de paseantes, uno sube cuatro calles más arriba y no hay nadie. Esta circunstancia permite al paseante curioso adentrarse tranquilo en sus calles cuesta arriba, sus plazas escondidas y sus paseos arbolados, fabulosos en otoño, como el que conduce al arco de San Martín. Solo faltaría poder atravesarlo a pie, e imaginar que uno cruza las murallas. Ya están tardando.

Salud y alegría.