Y el tiempo venció a la montaña kilométrica

H.J.
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Veinte años después de lograr que el punto más alto del término municipal de Burgos alcanzase los 1.000 metros sobre el nivel del mar, el túmulo de Rodapozos está semiderruido y olvidado

El castillete que aún domina el páramo circundante está medio caído y sin ningún mantenimiento - Foto: VALDIVIELSO

Hugh Grant hizo famoso a un pueblo de Gales con El inglés que subió una colina pero bajó una montaña. La película cuenta la historia de una localidad que, en 1917, se afana colectivamente hasta que su elevación más famosa alcanza los 20 pies que le faltaban para tener consideración montañosa.

Casi un siglo después, a Miguel Vivanco, un polifacético artista burgalés afincado en Edimburgo, se le ocurrió algo parecido. "Todo empezó con un mapa-regalo de un amigo", recuerda hoy Vivanco, donde al sureste de Burgos capital se apuntaba: "Rodapozos, 996 metros sobre el nivel del mar". Es el punto más alto del término municipal, cerca ya de la localidad de Carcedo, un lugar de difícil acceso por el que casi nunca pasa nadie, pero Vivanco fijó su atención en él y decidió que había que redondear la cifra al alza.

Inasequible al desaliento, poco a poco y con la colaboración de algunos amigos empezó a amontonar piedras en un lugar que desde tiempos remotos había sido conocido por el simbolismo de las alturas. No en vano Cara-denia, la "altura sagrada", da nombre también al Monasterio de San Pedro de Cardeña situado en las cercanías.

Miguel Vivanco, promotor de esta idea, encaramado a la cima recién concluida y abanderada, en torno al año 2000Miguel Vivanco, promotor de esta idea, encaramado a la cima recién concluida y abanderada, en torno al año 2000 - Foto: DB

El túmulo de Rodapozos, también como un guiño megalítico a los múltiples majanos que salpican esos páramos, acabó sumando los 4 metros necesarios y conquistando los 1.000 de altitud, justo a tiempo para poder celebrar el cambio de milenio, en el año 2000.

Allí se colocaron grandes banderolas (una reproduciendo el Cartulario de Cardeña) y la Asociación Geocientífica Burgalesa, creada pocos años antes y que este año celebra su 25 aniversario, incluso excursionó para contemplar el entrañable proyecto que había conseguido generar ilusión en torno a algo tan prosaico como el amontonamiento de piedras.

Vivanco, además, trajo fragmentos de roca del Burgos de México, algún fósil, piedras que estaban a nivel del mar, a otras cotas de 1.000 metros "o recogidas de otros lugares por su valor geológico", comenta el promotor de tan quijotesca idea.

Dos décadas después, el túmulo está semiderruido. Los palos que sostenían las banderas están caídos, partidos o sepultados. Nada queda de las banderas salvo unos jirones descoloridos. Y unos enormes aerogeneradores han empequeñecido al montículo de piedras, pues ellos sí que superan ampliamente los 1.000 metros de altitud y han acaparado ese paisaje donde el viento sopla impenitente casi todos los días del año.

Monumento a la emigración. A Vivancos no le sorprende el actual estado del túmulo. Parece asumir que el paso del tiempo y la falta de mantenimiento forman parte del proceso natural de su túmulo del Milenio. Peor lleva el vandalismo que también ha sufrido otro de sus proyectos, el de Villaváscones, otro cerro cercano donde construyó un monumento a la emigración.

"Es una manera de honrar a toda la gente que ha tenido que salir de su tierra. Y aquí hay una base sólida e histórica. Esta zona de Burgos está íntimamente relacionada con ese proceso migratorio", explicaba en su momento, haciendo referencia a que la propia toponimia (villa de los vascos) reflejaba la existencia de gentes procedentes de otros lares. Allí también instaló un disco de piedra con inscripciones del cartulario, pero el hierro que lo sostenía ha sido retorcido hasta hacerlo caer.

Las alturas de Caradenia, desde donde a lo lejos se divisa buena parte de la ciudad de Burgos acostada en el lecho del valle del Arlanzón, regalan a los ojos en los días claros vistas lejanas de Amaya y los Picos de Europa. Desde allí sigue vigilando el túmulo de Rodapozos, aunque ya no mida 1.000 metros y sus piedras vayan cayendo poco a poco como testigos del paso del tiempo.