"Por mucho que ganes, no hay mayor fortuna que la amistad"

G. ARCE
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Ángel Álvarez es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

Ángel Álvarez lleva 35 años trabajando en el mundo de las loterías y apuestas deportivas, un sector que le ha llevado a conocer lo mejor y lo peor de los afortunados. - Foto: Valdivielso

*Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 14 de diciembre. 

Por las manos de Ángel Álvarez han pasado -de una sola vez y como quien no quiere la cosa- mil doscientos millones de pesetas y varios millones de euros en premios de lotería y apuestas deportivas. Es su trabajo. Pero ni todo el dinero del mundo puede pagar aquella infancia "rabiosamente feliz" que vivió en Villahoz, su pueblo, su refugio, sus recuerdos, sus primeras letras, sus amistades, su felicidad. Allí nació un 17 de octubre de hace 62 años en el más humilde de los entornos: un padre guarda de campo, contratado por el Ayuntamiento para vigilar los ganados; una madre ama de casa; y su querida hermana mayor, Elvira, que falleció hace ahora 14 años.

Recuerda como si fuese ayer aquellos consejos que le dio un paisano sabio, Marciano, cuando aún vestía pantalones cortos, una persona que -quizá sin pretenderlo- le marcó para el resto de su vida. Le pidió a Angelito, como así llamaban en el pueblo a aquel muchacho avispado, que nunca renunciase a sus orígenes y, quizá intuyendo que lo suyo serían algún día las finanzas y los números, le advirtió de que "el hacer dinero con dinero no tiene ningún mérito, el mérito es hacer dinero sin dinero".

Ángel con su hermana Elvira, ya fallecida, en Villahoz en el año 1976.Ángel con su hermana Elvira, ya fallecida, en Villahoz en el año 1976.

Angelito apuntó ya maneras en la escuela, aprendió prematuramente a leer y fue conocido por su extrema habilidad con los números. "Todavía recuerdo las matrículas de los pocos coches y de los tractores que circulaban por el pueblo y las fechas no se me escapan de la cabeza", relata en su alegre conversación, plagada de números, de nombres y de esos consejos imperecederos que marcan una vida.

Su padre quiso para él y su hermana el mejor porvenir y no dudó en destinar 2.700 pesetas de las 3.000 que ganaba al mes como guarda -"lo recuerdo perfectamente"- para tal fin.

Su hermana Elvira estudió en las Benedictinas de San José, en Carabanchel Alto (Madrid), y luego Secretariado en La Milagrosa. A los 10 años, Ángel es internado en los Carmelitas en Valderas (León), luego pasa a una escuela de León y a los 16 años regresa a Villahoz. Gracias a la prima Mari Paz, que vivía en Burgos con sus dos hijos ("que son mis hermanos"), pudo terminar sus estudios de bachillerato en la Filial 2, lo que hoy es el colegio San José Artesano, en nocturno.

Irrumpe en la vida laboral a los 19 años, en el 77, cuando la ciudad vive su primavera económica y se empieza a llenar de sucursales bancarias al calor de la prosperidad generada por el Polo de Desarrollo. En la calle Vitoria 21, donde estuvo ubicada la cafetería Oslo 21, se implanta el Banco Industrial de León, su primer destino profesional.

"Fui a la entrevista de trabajo acongojado y solo le dije al director, que se llamaba José Antonio García, hoy felizmente jubilado en Murcia, que quería aprender". Entró de auxiliar, trabajando por las mañanas y formándose, repasando las operaciones hechas durante la jornada, por las tardes.

De aquellos comienzos le queda un consejo: "Para mentir hay que tener muy buena memoria, porque hay algunos que un día dicen blanco y otro negro. Y no hay que mentir nunca, salvo para ganar dinero. La realidad es así, en la venta todo son mentiras, piadosas eso sí...".

La banca -recuerda- era totalmente diferente a la actual. "Entonces los préstamos hipotecarios para comprar una vivienda solo los concedían las cajas de ahorros, nosotros solo trabajábamos en el interbancario: cogíamos el dinero de los clientes, les pagábamos unos intereses por ello, y se lo prestábamos a otros bancos que lo necesitaban para invertir en polígonos industriales y empresas...".

Todos los apuntes contables de las transacciones se realizaban a mano o con máquina de escribir... El Banco Industrial de León duró hasta el año 80, cuando pasó a ser el Banco Fomento, que mantuvo su sede en el 21 de la calle Vitoria.

Cambio definitivo. El 17 de octubre de 1985 se celebró el primer sorteo de la Lotería Primitiva, una fecha que marca la vida de nuestro protagonista. José Luis Duque Fernández de Pinedo era el delegado entonces de la sociedad pública que gestionaba las loterías y las apuestas deportivas y, a la sazón, cliente habitual del Banco Fomento. "La Primitiva fue un auténtico boom para la delegación, acostumbrada hasta entonces a la gestión de las quinielas, el juego de más arraigo. Allí nadie dominaba el tema informático y nadie sabía lo que era un ordenador".

Duque Fernández de Pinedo acudió con su problema al director de su banco de confianza y le preguntó si conocía a alguien que gestionase el tema informático y les echase una mano en un momento tan delicado. "En el banco no había aún ordenadores, la única persona que les podía ayudar era yo...".

Ángel acudió voluntarioso a la delegación de loterías, en el número 14 de la calle Trinidad, a echar una mano por las tardes. Se encontró con sacos llenos de boletos premiados y con un gran caos, que se iba acumulando semana tras semana, sorteo tras sorteo. "Había que contar los boletos (a 25 pesetas la apuesta), ver cuándo caducaban, cuántos se habían cobrado y cuántos se devolvían a Madrid de los no cobrados...".

La llegada de La Primitiva obligó a comprar un ordenador, un IBM del sistema 36, para gestionar tal aluvión de datos. "Recuerdo cuando llegó a la delegación, algunos nunca habían visto un ordenador en su vida. Me puse en contacto con Gonzalo, informático de Ubisa y del Landa, para que nos montase el IBM, que nos lo enviaron sin las placas colocadas".

"En aquel entonces, iba al banco a las 8 de la mañana y salía a las 3 de tarde. A las 4 de la tarde estaba en Loterías y allí hasta las 11 de la noche. Sábados e incluso domingos. Y todo de forma autodidacta, porque yo no tenía conocimientos de informática. Detrás, siempre estaba una familia que te comprendía y te apoyaba".

Entonces, reconoce, Ángel Álvarez se lo llevaba todo por delante: "Era joven, manejaba cosas nuevas y me gustaba. Cuando necesitaba un día en el banco me lo tomaba de mis vacaciones. Mientras tanto, estando yo de por medio la relación entre Loterías y el banco se agrandaba gracias a la gestión de los premios, que era como un maná para una entidad financiera".

En el 87 llegó la Bonoloto, y luego el doble sorteo de La Primitiva y también el Euromillones y el resto de sorteos sobradamente conocidos. "Salía a las doce de la noche de la delegación viéndolo todo verde, como el color de los números en la pantalla del IBM".

En 1992, Duque Fernández de Pinedo se jubila en Loterías. El suyo era un cargo con tradición hereditaria al que renunciaron sus hijos, bien instalados en Madrid. "Un responsable de Loterías, Jorge Torres se llama, me ofreció a mí el cargo y me garantizó que, mientras funcionase la delegación de Burgos y no hubiese quejas, no sería él quien me obligara a escoger entre el banco o las loterías".

Asume así una delegación que entonces gestionaba 100 millones de euros y que contaba con 70 puntos de venta en Burgos y la provincia. Álvarez da el salto de la banca a la empresa pública sin abandonar la primera y aplica la forma de trabajar en las finanzas a la institución del juego. Ese mismo año, el Banco Fomento pasa a ser Caja España.

En el 97, en pleno boom de sucursales al calor del ladrillo, se traslada de la calle Vitoria a la nueva oficina de la plaza de Santiago, donde ejerce como interventor, apoderado y director en funciones "cuando faltaba mi amigo Eloy de la Torre". "El segundo año ya tuvimos rentabilidad positiva".

Eloy de la Torre se prejubila en 2010 y Ángel Álvarez, con 52 años, ve aquello como un momento de cambio. Intenta marcharse, no le dejan, aunque finalmente lo consigue... "Soy el único al que no han echado de una caja de ahorros".

El éxito le persigue en su única ocupación desde entonces. "Conseguí hacer que la delegación de loterías de Burgos fuese la mejor gestionada de España porque siempre me he guiado con la mentalidad de la empresa privada (más puntos de ventas-más ingresos). Nunca he cogido una baja". Es más, en 2017 se jubila el delegado de Vitoria y le ofrecen dirigir la delegación vasca. "Soy el único al que han autorizado compatibilizar dos territorios, algo que tengo que agradecer. Un castellano de interior yendo a postular a los vascos, con lo que son...".

Actualmente gestiona casi 200 puntos de venta de loterías y 188 millones de euros de negocio. No se le escapa un premio. Sigue igual de atento que el primer día a las combinaciones, los boletos, las terminaciones, el Gordo, los problemas de los loteros, las llamadas de los periodistas, el descorche de las botellas de cava ante las administraciones afortunadas... En pocos días vivirá un sorteo de la Navidad más, un ritual que le sigue entusiasmando. Disfruta plenamente de su trabajo y nunca lo oculta. "Pasados los 50 años y con una experiencia acumulada con los años, he decidido decir siempre lo que pienso, esa es mi premisa".

Grandes ruinas. Gestionando la suerte de los burgaleses y de los alaveses durante todos los días del año ha conocido el sabor agridulce de la fortuna millonaria. Anécdotas tiene a cientos.

"Conocí a un chico al que le tocaron 1,4 millones de euros en La Quiniela, aunque, la verdad, era muy aficionado a todos los juegos. Enseguida lo vi cuando apareció en el banco: ‘A este le vamos a tener que dar dinero para que pague el recibo de la luz’. Y no tardó mucho. Que si su sobrino, que si unas amigas... Todavía nos debe dinero. Ese tipo de gente existe. Los premios hacen muchos desgraciados".

Y también los logran muchos listos. Álvarez es un gran defensor del cálculo de probabilidades, de la combinatoria con los números, especialmente con las apuestas deportivas. De hecho, los últimos millonarios en Burgos de La Quiniela algo sabían de ello. "Uno de ellos es discípulo mío y siguió el sistema que he aprendido hasta que logró el premio".

A Ángel Álvarez le tocó realmente la lotería el 29 de octubre de 1983, cuando contrajo matrimonio con Teo. Con ella tuvo a Eva y Sara, una familia que siempre le ha arropado y ha entendido su vorágine laboral y que le ha permitido lanzarse a otras aventuras y otros negocios sin problema.

Junto a la familia, reconoce emocionado, están los amigos. "Siempre antepongo la amistad y el agradecimiento a todo lo demás, son valores que cultivé desde la niñez, desde mis orígenes muy humildes, y que hoy sigo aplicando a rajatabla. En mis negocios siempre prevalece la amistad y los favores que me hicieron los multiplico por diez. Mi mejor amigo es mi socio desde hace 40 años. Con eso queda todo dicho".