El rey del azúcar quiere volver a casa

R. Pérez Barredo / Burgos
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El bisnieto del burgalés Andrés Gómez Mena -que fundó un imperio empresarial en Cuba- estudia volver a invertir en la isla, de donde su familia huyó tras la Revolución • El exilio cubano ha puesto el grito en el cielo

Alfonso Fanjul Gómez Mena.

Cuando salió de Cadagua a finales del siglo XIX, el burgalés Andrés Gómez Mena no tenía nada. Únicamente el pasaje que le llevó a Cuba en barco. A su muerte, acaecida en 1910, era uno de los empresarios del azúcar más prósperos de la isla. Al frente del negocio familiar se pusieron sus hijos, que tras la crisis económica de 1921 consiguieron incrementar ese imperio azucarero, que se vería más tarde enriquecido por el matrimonio de una Gómez Mena con un Fanjul Estrada, miembro de otra rica familia de la sacarocracia cubana. Antes del estallido de la Revolución, los Fanjul Gómez Mena eran los empresarios del azúcar más importantes del Caribe.

Pero la llegada de Castro al poder los empujó al exilio. Instalados en Miami, continuaron dedicándose a la caña de azúcar, con explotaciones en Florida y en la República Dominicana. No sólo no les fue mal, sino que desde hace décadas la empresa creada por aquel emigrante burgalés, hoy llamada Florida Crystals, sirve dos de cada tres cucharadas de azúcar que se consumen en Estados Unidos, y los Fanjul Gómez Mena es una de las familias más adineradas e influyentes del país. Nunca ocultaron sus actuales gerentes, cuya cabeza visible es Alfonso Fanjul Gómez Mena, su deseo de regresar algún día al país en el que sus antepasados pusieron los cimientos del dulce imperio.

Y ahora, la comunidad cubana en el exilio ha puesto el grito en el cielo al saberse que este anhelo está en trance de llevarse a cabo. Fanjul Gómez Mena ha realizado en el último año dos visitas a la isla con una delegación que apuesta por el fin del embargo. El empresario cubano con pasaporte español no ha ocultado tampoco públicamente sus intenciones y en entrevistas de prensa, como una que concedió hace unas semanas al Whasington Post, ha sido claro: «Si hay alguna manera para que la bandera de la familia pueda volver a Cuba, me encantaría hacerlo», dijo.

Podría hacerlo, además, sin la necesidad de que terminara el embargo, toda vez que el empresario tiene pasaporte español. Para la mayoría de los cubanos afincados en Miami la postura de Gómez Mena es una traición en toda regla; pero también han surgido voces en el seno de la comunidad exiliada hartas de ese impenetrable bloqueo, que han visto como un signo de cambio y, sobre todo, la posibilidad de que pueda normalizarse la relación entre una y otra orilla del Caribe, que un magnate tan poderoso haya hecho un guiño a la posibilidad del regreso. Es más, ven en el empresario de origen burgalés un magnífico intermediario, un puente en las relaciones entre los gobiernos de ambos países, máxime sabiéndose la cercanía que tiene con algunos de los políticos más importantes de Estados Unidos.

Una huella profunda

La huella de la familia Gómez Mena sigue siendo indeleble en La Habana.En el centro mismo de la ciudad vieja sigue existiendo un edificio magnífico, de enorme solera, que sigue llamándose ‘Manzana de Gómez’ y en cuyas paredes y suelos aparece la grafía de las iniciales de los apellidos Gómez y Mena. Hay más, claro. El 17,  número 502, de El Vedado -barrio por antonomasia de las grandes fortunas habaneras- es desde hace décadas el Museo Nacional de Artes Decorativas. Antes de que así fuera, era la mansión de la familia Gómez Mena. Su residencia y el centro neurálgico de la alta sociedad habanera.

Y muchos de los ingenios azucareros que todavía operan en la isla son aquellos que fundó esta dinastía empresarial que tiene su origen en Cadagua, pequeño pueblecito del Valle de Mena, comarca donde esta familia todavía tienen posesiones que ni la distancia ni el tiempo les ha podido arrebatar.