Los criminales se adaptan a la nueva normalidad

F.L.D.
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La criminalidad recupera las cifras anteriores al estado de alarma, pero la pandemia obliga a algunos infractores a cambiar su modus operandi, según ha detectado la Policía Nacional

Las infracciones penales cayeron un 20% durante el confinamiento. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Los policías que patrullan las calles de noche suelen comentar que los ‘malos’ aprovechan el vacío nocturno para cometer sus fechorías. Durante el confinamiento, el problema fue que el mero hecho de salir de casa ya levantaba las sospechas de los agentes, pues la ciudad permaneció desierta también de día. El virus ha obligado a los delincuentes, que siempre tienen que ir un paso por delante de las autoridades, a reinventarse en los tiempos que corren. La criminalidad cayó en el segundo trimestre un 20%, algo lógico dadas las circunstancias, pero en la Comisaría Provincial han detectado cómo el trabajo ha vuelto a la normalidad, aunque algunos malhechores hayan tenido que mudar la piel.

Uno de los delitos más frecuentes durante los meses de verano es el llamado ‘abrazo cariñoso’. El infractor se acerca a una persona, principalmente de avanzada edad, y le pregunta por alguna calle o algún tipo de información concreta. Una vez se la proporciona, se abalanza sobre su víctima para darle un abrazo y, en ese momento, aprovecha el descuido para robarle las joyas. El distanciamiento social ha provocado que este año no haya llegado ninguna denuncia. Eso no quita, advierte la inspectora de la Comisaría de Burgos, Pilar Hortigüela, para que vuelvan en cualquier momento o que los infractores estén buscando otro modus operandi. «Siempre encuentran nuevas fórmulas para ir por delante de nosotros, pero en este caso se ha erradicado bastante», apunta. 

Ese cambio en la manera de delinquir se ve claramente en el menudeo o tráfico de drogas a pequeña escala. La venta en puntos negros (locales o pisos), se antojaba un riesgo demasiado alto en los meses de confinamiento. Es por eso que aprovechaban las pocas excepciones de movilidad que contemplaba el estado de alarma para poder mantener este negocio ilegal. En concreto, se detectaron intercambios en las colas de los supermercados. 

Por otro lado, las restricciones en el ocio nocturno, principalmente en las últimas semanas, han derivado en una caída de las peleas y las riñas tumultuarias, que principalmente se daban los fines de semana y en zonas en las que se concentran un mayor número de bares y discotecas. 

Al margen de pequeñas triquiñuelas para entorpecer el trabajo policial y de la caída de algunos delitos, las cifras de criminalidad se están estabilizando. Por ejemplo, según la inspectora Hortigüela, se vuelven a producir hurtos y pequeños robos al descuido. La Policía Nacional ha tenido que readaptar su trabajo tras meses enfocándose exclusivamente en los asuntos relacionados con el coronavirus. «En marzo tuvimos que cambiar nuestra forma de trabajo para centrarnos de manera única a luchar contra la pandemia. Ahora, hemos tenido que hacer el proceso a la inversa», matiza. 

Violencia de género. El estado de alarma condenó a muchas mujeres a convivir 24 horas al día con su maltratador. A pesar de que se esperaba un incremento de denuncias, ocurrió todo lo contrario. El descenso, matizan desde la Comisaría Provincial, no se explica porque el delito dejara de existir, sino que es posible que las víctimas se sintieran más controladas y tuvieran miedo a denunciar. Las llamadas al teléfono 016 se incrementaron cerca de un 20% y también se ha producido un aumento de peticiones de protección policial. Ahora, indica Pilar Hortigüela, las intervenciones están en cifras similares a las de antes de la pandemia.