Adiós tras 4 años de éxitos

CARMELO PALACIOS
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El ascenso a la ACB, la salvación en el siempre difícil año del debut y la clasificación para Europa respaldan el gran trabajo de Diego Epifanio en el banquillo del San Pablo

Adiós tras 4 años de éxitos - Foto: María González

Por primera vez desde que se fundó el San Pablo, Diego Epifanio no se sentará en el banquillo. Resultará extraño no ver al burgalés mascando chicle en la banda ni subiendo al contragolpe como si fuera uno más del quinteto. La etapa del técnico local llega hoy a su fin después de cuatro campañas plagadas de éxitos y también de sufrimientos. Durante estos años, ha tenido seguidores y detractores, pero sus resultados hablan por sí solos: se hizo cargo de un equipo hecho a matacaballo, le ascendió a la Liga Endesa, logró mantenerlo en la élite y lo ha clasificado para Europa.

Cuando el mundo del baloncesto se desmoronaba en Burgos tras años de ascensos frustrados, Félix Sancho fundó el San Pablo sobre las cenizas del Tizona y apostó por la continuidad de Andreu Casadevall en el banquillo. Sin embargo, el valenciano decidió salir a mitad de temporada rumbo a la ACB. Como medida provisional,  dieron las responsabilidad a Epi, ese chico de Burgos que llevaba una década como segundo entrenador en el baloncesto de la ciudad. Pocos serán los que hayan ido El Plantío y recuerden el banquillo local sin su presencia. Eso sí, siempre en segundo plano.

La decisión de dejar el proyecto en manos de aquel chaval de 36 años sin experiencia como primer entrenador suscitó algunas dudas en el entorno del club y la afición.  Siempre ha tenido que vivir con eso. Todavía hay alguno que lo reconoce en los aledaños del Coliseum. Por aquel entonces, nadie podía imaginar que ese chico de gafas y cara de buena gente iba a escribir las páginas más gloriosas de la historia del San Pablo.

Sin hacer mucho ruido y relativizando siempre los éxitos y las derrotas, Epi logró meter al conjunto azulón en las semifinales del play off en su primer año. Casualidades de la vida, el Huesca de Goran Huskic fue aquella vez su verdugo.

A la campaña siguiente, ya con más tiempo para la planificación, el San Pablo armó una plantilla para estar entre los primeros y, pese al dubitativo inicio de curso, en febrero ya se empezó a soñar con el ascenso. Para aquel entonces, el cuadro dirigido por Epi era una máquina perfectamente engrasada que apabulló a todos sus rivales hasta lograr un 9-0 en el play off, una gesta inédita en LEB Oro hasta ese momento.

Tras cumplir en la cancha, el trabajo en los despachos hizo que Burgos compitiera por primera vez en su historia en ACB. Para más orgullo, la presidencia, la dirección deportiva y el banquillo estaban en manos de burgaleses.

La ciudad se volcó con el equipo hasta generar un fenómeno social sin precedentes en las últimas décadas. Con el ‘boom’ del baloncesto, aumentó la presión y a Epi le fueron saliendo canas con cada derrota encajada. Hasta siete seguidas en las primeras jornadas. Sin embargo, la confianza en él se mantuvo intacta y, a la postre, resultó ser un gran acierto. El San Pablo resurgió de sus cenizas y consiguió la salvación de forma holgada.

La ambición de la directiva le exigió un poco más en la segunda aventura en la Liga Endesa y le puso como objetivo acabar entre los 11 primeros para tener la posibilidad de jugar en Europa. Epi disfrutó de momentos históricos, como las victorias ante el Baskonia y el Unicaja, pero también estuvo a punto de ser destituido si llega a perder contra el Gipuzkoa. Fueron los altibajos de una temporada marcada por la salida y venida de jugadores, hecho que mermó claramente la progresión del equipo. Pero Epi nunca lo puso como excusa. No es su estilo. Tampoco habrá reproches en su adiós. Se marchará como vino, sin hacer ruido y con las mismas palabras que ha repetido como un mantra durante los últimos meses: «Lo importante es el club, no yo».