Una pareja de ideas tomar

P.C.P.
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Eva García y Álvaro Aparicio quieren ser algo más que la tendera y el hostelero de Villasandino y cuidar de sus mayores

Álvaro Aparicio tuvo un restaurante en Bilbao y ahora gestiona el único bar de Villasandino, donde habilitará una biblioteca. - Foto: Jesús J. Matí­as

Álvaro Aparicio vivió en Villasandino hasta los 4 años con su abuela. Ya entonces había comenzado el éxodo poblacional de una localidad que llegó a contar con casi 1.000 habitantes y 5 bares. Creció ajeno a ese declive, trabajó en la hostelería y tuvo un restaurante en Bilbao antes de volver tras la única barra de su pueblo materno.

Eva García también se crió en la comarca, concretamente en Melgar de Fernamental, a donde sus padres llegaron en busca de un clima seco para el asma que padecía su hermana. En casa de su abuela jugaba a ser tendera o criada. Después recorrió España con una empresa de montaje de tubería industrial antes de ponerse tras el único mostrador de Villasandino. 

Cuando el último bar del pueblo cerró, la antigua casa cuartel de la Guardia Civil -que también había abandonado la plaza- se convirtió en cantina. Otra pareja quiere ahora dignificar y dinamizar este espacio, Eva y Álvaro. Álvaro y Eva. Y se proponen hacerlo a contracorriente. No buscan, de primeras, atraer a familias con niños ni a jóvenes teletrabajadores, miran hacia los mayores que ya están en el pueblo,  prácticamente sus únicos clientes durante todo el invierno. «En verano esto es una locura, no hace falta organizar nada» pero cuando cae el otoño necesitan un lugar para pasar las tardes con calor y en compañía. «El coronavirus a la gente mayor le ha afectado mucho», porque ha estado muy sola», opinan.  «Ya que vivimos de ellos, debemos intentar tratarles lo mejor posible», apostillan. 

Eva García regenta la tienda. Su marido la ‘usará’ de «gancho» para organizar actividades con las ‘abuelas’. Eva García regenta la tienda. Su marido la ‘usará’ de «gancho» para organizar actividades con las ‘abuelas’. - Foto: Jesús J. Matí­as

Tras quedarse con la concesión municipal del bar, Álvaro quiere acondicionar la sala multiusos de la primera planta, donde se ubicaron los calabozos,  como biblioteca y espacio para talleres, clases de cocina... «Los abuelos ya salen, nos cuesta sacar un poco más a las abuelas», comenta cariñosamente. Su mujer será el gancho. «Ella me las va a traer», afirma convencido por la experiencia de la tienda.

Hace unos años volvieron al pueblo, con dos hijos.Álvaro se buscó la vida como cocinero, en Osorno, en la residencia de Los Balbases... Eva abrió un comercio de ultramarinos hace 7 años.«Esto más que una tienda es un centro social.En pleno invierno, que no hay nada abierto y los días son más cortos, vienen aquí, se ponen a cascar un poco y haces de psicóloga. No por ellas, sino por mí también. Es una maravilla», relata Eva emocionada. Entre ambos cuidan también de dos abuelas. «Gente que no se atreve a irse a residencias, que prefiere quedarse en casa», explica ella. Limpian, cocinan, las llevan al médico, a los análisis...

Tenían decidido comprar un terreno al lado de la tienda y crecer con un negocio hostelero y social. «Entregamos el proyecto y empezó la pandemia y ya vimos que era inviable», confiesa Álvaro, resignado. Pero casi con la misma fuerza que la covid se cruzó en sus vidas lo hizo el nuevo alcalde de Villasandino, el joven Miguel Mediavilla, para quien no escatiman halagos. «Ha sido la luz, para mí, para el pueblo... Porque es un chaval joven, tiene muchas ganas, te escucha, empatiza, es fantástico... Estoy encantado,  en un año vamos a hacer lo que no han hecho aquí en toda la vida», se explaya Álvaro en el bar. Sin tiempo para ponerse de acuerdo, y tras el mostrador de la tienda,Eva redobla los halagos.

«Miguel se preocupa, escucha a todo el mundo. Es lo mejor que nos ha pasado. Hablo en general, al pueblo entero. El Ayuntamiento está haciendo un montón de cosas, se porta muy bien con todos», recalca.

Y las ganas de hacer las cosas bien se contagian. «El bar del pueblo no tiene por qué ser la tasca antigua.Yo quiero darle la vuelta a esa idea y ofrecer un servicio profesional como el de cualquier capital. No tienes por qué tener un mal café, un mal producto, un mal servicio o unas malas instalaciones...Nada diferente a una capital. Porque no haya competencia no todo vale», apunta Álvaro.Es más, cree que «es un arma de doble filo. Tienes que hacerlo muy bien porque eres el único, la gente no puede elegir, tú mismo tienes que ser consecuente con eso», explica para huir del tópico de que en las cantinas municipales acaban los rebotados, los que fracasan en otros lugares.

Si a Eva y Álvaro les faltan ideas, que no es el caso, se las prestan. Por ejemplo, la de crear una biblioteca se le ocurrió a otra pareja, que ha llegado de Vitoria para quedarse en Villasandino. Porque el que prueba y puede, se queda. «Yo no cambio el pueblo por nada», concluyen.