Febrero de 1918 - Un pueblo devastado por el fuego

R.B.
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La tarde del día 26, un pavoroso incendio destruyó casi en su totalidad la localidad de Huerta de Rey. Cerca de 300 casas acabaron completamente calcinadas y más de 250 familias quedaron sumidas en la mayor de los desamparos. Perecieron dos personas

Los vecinos se afanan en la reconstrucción de las casas, que fueron completamente devastadas por el espectacular incendio que arrasó la localidad burgalesa. - Foto: Archivo Municipal de Burgos Alfonso Vadillo

EL ORIGEN: El primer incendio se produjo en una casa de la plaza de los cochinos.

CAUSAS: Se desconocen, aunque el fuerte viento reinante fue lo que lo propagó por toda la localidad.

DAÑOS: Dos personas murieron y cerca de 250 casas resultaron destrozadas.

Un pequeño incendio originado en una vivienda de la entonces denominada plaza de los cochinos fue el origen de la mayor catástrofe que se recuerda en la localidad de Huerta de Rey. El fuerte viento reinante (un huracán según las crónicas de la época) y los materiales con los que estaban hechas las viviendas convirtieron en cenizas la localidad, que gozaba en aquel 1918 de uno de sus momentos más prósperos. Dos personas murieron en la quema: una anciana de 70 años que apareció completamente calcinada cuando se efectuaron los trabajos de desescombro y un enfermo de edad indeterminada que fue sacado de su casa para evitar que pereciera abrasado y falleció en plena calle.

No se registraron más daños personales, pero los materiales fueron cuantiosos. Apenas unas pocas casas, las situadas al lado del río o en la carretera, resultaron indemnes. Los que lo vivieron en primera persona contaban como el vendaval «levantaba a más de 30 metros las tablas ardiendo de los tejados y las desparramaba en todas las direcciones, convirtiendo al pueblo en una inmensa hoguera». Esto explica, por ejemplo, como ardió completamente la casa-cuartel de la Guardia Civil, «de moderna construcción» y ubicada a la salida de la localidad, a unos 400 metros de su núcleo urbano.

Lo mismo le pasó a otras 250 edificaciones, que una por una fueron desmoronándose al ritmo que marcaban las potentes llamas. Desaparición la Casa Consistorial, la escuela, la farmacia «y todos los establecimientos públicos y privados». Los primeros cálculos indicaban que solo 70 inmuebles se habían salvado del efecto devastador del fuego.

Los esfuerzos de la población apagar las enormes llamaradas fueron infructuosas y en unas pocas horas del pueblo solo quedaba el nombre. Eso, a pesar de que de todos los pueblos del entorno (Arauzo de Miel Doñasantos, Torre, Peñalba de Castro, Hinojar del Rey, Quintanarraya e, incluso, Coruña del Conde) salieron gentes para colaborar en la lucha contra el fuego.

Hasta 6.000 personas acudieron a Huerta de Rey para colaborar en las labores de extinción, que se prolongaron durante más de un día. La noticia del suceso y de su magnitud llegó pronto a la capital burgalesa y desde allí se trasladaron tanto el Gobernador Civil como el diputado nacional Rodrigo de Sebastián. Nunca pensaron, sin embargo, que lo que iban a contemplar en el lugar de los hechos les iba a marcar tanto.

«Cuando llegamos, aquello no era un pueblo sino un enorme montón de humeantes ruinas en las que se consumían los últimos restos de edificaciones», explicaron al cronista. La comitiva también quedó preocupada por la actitud de sus habitantes. «Los vecinos de Huerta de Rey se hayan tan aplanados, en tal estado de ánimo, que parecen seres sin conciencia de que les sucede; indiferentes a cuanto les rodea», añadieron.

Las diferentes administraciones declararon el incendio como «catástrofe nacional» y pronto pusieron en marcha todas las medidas necesarias para paliar, en la medida de lo posible, sus consecuencias. Así se enviaron telegramas para comunicar la gravedad del suceso y solicitando ayudas puntuales. Por ejemplo, se pidió al Ministerio de Fomento que los vecinos pudieran utilizar la madera de los montes de la localidad para reconstruir sus viviendas.

La prensa de Madrid se hizo eco de la fatal noticia y ‘El Liberal’, por ejemplo, la tituló con un más que expresivo «Un pueblo que desaparece». Al parecer, la propia Reina se conmovió por esta desgracia y escribió al Arzobispo indicándole la donación de 300 piezas de ropa para socorrer a los desfavorecidos. La Cámara de Comercio de Burgos escribió una carta a sus organizaciones hermanas «de España y el extranjero», para que colaboraran económicamente.

La ciudadanía burgalesa se volcó en ayudar a los huertaños a través de las diferentes suscripciones populares abiertas para tal fin. Tanto los particulares como las industrias y prácticamente todas las corporaciones municipales de la provincia hicieron los preceptivos donativos, que vinieron a sumarse a los que efectuaron el Gobierno civil y la Diputación. En la que abrió Diario de Burgos siguieron aportándose fondos durante muchos meses. En septiembre de ese año, llevaba ya 90.000 pesetas recaudadas.

Resulta imposible saber a cuánto ascendieron las pérdidas por el incendio, aunque las primeras estimaciones las fijaban en tres millones de pesetas. Muy comentado fue el caso de Arsenio Rico que, haciendo honor a su apellido, perdió 20.000 duros en el incendio. Huerta tardó muchos años en recuperarse de aquello.

* Este artículo fue publicado en la edición impresa el 20 de junio de 2003