No mientan más: Illa, aliado de los sediciosos

Carlos Dávila
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La promesa de los interfectos es pura falacia, pero los hechos cantan y son inequívocos: la nueva alianza ya está formalizada con los independentistas

No mientan más: Illa, aliado de los sediciosos - Foto: ALBERT GEA

Hay veces que a la política hay que aplicarle la famosa prueba del nueve que practicábamos los escolares del siglo XX para autentificar nuestras cuentas. Pues, ¿qué es la prueba del nueve en una contingencia en la que se duda de la hipotética y nueva alianza entre los socialistas y los separatistas? Fácil: las propias palabras de unos y de otros. En el argumentario electoral de Illa (no el escrito, que ese siempre es papel mojado) se vende que él nunca pactará con el secesionismo. Pero eso sucede, pongamos por ejemplo, a las 13 horas de un martes; bien, minuto arriba, minuto abajo, el partido de Illa, el PSOE de Pedro Sánchez, embustero entre los embusteros, se suma a una propuesta de la Esquerra de Oriol Junqueras, y aprueba la recreación de la mesa de partidos, que ya empezó a sentar cátedra en el otoño, y en la que se va dilucidar (lo han dicho los rebeldes) la autodeterminación de Cataluña, por la vía directa de un referéndum de autodeterminación. Esto y, además, la amnistía para la pléyade de delincuentes a los que la Generalidad ha puesto en libertad.

 Esa es la prueba del nueve: la promesa de los interfectos es una pura falacia, pero los hechos cantan y éstos son inequívocos: la nueva alianza ya está formalizada con los independentistas y se puede resumir en esta dialéctica ecuación: «Nosotros (Sánchez) en Madrid, y vosotros (Junqueras) en Cataluña». Illa está engañando en esos mítines sombríos que está prodigando por Cataluña para horror de la tecnología. Está mintiendo como su colega (¡fíjense a quién me remito!) Epiménides, un griego, embustero patológico, que, al parecer, cuando no le daba por perpetrar poemas horrendos amenazaba al personal con las llamadas paradojas falsídicas, un artilugio retórico que muchos siglos después ha resucitado el ahora candidato en sus comparecencias y que son idénticas a las que durante año y medio articuló para falsear la realidad de la brutal pandemia. ¿O es que nadie se acuerda ya, sin ir más lejos de una triada de apariciones públicas en las que IIla, sin despeinar el flequillo, anunciaba al tiempo unos datos escalofriantes y una mejoría notoria a corto plazo. ¿No era falsídica esta martingala indecente?

 Me informan que en los próximos días, última semana de la campaña que llegará hasta el domingo 14, los paracaidistas de Sánchez aterrizarán en el Principado para, en una pirueta maloliente, sacar todo lo más negro de la bolsa de sus ardides de campaña. Por ejemplo, se van a adjudicar la resistencia de los catalanes al franquismo. Como suena. 

Quizá no arbitren esta argucia con mucha sonoridad no vaya a ser que a ellos, y también, claro está, a los de Junqueras y demás cuadrilla, algún francotirador recuerde la complacencia de los ahora independentistas, antes colaboracionistas con el general Franco. Bastaría con traer a colación aquel exordio del Abad Mitrado de Montserrat, de apellido Marcet, que con el autócrata de cuerpo y fajín presentes, clamó así: «Vemos en vos el instrumento de la Presidencia para devolvernos nuestros templos y nuestros hogares y, con ellos, el ejercicio de los derechos de los cristianos y de los españoles». Así que cuidadito cuando esgrimen la antinomia con el dictador para atizar al PP y a Vox porque, a lo mejor, terminan trasquilados.

Es curioso, pero muy inteligible, que el falaz Illa no esté en el trance actual oponiendo a los cánticos secesionistas, falsos en datos y en pronósticos, los datos certeros que preconizan que la independencia acarrearía a Cataluña el desplome absoluto del su gran ídolo: la pela. 

Esta semana, un economista de las propias Ramblas de Barcelona, Gay de Liébana, ha anticipado que la huida de España llevaría la deuda publica del Principado nada menos que hasta un 126 por ciento del Producto Interior Bruto, y otro profesional universitario, también muy reputado, ha calculado públicamente que la asunción total de competencias en Defensa, Justicia y Asuntos Exteriores le costaría a la Generalidad no menos de 40.000 millones de euros. Y todo esto, tirando por lo bajo. Es de entender porque Illa tampoco sabe de esto y, por eso, su campaña solo vende el eslogan que le han preparado en Madrid, un genérico Vuelve Cataluña con el que viene a prometer con todo el papo posible que ellos, los socialistas, los que han arruinado España, conseguirán que las 36.000 sociedades que se han fugado de Cataluña desde la proclamación otoñal del 17, regresen a la región. Otra mentira porque ¿saben cuantas empresas procedentes de allí se han instalado en el mes de enero en la Comunidad de Madrid? Nada menos que 8.000.

Pues todo esto, lo van a conseguir Illa y sus cuates de Madrid que el martes discutieron en el Consejo de Ministros una proposición de sus socios leninistas de Podemos consistente en que los propietarios de algo más que un par de viviendas, tengan por ley que dejar que el 30 por ciento de su superficie se ceda para objetivos sociales. Este desmán, a punto de aprobarse porque algo se tiene que llevar a la boca el comunista Iglesias, se está propalando en una campaña de Cataluña, cuya capital, Barcelona, ostenta por méritos propios el galardón de ser la capital mundial de los desahucios y la okupación. Una bagatela alimentada por la alcaldesa, Ada Colau, cuyo partido, Los Comunes, se va a pegar un trastazo de época en las elecciones del 14. Illa cuenta con Colau porque es la franquicia de Podemos en Cataluña. Solo con su apoyo no se sentará en el Palacio de San Jorge, pero con Colau y Esquerra puede componer un tripartito que organice allí el mismo cacao maravillao que ya es la nota distintiva del Gobierno de Sánchez en toda España.

 

Embustero

Ya hemos desgranado todos los ardides que el embustero filósofo ha expandido para hacerse con el poder en Cataluña. La verdad es que en muchos lugares de España, incluida en la termomix madrileña, le están comprando la mercancía, y se están creyendo la misma promesa con que ya se despachó Sánchez en las vísperas de las pasadas elecciones generales: «No pactaré con los independentistas», proclamó con suma arrogancia. 

Lo mismo dice y repite Illa, sin despeinarse, porque él ha aprendido en Madrid que en la España social leninista que soportamos, la mentira no tiene pena. Incluso, parece divertida para uso y disfrute de las tertulias comprometidas. Lo cierto es que habrá pacto con los secesionistas y que ello tendrá un gran precio a corto plazo: el indulto total a los delincuentes de Lledoners y la apertura de un proceso de separación en el que el referéndum será, con toda certeza, la estrella invitada.