Ensoñaciones de una niña valiente

A.S.R
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La dramaturga y directora María Velasco presenta 'Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra', una propuesta que gira en torno al ecologismo y al feminismo, en el Festival de Otoño de Madrid

Laia Manzanares interpreta a la protagonista de este nuevo montaje. - Foto: Mara Alonso

María Velasco aflora como una de las autoras teatrales de referencia en la actualidad. El estreno de sus montajes despierta la curiosidad de crítica, colegas y público y está a punto de llevar al escenario una nueva producción. Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra se presenta el jueves, viernes y sábado en la Sala Cuarta Pared de Madrid dentro del Festival de Otoño, un encuentro en el que participa por primera vez en el cartel, pero que tiene como cita fija en la agenda desde que llegó a la capital del reino. Las entradas están agotadas, tanto las físicas como las disponibles para el día 28 por streaming. Cosas de estos tiempos extraños que la creadora de este nuevo espectáculo lleva con resignación pues desde el principio han trabajado con esa espada de Damocles y hasta han tenido que luchar contra ella. 

«El bailarín y coreógrafo fue positivo, con síntomas, en los primeros días de ensayo y ya nos dimos cuenta de que sería un proceso frágil, donde parte de la obra sería resistir y cuidarnos. Nos hemos considerado una burbuja de convivencia. Estos meses han sido una apuesta artística y también vital», desvela Velasco. 

Burgos está en el origen de Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra. «La obra surge de un recuerdo íntimo que se ubica en El Parral, en una tarde de merienda familiar de la que yo me automargino y me pongo a escribir y dibujar bajo la sombra de un árbol, me quedo pegada a la resina y me cortan el pelo. Surge de esta anécdota muy pequeñita que recuerdo en estos días de encierro, de alejamiento de la naturaleza y de lo que verdaderamente importa, las ganas de volver a ese árbol e incluso abrazarlo», deshilacha la autora y agrega que ahí enhebra una reflexión sobre «cómo la educación nos va separando de lo natural y justamente lo que nos dicen que es natural no tiene nada que ver con la naturaleza». «Es una protesta contra una forma de educación, contra una forma de vida muy inauténtica, basada casi en la producción y nuestra autoexplotación como seres humanos», concluye. 

El feminismo y el ecologismo corren por las tablas en este montaje. Dos corrientes que están de moda, sí, pero que en opinión de Velasco no es fortuita. «En estos momentos necesitamos movimientos capaces de devolver la fe a los individuos en proyectos colectivos y salvíficos, que nos ayuden a salir de este ambiente generalizado de autodestrucción. Para mí la ecología y el feminismo se están convirtiendo en una especie de pegamento social porque nos está devolviendo la fe en una posibilidad de cambio que, ahora mismo, tal y como dicen desde distintos frentes, incluida la ciencia, es la única posibilidad de supervivencia», desarrolla la dramaturga, quien advierte que, además de subirse a estos movimientos en el momento actual, a ella son temas que le conciernen personalmente y que se mantienen latentes en todas sus producciones porque son asuntos que aún no tiene resueltos. 

Porque la preocupa que siga ardiendo la Amazonía; porque se siente unida a a las mujeres de Chile que se rebelaron y entona con ellas a voz en grito el ya convertido en un himno Un violador en tu camino... «¿Cómo cerrar los ojos a esa realidad?», se pregunta. 

Laia Manzanares (Estoy vivo, Merlí...) es la protagonista de esta propuesta a la que acompañan las palabras comunión, ceremonia y venganza. Porque Velasco se revuelve contra la educación sexual y emocional recibida y enfrenta este texto como «un vía crucis generacional para desaprender lo aprendido, no solo en el entorno y lugar de nacimiento, sino también en la academia y la universidad, donde yo llego a obtener el doctorado, pero que es un mundo que hoy ya no me interesa, un sitio muy jerarquizado, muy patriarcal, donde hay mucho chanchullo de puertas para adentro». He ahí su venganza. Su rechazo a esos juegos sociales y su denuncia en voz alta. 

Pero, al mismo tiempo, huye de los sentimientos negativos que no construyen y abraza la naturaleza y aboga por una vuelta a lo que verdaderamente importa. Reencuentro y ceremonia. 

Todas estas reflexiones subyacen en Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra, que en las tablas dibuja una suma de disciplinas artísticas. «Netflix o HBO ya cuentan historias muy bien, pero el teatro tiene la presencia, el directo y el rito», diferencia Velasco, que colabora con la danza, en ese empeño suyo por recuperar la piel, el cuerpo del actor, y con la plástica y el espacio sonoro para trabajar las ensoñaciones, las imágenes poéticas, de esa adolescente que se retira a leer en el bosque y da pie a todo un alegato. 

A punto de estrenar, tiene ya casi las maletas preparadas para viajar a Cataluña, una comunidad donde, dice, curiosamente la están llegando muchos proyectos. Volverá a trabajar con Les Impuxibles, una compañía conocida y reconocida, con la que colaboró en Suite TOC núm 6, que lleva un año de gira y obtuvo importantes premios. La nueva creación se llama FAM y esperan estrenar el próximo año. De momento, María Velasco tiene una cita con el público de Madrid. «Reunirse hoy día en un teatro es emocionante». Y a ella no le queda nada. Tictac, tictac.