Una de las últimas personas que ha llegado a terapia a la asociación Ludopatía Burgos (conocida por sus antiguas siglas, Abaj) tiene 70 años y lleva toda su vida jugando. Es un caso peculiar porque no es de los nuevos perfiles atrapados por el juego a través de internet pero tampoco se gasta el dinero en las tragaperras.
El casino y la bolsa han sido su perdición desde una soberana falta de conciencia de enfermedad, un elemento muy coincidente con el de los jugadores de reciente creación, muchos de los cuales se han gestado al calor del confinamiento, como explica el psicólogo de la entidad David Burgos.
«Este paciente se llama a sí mismo 'inversor', algo que es idéntico a lo que les pasa a los jóvenes que tienen adicción al juego on line, que se consideran muy listos y unos inversores y lo que son es unos perdedores que, además, caen en la adicción mucho más rápidamente que el clásico adicto de tragaperras y bingo: en cinco o seis meses se ha enganchado porque internet no da tregua y no deja ni un segundo de enviar estímulos, de prometer ganancias y de facilitar préstamos inmediatos», señala.
(El reportaje completo, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)