Una montaña escarpada, con rampas que llegan al 18%, marcan el ascenso a Picón Blanco. Pero en las tres anteriores ascensiones (este puerto se comenzó a subir en 2017) siempre está presente la climatología. Sin ir más lejos, en 2019 Iván Sosa emergió entre la niebla para hacerse con la victoria. Ayer no apareció la niebla, pero si un vendaval y una amenaza de tormenta que tuvo en vilo a todo el mundo. 

El calor sofocante marcó la jornada, también unas rachas de aire que permitieron algunos intentos de abanicos, pero todo cambió en la cima de Picón Blanco. Allí el viento soplaba con una fuerza inusitada y fue creciendo con el paso de los minutos. Su fuerza era tal que tiró vallas y hubo que cambiar el pequeño palco donde se entregan los trofeos al final de cada jornada.

Los operarios de la vuelta se las vieron y desearon para mantener toda la publicidad en pie y al preocupación creció cuando unos negros nubarrones de tormenta se fueron acercando a la cima.

Por suerte los corredores pudieron llegar a meta sin lluvia. A los primeros el aire les dio una tregua, pero los últimos sufrieron rachas muy más fuertes, lo mismo que los espectadores que se acercaron a la cima. 

Una criba importante. A nivel deportivo el ascenso a Picón Blanco fue una auténtica escabechina y la victoria final ha quedado reducida a un puñado de corredores que se la jugarán en Neila.
La lista de damnificados es enorme, pero sobre todo llama la atención la debacle del Movistar. Llegó a la Vuelta a Burgos con sus tres líderes (Alejandro Valverde, Enric Mas y Marc Soler). Serán los jefes en el Tour y en el Giro, pero ayer nunca estuvieron con opciones. 

(Información completa en la edición impresa de Diario de Burgos)