El sensor que simplifica la diabetes

G.G.U.
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Menos pinchazos y más información. La monitorización 'Flash' del control glucémico ha supuesto un antes y un después para las personas con exceso de azúcar en sangre, sobre todo en la niñez

Cristina Llorente pasa el lector junto a Cecilia, de 9 años, que lleva el sensor en el brazo. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Cada hora y media estuvieron levantándose durante años Cristina Llorente y César Marcos por la noche para pinchar en uno de los dedos a su hija y saber cuál era el nivel de azúcar en sangre de la niña, Cecilia, diagnosticada de diabetes a los tres años. «Además de interrumpir su ciclo de sueño, muchas veces ya no nos volvíamos a dormir porque la medición en sangre te da valor numérico, pero no la tendencia, si la glucosa sube o baja», explica esta pareja, que incorporó la denominada monitorización ‘Flash’ a su día a día en cuanto salió al mercado para ganar tranquilidad. «Ahora nos levantamos dos veces para medirle y ella no se entera», afirman, ejemplificando con un hecho concreto cómo influye la tecnología en el control de la enfermedad de la pequeña, que ahora tiene 9 años.

La monitorización ‘Flash’ del control glucémico es un sistema para pacientes de más de 4 años que consiste en un sensor que se pega en el brazo de la persona con diabetes -como un parche- y mide la glucosa que hay en el líquido que rodea las células de los tejidos que están justo bajo la piel (líquido intersticial), que da un valor distinto al que hay en sangre, pero orienta. Para conocer esa información hay que acercar al brazo un lector con forma de móvil, en cuya pantalla aparece el valor numérico y una flecha que indica la tendencia del azúcar: si es estable, ascendente o descendente. «Esta monitorización ayuda mucho, porque reduce el número de pinchazos y con la tendencia aporta una información complementaria muy valiosa», explica la pediatra del HUBU Amaya Blanco, que es, con la también pediatra Laura Puente, responsable de atender la diabetes en la infancia. «Casi todos nuestros pacientes lo llevan», apunta Blanco, cuantificando en «unos 45» los menores tratados en Pediatría del HUBU que ya usan este sistema, financiado por Sacyl desde hace un año.

Esta tecnología puede completarse con unas aplicaciones para móviles -con sistemas operativos avanzados- que permiten visualizar los datos del lector en uno o en varios teléfonos al mismo tiempo. Así, cada vez que alguien acerca el lector al sensor, la información aparece en las pantallas de los dispositivos conectados y ayuda a tomar en la distancia decisiones que eviten la hipo o la hiperglucemia, sobre todo cuando el paciente es un menor que está en el colegio.

Sin embargo, en este supuesto hay que contar con la colaboración del profesorado, para que pase el lector por el sensor cuantas veces sea necesario y, suponiendo que haya accedido, para que adopte medidas con respecto a los alimentos o a la insulina. «No tienen obligación legal de administrarla ni de hacer glucemias, aunque sí hay bastante voluntariedad», apunta la pediatra, que da cursos y formación tanto en Educación como en los centros escolares que lo solicitan «para que sepan en qué consiste el manejo y cuándo tendrían que actuar de forma urgente».

En el caso de Cecilia, la menor que protagoniza este reportaje, sus profesores siempre han colaborado con la familia y su madre, Cristina Llorente, explica que eso le permitió seguir trabajando con una reducción del 50%. Pero hay otros muchos casos en los que el diagnóstico de diabetes obliga a uno de los dos progenitores a dejar su empleo para atender todas las necesidades del niño. «Nosotros somos estrictos, así que antes de la monitorización la pinchábamos diez o doce veces al día; ahora, como mucho son cinco», explica Llorente, especificando que, para ajustar con precisión la insulina, hay que mirar los valores en sangre.

Algo que no todas las familias respetan y, ahí, la pediatra Amaya Blanco es tajante:hay que seguir pinchando. «El aparato es muy fiable en valores normales, entre 80 y 180. Pero fuera de ese rango no es tan exacto y necesitamos saber cómo estamos, porque un niño con hipoglucemia no necesita el mismo tratamiento si está en 70 que si está en 37», sentencia.

Así que es la compaginación de las dos mediciones lo que facilita la vida a los pacientes con una tecnología que no deja de avanzar. De hecho, ya hay sistemas que miden los niveles de glucosa sin necesidad de lector y lo envían a un móvil en tiempo real. «La monitorización ‘Flash’ es una maravilla, pero la continua es la ideal y la que ahora reclamamos a Sacyl», concluye Llorente, que también es presidenta de la asociación Asdibur.