Una herida cerrada: Benjamín murió en La Pedraja

Ó.C.
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La familia de este vecino de Miranda, que desapareció en el inicio de la Guerra Civil, encuentra los restos de su abuelo gracias al ADN

Imagen cedida por la familia de Benjamín García.

Mariluz García descolgó el teléfono hace unos días sin saber que atendía una llamada que llevaba esperando 16 años: habían encontrado a su abuelo. Su nombre era Benjamín García Pulgar, un ferroviario con nueve hijos que en agosto de 1936 fue trasladado a la prisión de Burgos, de la que salió dirección a La Pedraja, donde le fusilaron. Su nieta cuenta su historia con la sensación de haber cerrado una herida, y con el recuerdo de su padre, hijo de Benjamín, que no hablaba mucho de esta historia. «Nos contó poca cosa y lo poco que sabíamos nos lo contaba mi madre», relata Mariluz, que reconoce que «la sensación que tuve cuando me enteré fue increíble, indescriptible, porque casi lo habíamos dado por perdido».

Su camino surgió en 2005 y el punto en el que empezó todo fue «la cárcel de Burgos, porque nos imaginábamos que lo habían llevado allí». De ese primer paso sacaron «el expediente de prisión y la carta de libertad», con los que conocieron que el ingreso se produjo en agosto y solo estuvo un mes. Con los documentos oficiales dieron algo de luz, «porque hasta ese momento sabíamos que se lo llevaron y nunca más volvió». En cualquier caso, en el expediente de la prisión no había rastro de juicio ni de otro proceso, por lo que quedaron un poco descolocadas. La solución la encontraron en un artículo de prensa sobre la labor de la Agrupación de Familiares de las Personas Asesinadas de la Pedraja y hablaron con este colectivo.

«Recuerdo que iniciamos lo contactos con María Jesús Barcina, que se portó con una campeona», indica la nieta de Benjamín, que explica que a través de una muestra de saliva pudieron cotejar los restos del ADN recogidos en una de las fosas comunes y encontrar a su abuelo, aunque «lo hicimos por casualidad», reconoce.

Así cierran la herida y Mariluz reconoce que «sobre todo lo he hecho por mi padre que supongo que  estaría agradecido porque le hubiera gustado saber dónde estaba». El relato, como sucede en muchas casas en las que sufrieron la represión, quedó oculto «aunque yo sí que lo se lo cuento a mis hijos porque hay que acordarse de estas cosas», defiende Mariluz.

Su abuela tampoco contaba nada «porque la dejaron sola con nueve hijos y no la dieron ni la paga del mes que mi abuelo había trabajado». Entre lo poco que sabían era que «fueron los militares a decirle que tenía que ir a declarar» y Mariluz afirma que su abuelo «no estaba en ningún bando» porque no tenía relación con partidos ni sindicatos. «Tiempo iba a tener el hombre con nueve hijos», ironiza su nieta, que indica que hasta 1941 no lo reconocieron como desaparecido.

Ahora tienen que resolver qué hacer con los restos de su abuelo «y tampoco lo tenemos muy claro, pero lo más probable es que lo dejemos como un homenaje porque lo importante era saber dónde estaba», agradece Mariluz.

Otro más. En la Agrupación de Familiares de las Personas Asesinadas en el Monte de la Pedraja, su  presidente Miguel Ángel Martínez remarca que este supone un triunfo más dentro de la historia que empezaron en 2008. Además admite que sirve para visibilizar su objetivo porque «todavía hay gente que desconoce los trabajos que realizamos», como era el caso de Mariluz hasta hace un par de años. En La Pedraja encontraron los restos de 135 personas, de las que se han identificado a 22, de las cuales doce salieron de Miranda.