El guion de una ilusión

ALMUDENA SANZ
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Jorge del Caño, sobrino nieto de Antonio Giménez-Rico, proyecta una exposición sobre el director burgalés fallecido como un reconocimiento a su aportación a este arte y 'resucitarlo' para las nuevas generaciones

El disputado voto del Sr. Cayo (hoy); Jarrapellejos (miércoles 16) y Vestida de azul (miércoles 23).

Podría ser el guion de una película. Un filme protagonizado por el sobrino cinéfilo, que crece en una familia a la que pertenece uno de los directores más prolijos y arriesgados de la historia del cine español, con la consiguiente admiración, casi idolatría, y la fortuna de poder tratarle de tú a tú, compartir inquietudes creativas, discusiones sobre aquel título, el elenco del último estreno o el buen giro final de tal largometraje. Un joven que, poco a poco, en internet y tiendas de viejo, reúne una importante colección de objetos referentes a su filmografía y que a la muerte de esa figura del séptimo arte siente que se merece una exposición que glose el personaje y la producción. El guion de esta cinta existe. Ese cineasta se llama Antonio Giménez-Rico y ese admirador confeso es su sobrino nieto Jorge del Caño. Ya ha empezado a mover los hilos de esta aventura. Él, prudente, solo habla de proyecto. Pero ya cuenta con el material, tanto propio como prestado por quienes trabajaron con el realizador de Las ratas, y ha iniciado los contactos con instituciones y entidades en busca de apoyo. 

Nada hay sobre el papel, ni promotores, ni salas ni fechas, y la cautela frena la emoción de este amante del cine sabedor, al mismo tiempo, de que la singladura atracará en buen puerto. 

«El primer objetivo, por supuesto, es hacerle un homenaje a Antonio, que ha sido un director de cine muy importante, muy revolucionario para su época, se peleó con la censura constantemente, hizo hace cuarenta años Vestida de azul, una película protagonizada por travestis, tema aún controvertido, y que en los últimos años no ha tenido la proyección y el reconocimiento que se merecía. Además, tras su fallecimiento, por culpa de la pandemia, no se le ha podido dar el homenaje debido», se arranca Del Caño, que, en las redes sociales, donde ya comparte esta ilusión, se hace llamar Jorge Giménez-Rico para facilitar la conexión. 

Une a este fin otro que tilda de más personal motivado por su propia experiencia. «Soy consciente de que si Antonio no fuera familiar mío es muy probable que, siendo su última película en 2008 (El libro de las aguas) y sin haber tenido esa repercusión que sí tuvieron otras, no lo conociera. Ha sobrevivido mal al paso del tiempo y los de mi quinta, los menores de cuarenta, quizás salvo los burgaleses, es poco probable que lo conozcan. Se trata de resucitarlo para una generación a la que no ha llegado», avanza el impulsor de esta gran muestra que, espera, cristalice en 2022 con Burgos como primera, pero no única, plaza. 

El destino quiso que él sí supiera, y bien, de esa trayectoria. No se veían a diario, pero la inquietud cinéfila de Jorge sí le llevaba a aprovechar las reuniones familiares para escuchar chascarrillos de rodaje, hablar de cine o que le recomendara películas. «Era un gusto charlar con él», enfatiza este madrileño del 95 que hace unos años comenzó a reunir unos fondos personales sobre su filmografía. No estaba en su ánimo entonces, ni mucho menos, ningún homenaje, ni en vida ni póstumo. Su única intención era quedar un día con él, tomar un café y sorprenderle. Pero, entre los años que pasó en el extranjero y las restricciones de la pandemia, la muerte del cineasta el pasado mes de febrero sorprendió a todos y truncó este deseo. 

Se vio con una relevante colección, carteles, carátulas, guiones, fotografías, casetes..., sin destino. Se le encendió la bombilla y la idea tomó volumen. 

Pero la exposición con la que sueña vuelta alto. Ya ha empezado a hablar con profesionales que trabajaron con él, a recabar testimonios e incluso alguno le ha prestado material interesante para el relato. Solo se ha encontrado facilidades. «Todos le guardan muchísimo cariño y respeto y tienen algo bueno que decir de él. Toda la gente con la que me pongo en contacto está siendo súper amable y encantadora», ilustra. 

Especial es el agradecimiento para su primo Rodrigo, hijo de Giménez-Rico, que le ha abierto las puertas de la casa del cineasta y dejado lo que necesitara para el proyecto. El impulsor enciende los focos sobre dos joyas: una silla de director del rodaje de Hotel Danubio (2003) y sus gafas. A este tesoro se suman premios, como el Goya a Mejor Guion Adaptado, que recibió por Jarrapellejos en 1989, y la Espiga de Honor de la Seminci de Valladolid en 2018, o fotografías personales. 

El guion de esta ilusión avanza imparable hacia la alfombra roja.