Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


'Dialoguemos', dicen los de los monólogos

21/05/2021

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha manifestado su voluntad de inaugurar un gran diálogo nacional -o debate, o aportación de ideas- en torno a cómo debe ser España allá por 2050, o sea, dentro de casi treinta años. Por ello, se limitó este jueves a presentar lo que podríamos considerar un 'documento básico' que sirva para iniciar ese contacto, que no concretó cómo se llevaría a cabo, con todos los españoles. Me gustaría creerle, porque aspiro a un gran consenso ciudadano en torno a las magnas cuestiones que configurarán el futuro de nuestros hijos. Y porque pienso que solamente ilusionando de nuevo a los españoles en torno a este futuro progresará el país en esta que podríamos llamar ya no segunda, sino casi tercera transición. Sí, me gustaría creer a Sánchez. Pero no le creo.

Hasta ahora, y desde aquella primera Transición de 1978, tan denostada por algunas voces a mi entender poco sensatas, no ha vuelto a reproducirse en España un diálogo digno de tal nombre: en ese sentido, la 'segunda Transición' ha sido, está siendo, decepcionante al máximo. Hubo apuntes, ciertos 'brotes verdes', sí, en aquel 'sofá de consenso' que puso en marcha Felipe González con el solo en apariencia difícilmente tratable Manuel Fraga, allá en los años ochenta. Pero la verdad es que primero con el bipartidismo, luego con el tetrapartidismo que incluyó a Ciudadanos y Unidas Podemos, además, por supuesto, de a los nacionalistas, el vocerío se ha impuesto a la reflexión, el monólogo al diálogo. Y, si no, véanse los recientes ejemplos de confrontación parlamentaria, este pasado miércoles sin ir más lejos, incluso cuando la más grave crisis en años en la política exterior exigía un riguroso consenso, un apoyo al Gobierno sin fisuras y una comprensión generosa desde el Ejecutivo del papel crítico que ha de jugar la oposición.

Nada de esto ha sido así en el día a día, y no tengo por qué creer que será diferente cuando se especula con el medio y el largo plazo. Un Gobierno y una oposición que no pueden ni desatascar, por mandato constitucional, la renovación del poder judicial difícilmente juntarán sus cabezas para pensar juntos cómo han de ser las cosas a mediados de este siglo. Y debo decir que un acto como este del 'proyecto 2050' -genéricamente una buena idea, por lo demás_debería haber incorporado desde su inicio a personajes como el propio líder del Partido Popular y a representantes de muchos sectores independientes de la sociedad civil. Algo mucho más allá de los estrechos confines de ese gabinete de prospectiva de La Moncloa y de la invitación a los representantes del Ibex para que actuasen como testigos aplaudidores en un acto 'ad maiorem gloriam' del presidente.

El futuro que al menos a mí me gustaría para España pasa también, o fundamentalmente, por algo que se obvia en el 'plan 2050': un repaso a fondo por la calidad, bastante pobre a día de hoy digan lo que digan los 'rankings', de la democracia española. Y la democracia casa mal con los monólogos, con la gobernación por decreto, con las ruedas de prensa limitadas y sin repreguntas, con los medios públicos okupados -con k, por favor_por los poderes, con la judicialización de la vida política y con la decreciente división de poderes. También estas cosas me hubiese gustado verlas plasmadas en el papel de las reflexiones de cara a 2050. Pero, insisto, si ni siquiera somos capaces de crear una comisión transversal para el reparto de los fondos europeos, ¿qué me va a contar usted de otras cosas?

Lo lamento, porque creo que pensar -con serenidad y con cabeza, no con los pies_en el futuro siempre es algo positivo. Y me encantaría estar equivocado en lo de no creer en el llamamiento al diálogo de quien, cuánto siento decirlo, se ha erigido en el campeón de los silencios, de los desplantes a quienes no piensan como él, de las venganzas soterradas al crítico y de las puertas de Moncloa cerradas a quienes se piensa que vienen a incordiar y a no dar la razón en todo. De verdad, 'míster futuro', cuánto me alegraría que me mostrase usted que estoy en un error, porque me encantaría que acertase, y si pudiese ser hasta 2050, pues mejor. Pero comenzando, claro, desde hoy mismo.