Día de resurrección

R. PÉREZ BARREDO
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Casi cincuenta días después de iniciarse el confinamiento, la primera jornada de 'puertas abiertas' denota la necesidad de la inmensamayoría de la población por volver a hacer suya la calle. Gran afluencia por la mañana, y bastante más por la tarde

Día de resurrección - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Tal vez nos habíamos acostumbrado a las calles vacías, al pulso detenido de los parques y a los cruces sin alma y sin memoria, así que cuando nos echamos a la calle y comprobamos que la vida existía y que la primavera se nos abría de capa en todo su esplendor, fue lo más parecido a resucitar. A la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo, escribió Gabriel Celaya como si lo hubiese hecho pensando en el día de ayer, ansiada jornada tras un letargo infinito, un confinamiento tan inédito como estricto que la gente ha respetado con un disciplina, una responsabilidad y una altura moral que para sí quisieran algunos de los representantes políticos que hoy comparecen en el Congreso de los Diputados vía telemática.

Desde primeras horas de la mañana -los hubo que madrugaron de lo lindo-, del parque de El Parral a Fuentes Blancas y de la zona del Castillo a las campas de San Isidro y Campo Lilaila, miles de deportistas y andarines se lanzaron al aire fresco de la mañana: corriendo, trotando, en bicicleta, en patines (alguno, eléctrico, muchas ganas no tendría de moverse) y caminando como si no hubiera un mañana; o si por si acaso no fuese a haber un mañana, porque a saber cómo se las gasta en las horas, días y semanas venideras el virus de marras.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)