La Policía apela al sentido común

F.L.D.
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La Nacional y la Local solo actúa a requerimiento de comerciantes y si en las patrullas ciudadanas observan incumplimientos. Algunas tiendas las reparten entre los clientes

Un trabajador de seguridad del Mercado Norte impide el paso a un cliente sin mascarilla. - Foto: Patricia González

La obligación de llevar mascarilla solo era una opción más que probable sobre la mesa hace unos días. No era aún una realidad y en Burgos la tendencia ya era ir con la cara tapada. Los comercios abrían sus persianas hasta arriba, sin necesidad de acordar con los clientes una cita previa, y ni siquiera tenían que enumerar el protocolo de higiene y separación. Por lo general, todo el mundo iba preparado. Dicho esto, no fue extraño ver, en el primer día de entrada en vigor de la norma, a estos nuevos elementos de protección facial gobernar unas calles cada vez más transitadas a las que acompaña el estallido de la primavera. Tampoco sorprende que ni la Policía Nacional ni tampoco la Local se vean en la necesidad de realizar controles específicos para vigilar el correcto uso. Lo harán, sí, pero en el marco de las patrullas ciudadanas y a requerimiento de comerciantes que se encuentren con personas que aún no entienden la gravedad de esta pandemia. 

El deporte es el único que está exento de su uso con la nueva ley, algo que se cumple de facto. Ya era difícil ver corredores por las riberas de los ríos ataviados con las mascarillas. Ni siquiera los paseantes parecían estar del todo concienciados, aunque eran mayoría los que la llevaban. Ahora la tendencia se vuelve más estricta, básicamente porque los horarios delimitados para esta práctica siempre han estado bastante concurridos. La separación se antoja algo más complicada y estar protegido se ha convertido en un deber, más que en un consejo. En estos lugares estarán presentes los cuerpos policiales para asegurarse de que todo el mundo cumple. 

También lo harán en aquellos comercios que no tengan seguridad privada y cuyos dueños se vean obligados a lidiar con reincidentes e incumplidores. Estos negocios tienen más trajín desde el lunes, al igual que algunas cafeterías que han apostado por vender cafés para llevar. David, del Acuarium, comenta que hasta el momento no ha tenido que decir a nadie que está obligado a ponerse la mascarilla o que tiene que guardar las distancias. Les advierte, no obstante, de que no puede «poner alcohol y que no pueden quedarse aquí a tomarse nada».

Hay tiendas que incluso proporcionan a los que acuden allí un pequeño ‘kit’ de protección de usar y tirar, como calzas, guantes o las propias mascarillas. Es el caso de Tonos, ubicada en la calle La Moneda. Su propietaria, Sonsoles, puntualiza que en cuatro días solo ha tenido que dar una, ya que «todo el mundo viene muy bien preparado». Observa que hay personas que van por la calle sin ella y al entrar en algún establecimiento, sabedores de la obligación, se la ponen como medida de seguridad. 

Las administraciones de loterías han estado especialmente visitadas. Estos locales ya estaban equipados de mamparas y el contacto con el público es mínimo. Juan Carlos, del Gato Negro, afirma que «no puedo estar ejerciendo de Policía». Indica que «desde el minuto cero» la gente está concienciada.