Metamorfosis y noviazgo de PSOE y Cs en el bipartito

J.M.-C.M.-H.J.
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Pese al empeño de Marañón por ser alcalde, los naranjas tuvieron que asumir que esa oportunidad pasó y pactaron con los socialistas un Gobierno de coalición que, de momento, no muestra fisuras internas

De la Rosa y Marañón, escenificando su complicidad durante la presentación del acuerdo de Gobierno - Foto: ALBERTO RODRIGO

Si el 15 de junio de 2019, día de la sesión de investidura, le hubieran dicho al alcalde, Daniel de la Rosa, que llegaría al ecuador del mandato con dos presupuestos aprobados y en un Gobierno de coalición con Cs es probable que no se lo hubiera creído. Tampoco el ahora vicealcalde, Vicente Marañón, que aún después del varapalo por la ruptura en Burgos del pacto del centro-derecha a nivel nacional siguió pensando durante los primeros meses del mandato que una moción de censura podría entregarle el bastón de mando que la insurrección de los concejales de Vox hacia la orden de Madrid le arrebató en el último minuto.

En estos dos años, la metamorfosis de Cs ha sido total. Comenzó el mandato con una aparente reconciliación con el PP y Vox y durante los primeros meses (tampoco duró mucho esa relación a tres) los partidos del centro-derecha funcionaron con una sola voz dirigida bajo la batuta del exalcalde, Javier Lacalle. Sin embargo, pronto se dejó intuir que tanto los populares como el líder de la formación naranja, Vicente Marañón, perseguían el mismo objetivo: la Alcaldía. Y eso era incompatible para las pretensiones de unos y otros.

El PSOE, por su parte, siempre supo que tenía que cuidar y seducir a Cs ya que, a juicio de los socialistas, de ello dependía abortar cualquier posibilidad de una moción de censura. Hasta el punto de que ni siquiera entraron al trapo cuando Marañón exigió la dimisión, "por incapaces", del concejal de Hacienda, David Jurado, y del entonces edil de Movilidad, Josué Temiño.

El punto de inflexión fue, en el otoño de 2019, la negociación de la Ordenanza de Movilidad. Ahí los socialistas fueron hábiles, ya que lograron involucrar a los naranjas en la negociación. Les mostraron que podían llegar a acuerdos, les hicieron sentirse útiles y ese paso abrió la puerta a la negociación del Presupuesto.

Fueron semanas de tensión dentro de Cs porque mientras Marañón aún seguía sin asumir que no podría ser alcalde y se dejaba querer a uno y a otro lado, los otros 4 concejales de la formación naranja se desesperaban ante el freno que su líder ponía a los acuerdos con el PSOE. Hasta el punto de que cabía la posibilidad de una ruptura interna.

En febrero de 2020, el PSOE y Cs escenificaban, por todo lo alto, su primer gran pacto: la aprobación del Presupuesto. De la Rosa seguía tirando los tejos a Marañón para entrar en el Gobierno, la pandemia retrasó la aprobación de las cuentas pero el noviazgo se fue consolidando.

El inicio de las negociaciones se dejó ver con unas declaraciones aparentemente inocentes de Marañón en las que, a modo de metáfora, hablaba de que ellos estaban "pagando la boda" al PSOE y "no nos invitan ni a los cafés".

De nuevo, los compañeros de Marañón en el Ayuntamiento apretaban más por el acuerdo que su número 1, que seguía mirando de reojo al PP, con quien ideológicamente tiene una mayor afinidad.

Tanto en la dirección nacional de Cs en Valladolid como en Madrid daban sus bendiciones a los naranjas para entrar en el Gobierno. Si antes era el PSOE el que se veía más necesitado de un pacto, se empezaba a vislumbrar también que Cs lo necesitaba tanto o más.

Con ese escenario, Cs empezó pujando fuerte ya que, además de la vicealcaldía, exigía la portavocía en exclusiva y áreas de gran peso como la presidencia del IMC, Aguas, Seguridad Ciudadana o Fomento. El PSOE ofreció una portavocía compartida y trazó una línea roja en Urbanismo. Ni que decir que Hacienda era innegociable.

Nuria Barrio, la sacrificada. Los naranjas tuvieron que ceder y los socialistas, por su parte, sacrificaron a la hasta entonces vicealcaldesa, Nuria Barrio, que dejó de ser la número 2 de la Corporación, tuvo que compartir la portavocía y perdió la presidencia del IMC y de Aguas. Se la compensó con Personal.

Para suerte del Gobierno de coalición, Barrio asumió que los intereses del partido estaban por encima de los suyos y este delicado problema se acogió con naturalidad.

La entrada de Cs en el Gobierno municipal no ha sido sencilla. Marañón sigue sin enderezar los problemas de la Sociedad de Promoción, Rosario Pérez Pardo ha visto como el prestigioso Festival Tribu renunciaba a continuar por los problemas en la gestión, Rodríguez-Vigil ha tenido que soportar duras críticas por el carril bici o por la idea de construir hasta 5 rotondas en el bulevar, Rosa Niño se ha encontrado con dificultades para poner en marcha las ayudas del II Plan de Crisis y Miguel Balbás se ha topado con una gran crisis en la Sociedad de Aguas. Ha mostrado voluntad por cambiar las cosas, pero los problemas no dejan de surgir.

A nivel interno, la relación entre el PSOE y Cs atraviesa por un momento dulce y, al menos por el momento, el Ejecutivo no muestra fisuras internas que hagan pensar en una ruptura de la coalición en el corto plazo. Las únicas discrepancias, resueltas sin mucho ruido, se produjeron por la concesión del estadio del Plantío y de alguna manera también con el despido del director de la Oficina de Congresos.