Al igual que ha sucedido en los colegios e institutos, la Universidad de Burgos también ha tenido que hacer encaje de bolillos para reorganizar sus espacios con el objetivo de cumplir con los protocolos de seguridad y distanciamiento entre alumnos al apostar por la enseñanza presencial.
El curso arranca el día 24 y no ha sido fácil para los distintos centros ganar espacios. Lo han hecho adaptando zonas que estaban en desuso o reconvertido salas, bibliotecas o laboratorios en aulas. Sin embargo, en algunos casos esto no ha sido suficiente y se han visto obligados a pedir clases ‘prestadas’. El más significativo es el de la Facultad de Educación que tendrá que usar aulas de la Escuela Politécnica Superior y también de la Facultad de Derecho.
Si este centro siempre ha tenido problemas de espacio, a pesar del traslado de Humanidades al Hospital Militar, ahora con este curso con el aumento de matrícula en un 33% y la necesidad de garantizar un metro y medio de distancia entre alumnos todavía más. Tiene 1.400 solo en los grados y, un año más, sus titulaciones cuentan con muchos alumnos de nuevo ingreso, 176 en Maestro de Educación Primaria; 96, de Infantil, 66 en Educación Social y 60, en Pedagogía.
De ahí que el centro use tres aulas de la Politécnica de la Milanera, en horario de mañana y tarde, en las que se impartirán los primeros de Infantil, Primaria y Educación Social. Los estudiantes solo tendrán que acudir a la Facultad de Educación a las aulas ‘especiales’ para clases prácticas muy puntuales. «Este traslado obedece a nuestro especial interés en que, al menos, los cursos de primero pudieran tener toda su docencia presencial, algo que es imposible por la falta de espacio en nuestro centro por las medidas de la covid», señaló la decana, Gloria Díez.
Las tres aulas de la Politécnica son de grandes dimensiones y no se usaban para docencia sino solo para exámenes, tutorías o trabajos de grupo e incluso para las pruebas de acceso a la universidad, según indicó la vicerrectora de Planificación, Amparo Bernal.
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