El instituto con esclerosis múltiple

G.G.U.
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El protagonista de este texto supo a los 16 años qué le había arrebatado el 60% de la visión y causado pérdidas de orina, entre otras cosas. Pero es optimista y pide participación masiva hoy en el 'Mójate' (piscinas del Plantío, desde las 12.30 h)

El instituto con esclerosis múltiple - Foto: Alberto Rodrigo

El veinteañero de la foto sabe que, en cuanto hace ejercicio ‘intenso’ o se estresa, deja de ver. Si es por el esfuerzo físico, la ausencia de visión es cuestión de minutos, pero si es por nervios se prolonga durante horas. La razón está en la esclerosis múltiple, enfermedad del sistema nervioso central -crónica y todavía incurable- con la que convive desde que terminó la ESO, y no sin dificultades. De hecho, pide ser identificado con iniciales para mantener cierto anonimato y evitar más peso en la mochila que lleva desde los 16 años. «La esclerosis no es algo que deba avergonzar, pero no todo el mundo entiende lo que es», señala D.R.M., destacando que de ahí la importancia de campañas de sensibilización como la ya conocida ‘Mójate’, que se celebra hoy en playas y piscinas de toda España. En Burgos, en las de El Plantío (a partir de las 12.30 horas).

D.R.M. supo que algo pasaba a medida que sus problemas con los ojos se repetían. Tardaron alrededor de medio año en confirmar que tenía una enfermedad mucho más frecuente en mujeres que en hombres y también más propia de jóvenes de entre 20 y 30 años que de adolescentes. «Con el diagnóstico me quedé atónito. Quieres saber qué es, cómo se han producido las lesiones y cuándo, pero lo único que el médico te puede decir es que no se sabe», explica el burgalés, recordando que esta esclerosis es conocida como la enfermedad ‘silenciosa’ y también como la de ‘las mil caras’, porque ni se manifiesta de igual forma en los afectados, ni hay síntomas visibles en fases iniciales.

Él, en apariencia, era un alumno como los demás. Pero la realidad era que D.R.M. podía estar estudiando con el libro delante y, de repente, ser incapaz de leer ni una letra. «No podía hacer ejercicio ni estudiar, así que me obligó a repetir 1º de Bachillerato», recuerda, destacando que enseguida comprendió que, viera o no viera, tenía que desarrollar la memoria a través del oído. «Terminé Bachillerato, pero no fue fácil, porque el mismo brote me quitó el 60% de la visión en ambos ojos y eso es muy limitante», afirma, no sin acordarse de agradecer a sus profesores que, una vez que les informó de lo que le sucedía, le facilitaran las cosas dedicándole más tiempo y pasándole materiales con letra grande. Y aunque entonces hubo quien le espetó que no sería capaz de seguir estudiando, él rebate con orgullo que no solo lo está haciendo, sino que va por la rama sanitaria, que era su objetivo. «¿Me lo saco con facilidad? Pues no, tengo dificultades, sobre todo con las mediciones porque no veo, pero lo estoy haciendo», destaca.

discapacidad. La variante de esclerosis múltiple de este burgalés es la más común, la remitente-recurrente, que cursa con brotes periódicos. D.R.M. no es consciente de haber tenido ninguno, pero todo parece indicar que la enfermedad debutó en su organismo atacando al nervio óptico y arrebatándole el 60% de su capacidad visual.

A esto hay que añadir pérdidas de orina puntuales pero inevitables porque él ni siquiera se da cuenta de que no está controlando la micción. «No es que me mee, es que estoy sentado entretenido y, cuando me levanto, veo que hay un charco», señala, sin necesidad de ahondar en que este tipo de síntomas pueden influir en las relaciones sociales. «Mis amigos saben que tengo esclerosis y, a veces, no saben cómo reaccionar. Pero cuando he tenido depresiones y he tenido que tomar ansiolíticos y antidepresivos, siempre han estado a mi lado y se lo agradezco», afirma.

Hace mucho que el veinteañero comprendió que su actitud tenía que ser «la sonrisa por delante» y aprovechar sus capacidades en lugar de fijarse en sus limitaciones. Pero hay momentos de bajón; por ejemplo, «cuando ves que el curso no tira para adelante y antes tiraba o por el tema sentimental... El no tener un amor que te ayude cuando lo estas necesitando, es como que te sumerge en un pozo».

Y, a pesar de que ahora ya nota entumecimiento de las extremidades y que en la última revisión han tenido que prescribirle una medicación más fuerte, no tiene reconocido grado de discapacidad. «Cuando me diagnosticaron me dieron el 20%, pero con la mayoría de edad me lo quitaron y no lo entiendo. Sigo teniendo la misma enfermedad, que es crónica», señala, lanzando una pregunta: «¿Voy a tener que esperar a estar en una silla de ruedas, con un catéter para que me aguante la orina y ciego perdido para lograr que me concedan el 33%?». Así que ha decidido volver a solicitarla. Como siempre, «con la sonrisa en la cara», concluye.