El sector de las fiestas y verbenas teme desaparecer

I.L.H.
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Músicos, productores, empresarios, comerciales y artistas llevan más de un año sin que les dejen trabajar y la falta de ingresos ha hecho que buena parte se haya tenido que buscar otro empleo a la espera de poder volver a los es

El sector de las fiestas y verbenas teme desaparecer si no se reactiva este verano. - Foto: Alberto Rodrigo

La canción del verano de 2020 no sonó en ninguna verbena ni plaza de pueblo ni fiesta o similar. Las orquestas se quedaron mudas en octubre de 2019, salvo aquellas que se colaron en las fiestas de algún barrio a principios del año pasado. Para los que trabajan en el sector (músicos, bailarines, productores, empresarios, comerciales, técnicos, iluminadores, artistas) son demasiados meses sin una nómina ni ayuda a la que agarrarse, o con ingresos insuficientes.

Con un segundo verano que se temen en blanco, son muchos los que se han visto obligados a buscar otro medio de vida para poder comer y pagar las facturas. No quieren tirar la toalla ni abandonar lo que más les gusta, pero temen por su futuro. Gustavo Calvo, responsable de cuatro empresas del sector y miembro de la junta directiva de Acople, una de las asociaciones del sector, cree que si no se hace algo por reactivar la actividad este verano, hay muchos profesionales que no volverán. «Puede que sea difícil organizar verbenas en una pandemia, pero planteamos organizar eventos en espacios acondicionados y con el público sentado. Pero la Junta no dice nada, y si ellos no se pronuncian, los ayuntamientos no se atreven».

Opina parecido César Aparicio, vinculado al mundo de las fiestas y verbenas como autónomo desde hace 17 años. «Burgos tiene mucho pueblo pequeño y no hay alcalde que se quiera arriesgar si es el único en hacerlo. Hay formatos que se pueden realizar, pero nadie se acuerda de nosotros para apoyarnos. Si esto sigue así, a ver cuándo volvemos y en qué condiciones».

César Aparicio se ha embarcado en una pescadería en la carretera Poza, pero su intención es volver a la música. César Aparicio se ha embarcado en una pescadería en la carretera Poza, pero su intención es volver a la música. - Foto: Alberto Rodrigo

Beatriz Panizo, cantante de la Orquesta Cañón desde hace siete años, no entiende que se puedan organizar conciertos en sitios cerrados y no se puedan hacer, con las mismas medidas, actuaciones al aire libre en la plaza de un pueblo. Aún así confía en que esto será solo un paréntesis y que las verbenas volverán a hacer bailar hasta al más soso del pueblo.


César Aparicio, comercial de Espectáculos y Producciones Scanner: «Creo que la música nos va a dejar a nosotros antes de que la dejemos a ella»

Tiene 43 años y lleva diecisiete vinculado al espectáculo. Fue su primer trabajo y aunque alguna vez se ha buscado extras en invierno, este sector es el que considera su profesión porque de él ha vivido. Hasta la pandemia trabajaba como comercial de Producciones Scanner y con su sueldo podía mantener a su familia. Pero aunque pudo acogerse a las ayudas para autónomos, la vida empezó a hacerse cuesta arriba tras los primeros meses: «No sé si la música nos va a descartar a nosotros antes de que nosotros la descartemos a ella. Porque hemos entrado en una tesitura muy complicada», reflexiona desde su propia experiencia.

Gustavo Calvo ha invertido en una tienda de ropa en la que trabaja su pareja, Diana. Gustavo Calvo ha invertido en una tienda de ropa en la que trabaja su pareja, Diana. - Foto: Alberto Rodrigo

Viéndolas venir, César Aparicio se apuntó en Infojobs al poco de empezar el confinamiento de hace un año. Respondió a un anuncio en el que necesitaban un pescadero en un supermercado y, tras hacer la prueba, se puso a trabajar a media jornada durante seis meses. «Pero en casa somos cuatro y aunque mi mujer trabaja, no nos salían las cuentas para pagar la hipoteca, las matrículas y la comida, así que como no había posibilidad de que me ampliaran las horas lo dejé».

Lo hizo al enterarse de que se alquilaba una pescadería y, «como idea tenía porque lo mamé de pequeño al ser ese el negocio familiar», decidió embarcarse en el establecimiento. «Lo de la pescadería me gusta, sobre todo cuando veo que la gente se va satisfecha con lo que le ofrezco. Contento estoy porque es una andadura nueva y hay que echarle ganas. Pero si vuelve la música, yo regresaré. En ese caso contrataría a alguien para la pescadería, pero también estaría al tanto porque no puedes llevar un negocio y desentenderte de él», señala.

Porque lo que le preocupa a Aparicio son las consecuencias que la pandemia pueda tener en el sector. «El problema es que no sabemos en qué condiciones va a volver. Me temo que si la música vuelve yo firmaré el 50% de lo que firmaba antes porque si un pueblo hacía tres orquestas ahora hará una. Y, claro, a ver si así podemos sobrevivir todos».

Los estudios superiores de Canto y Violín permiten a Beatriz Panizo dar clases en la Escuela Municipal de Música. Los estudios superiores de Canto y Violín permiten a Beatriz Panizo dar clases en la Escuela Municipal de Música. - Foto: Alberto Rodrigo

Cree que «el sector está muy tocado» y que muchas orquestas «pueden desaparecer» porque los profesionales se están buscando otros empleos y, ante la inestabilidad del sector o la reducción del número de bolos, opten por no regresar.

Para este verano, de todos modos, confía en que al menos se puedan hacer pequeños formatos, aunque no las tiene todas consigo. «El otro día un compañero me decía que cómo era posible que en un pueblo pudiera actuar una banda tributo, pero no una orquesta. Es incomprensible», sentencia.


Gustavo Calvo, dueño de Artistas y Orquestas, Charlot Producciones y otras: «No quiero dejar mi profesión por nada del mundo. Pero los ahorros se acaban»

Lleva 34 años vinculado al sector, al principio acompañando a su padre y después con sus propios negocios, y no recuerda haberlo pasado nunca tan mal: «La anterior crisis no tuvo nada que ver con esto. Entonces hubo un bajón de presupuesto y los pagos de la Administración eran lentos y dificultosos. Se pasó mal, y luego remontamos, pero es que ahora lo que no podemos es trabajar», repasa Gustavo Calvo, de 41 años y dueño de tres empresas: Artistas y Orquestas, Academia de Eventos y Charlot Producciones. 

En su caso, el último día de trabajo e ingresos fue en febrero de 2020, en las fiestas del barrio de San Pedro de la Fuente. Desde entonces ha tenido que reinventarse para aguantar, cerrando hasta la oficina: «En verano suelo tener a 22 personas trabajando, algunos en plantilla y otros como autónomos. La mayoría se ha tenido que buscar otros empleos: al ser trabajos de temporada no han podido acogerse a los ERTE porque no estaban en activo cuando se declaró el estado de alarma».

Miembro de la junta directiva de Acople (Asociación Española de Agencias y Profesionales del Espectáculo), Calvo reconoce que un año en blanco es mucho tiempo para la economía y también para la cabeza, que no deja de pensar en el modo de sobrevivir: «No nos han retirado ningún impuesto y esos llegan todos los meses. De momento estoy tirando de mis ahorros para mantener las empresas, pero si este verano no hay algo de movimiento, por pequeño que sea, empezarán las grandes dificultades».

Desde Acople están trabajando para poder trabajar con un protocolo que satisfaga a todas las partes, pero no saben nada de la Junta. «No podemos ponernos a ensayar un espectáculo sin la seguridad de poder trabajar, porque la gente se ha tenido que buscar la vida mientras tanto. Y, claro, los espectáculos no se preparan de un día para otro y el tiempo se nos echa encima», afirma, mientras explica que él mismo ha decidido participar en otro tipo de negocio por lo que pueda pasar. 

En su caso ha invertido en una tienda de ropa, Viste.t, que lleva su pareja en la plaza Lavaderos. «Yo mi profesión no la quiero dejar por nada del mundo. Es lo que he mamado desde pequeño, lo que me gusta y lo que sé hacer. Nunca he tenido otro trabajo y tampoco lo quiero. Pero llega un momento en el que los ahorros se acaban. Si no nos dejan trabajar este verano, llegarán los problemas», señala. La tienda de ropa, asegura, le está ayudando «para tener la cabeza ocupada» y sirve además para que su pareja pueda tener unos ingresos.


Beatriz Panizo, cantante del grupo Cañón: «Me gusta enseñar, pero no es lo mismo que cantar sobre un escenario; eso es pura adrenalina»

Lleva siete años, desde los 25, en el Grupo Cañón, una orquesta de León, y hasta ahora de media venía haciendo unos 90 bolos en los seis meses de la temporada que estaba en activo. El resto del año los primeros años los dedicó a sus estudios superiores de Canto y Violín y, una vez acabados, lo ha ido compaginando con algún otro empleo.

Pero la pandemia le pilló con el pie cambiado. Ya tenían todas las coreografías, la indumentaria y el repertorio ensayado porque su primera actuación estaba prevista dos semanas después del confinamiento y de repente todo se paró. «No estábamos dados de alta porque suele ser así durante los ensayos y me quedé literalmente sin nada a qué agarrarme; ni ayudas, ni ERTE ni nada», rememora.

La luz al final del túnel le llegó con la Escuela Municipal de Música, centro que alguna vez le había tanteado. Esta vez fue ella la que se puso en contacto con la academia y desde que se inició el curso escolar en septiembre es profesora de violín, de canto y de orquesta, entre otras asignaturas. «No sé cuándo van a recuperarse las orquestas, pero si pudiera compaginar ambas cosas sería maravilloso porque echo muchísimo de menos el escenario. Me gusta enseñar, pero no es lo mismo que estar cantando sobre las tablas. Mi intención es volver, por supuesto, aunque tampoco quiero ni puedo hacer eso solo», subraya reconociendo que el sector no solo lo está pasando mal, sino que es difícil precisar en qué condiciones regresará.

«El trabajo en la orquesta me da estabilidad económica, supone disfrutar de lo que hago, sentirme en familia -porque así nos llevamos en el grupo- y subirme al escenario me genera una gran adrenalina que no me da ninguna otra cosa», repasa. Por eso para ella este parón le está provocando «una gran tristeza, viendo que nadie se preocupa de nosotros y estamos a la cola de las profesiones». Aún así no cree que las orquestas vayan a desaparecer: «La música es imperecedera y universal. Volveremos».

Beatriz Panizo llegó al Grupo Cañón de forma curiosa. Estaba de gira con un grupo de mariachis cuando se pararon en un restaurante para cantar a una pareja que se comprometía. Resultó que el hombre era uno de los responsables de la orquesta leonesa y al verano siguiente, en agosto, se acordó de ella cuando una de sus cantantes tuvo que pedir la baja. «Me preparé el repertorio, me subí al escenario y canté. Y a la temporada siguiente me llamaron para trabajar con ellos». Desde entonces forma parte de ese grupo que dice son como una familia.