El helicóptero evacuó a 238 pacientes críticos en 2018

G. Arce
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El pasado año realizó 273 horas de vuelo sanitario, el 40% de ellas durante julio y agosto. Los accidentes de tráfico y laborales, las caídas, los infartos y los ictus son las principales urgencias atendidas por este recurso de Sacyl

De i. a d., Diego García, Héctor Ramírez, Rocío Cruzado, Jorge Navas, Carmen Caro y el helicóptero. - Foto: Alberto Rodrigo

Una llamada urgente desde el Centro de Coordinación de Emergencias del Sacyl interrumpe la tranquilidad de la mañana en la base del helicóptero sanitario ubicada en las antiguas dependencias militares del aeródromo de Villafría. Se trata de un Código Ictus localizado en un pequeño pueblo en la zona norte de la provincia. De inmediato, el copiloto de la aeronave localiza el punto del aviso en el mapa y diseña la ruta a seguir, mientras su compañero, el piloto, va camino del helicóptero, que un mecánico ha revisado previamente para que esté con la carga de combustible necesaria y en perfecto estado de vuelo. La doctora y la enfermera que les acompañarán en el desplazamiento reciben en paralelo otra llamada en la que se les notifican los principales datos sobre el estado de salud y la patología que presenta el paciente, facilitados in situ por otro facultativo o incluso por alguna persona (un familiar) que está al lado del enfermo en el hogar o en la vía pública.

El Airbus Helicopters medicalizado de tecnología alemana ya espera con el rotor y sus dos turbinas en marcha a pie de pista, en una plataforma móvil ubicada junto a los hangares del aeródromo. Pesa 2.200 kilogramos al despegue, incluyendo las cuatro personas que componen la tripulación y un equipamiento muy similar al que desplaza una ambulancia UVI móvil: monitor-desfibrilador, respirador volumétrico, incubadora (si es necesaria), material de movilización para traumatismos, oxigenoterapia, maletines de reanimación cardiopulmonar y una camilla para el paciente a la que se accede por la puerta trasera de la aeronave.

Estamos ante un minihospital que se desplaza a 220 kilómetros por hora de velocidad crucero (puede ser incluso más) y que estará en el punto señalado en apenas  minutos. El protocolo que rige estas urgencias médicas ha determinado que es el medio más rápido y eficaz para salvar la vida de una persona. En los casi 16 años de servicio aéreo sanitario en Burgos son ya muchas vidas las que se han salvado por el aire, solo el pasado año 238 pacientes en estado crítico fueron trasladados y atendidos.

En 2018 se contabilizaron 273 horas de vuelo sanitario, por debajo de las 300 e incluso 400 que se han llegado a realizar en anteriores ejercicios, según los datos facilitados por Babcock, la compañía que presta estos servicios en Castilla y León. El 34% de las alertas se concentran en los meses de julio y agosto, los de mayor actividad, provocada por los accidentes de carretera de las operaciones de salida y regreso vacacional nacionales e internacinales. También son las fechas con mayor cantidad de accidentes de motoristas, donde son habituales las amputaciones críticas que requieren de una actuación inmediata en plena carretera.

Esa actividad veraniega contrasta con las 8, 9 y 10 horas de vuelo realizadas en noviembre, diciembre y enero, respectivamente, pocas pero no menos importantes porque las inclemencias meteorológicas y el cómo sortearlas lo más rápidamente posible pueden condicionar la supervivencia o no de una persona y eso es lo más importante para este equipo de altura.
En 2018 se contabilizaron un total de 330 activaciones del helicóptero de Burgos, 209 de ellas fueron para atender urgencias primarias (principalmente, pacientes críticos por un accidente de tráfico o laboral, caídas o tiempo-dependientes afectados por infartos o ictus cerebrales), 21 activaciones diferidas (es decir, traslados de pacientes  previamente atendidos por una UVI móvil o un equipo médico en tierra) y 8 secundarias (traslados entre hospitales de pacientes en situación crítica). En 92 casos, el servicio fue anulado porque otro recurso sanitario llegó antes al lugar en el que se requería.

 

LA BASE

Los turnos de trabajo en la base de Villafría los marca la ventana de luz solar en la que opera la aeronave. La pasada semana la jornada arrancó a 7,40 horas de la mañana y terminó a las 19,40 de la tarde, pero cada día cambian las horas de entrada y de salida. Las bases de Astorga y Salamanca, ubicadas más al oeste, entran a trabajar y terminan más tarde que Villafría.

El equipo integrado por piloto, copiloto, médica, enfermera y mecánico realiza 15 guardias al mes de 12 horas, desde el orto hasta el ocaso. La vida de estos profesionales se concentra en unas dependencias de la antigua base militar de Villafría, dotadas con dormitorios, salón, cocina y oficinas, un lujo -dicen- en comparación con los barracones instalados en otras bases.

En los meses de invierno, lógicamente, hay menos horas laborales y en verano más, por lo que las funciones de Burgos se solapan con las demás bases de helicópteros de Castilla y León para no dejar atendido el territorio en ningún momento.
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