Una saga hostelera que no para de crecer y... trabajar

A.C.
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La familia López Gómez, responsables del bar-restaurante Ana y el hotel rural del mismo nombre, se embarcan en una nueva aventura con un segundo hotel, gracias al que sumarán 24 habitaciones, la mayor oferta de la comarca

De izquierda a d., Roberto López; Ana María Gómez, la matriarca;y Ainara junto a su esposo, Alfredo López, y su hija Alejandra delante de sus dos hoteles rurales. - Foto: A.C.

La familia López Gómez lleva en el ADNel trabajo sin descanso y esa filosofía de vida ha dado sus frutos. Ana María Gómez Condado, la matriarca, ya hacía morcillas y ayudaba en el Bar Hermanos Gómez que fundaron sus padres en Cigüenza, a pocos kilómetros de Villarcayo, cuando tenía solo 10 años. Ahora, con 62, observa como su nieta Alejandra ya se acerca a los clientes en el Restaurante Ana y pregunta: «¿Necesitan algo los señores?». Si se cumplen los presagios parece que la cuarta generación continuará con los proyectos de esta saga de hosteleros que no ha parado de emprender. A comienzos de los 90 fundó el Restaurante Ana. En 2005 doblaron su comedor y poco después llegó el primer hotel rural. Ahora, su nuevo proyecto es un segundo alojamiento rural, ubicado junto al primero y con el que sumarán un total de 24 habitaciones dobles, la mayor oferta de la comarca que les dará la posibilidad de recibir a grupos de excursiones.

Los dos hijos de Ana María, Alfredo y Roberto, ya echaban una mano en el negocio familiar cada vez que tenían vacaciones y los fines de semana. Ahora ya acumulan dos décadas de experiencia y forman un equipo con sus padres y Ainara, la esposa de Alfredo. Junto a ellos trabajan otros ocho empleados que suben a diez en temporada alta. Pero todo no acaba ahí, porque la explotación agrícola y ganadera que dirige Alfredo padre con ayuda de su hijo surte de productos de primera calidad a la cocina del restaurante. Así que Alfredo hijo lo mismo asiste a una vaca de parto en la granja, que la despieza por completo o pone sus chuletones a la plancha, su sitio cada día en la cocina. Los guisados y cocidos son cosa de su madre y Roberto dirige los hilos en el comedor. 

De la granja al plato. El 70% de su ganado vacuno acaba en los platos del negocio y es una de las claves del éxito, porque hasta el pienso a base de trigo, cebada y beza de sus vacas ha sido sembrado por la familia. «Cerramos el círculo desde el origen con alimentos de kilómetro cero», destacan estos hosteleros que también ven orgullosos como sus clientes saborean las verduras de su huerta o las morcillas que elabora Ana, en las que la cebolla y el ajo, por supuesto, nacen de su tierra.

Las jornadas pueden llegar a 16 horas, de lunes a domingo. Llevan colgado «el cartel de recepción durante todo el día», bromean. Pero están muy contentos de lo conseguido en estos años y ven como los clientes se van contentos y acaban convertidos en su mejor publicidad, la del «boca a boca». Turistas de Alicante, Murcia, Andalucía, Madrid o Cataluña se han alojado en su casa este verano que ha sido «como nunca, un boom del turismo de interior», aunque durante el resto del año también se nutren de multitud de trabajadores de empresas de todo el país, otro grupo de fieles clientes.

No han hecho estudio de mercado alguno para lanzarse a ninguna de sus nuevas empresa. Siempre han emprendido negocios, porque han detectado antes la demanda con claridad. Si el restaurante siempre se llenaba era claro que había que ampliarlo y así fue. Si su primer hotel siempre se llena... habrá que construir el segundo. Y así ha sido. En un edificio de 1881 rehabilitado por completo y en el que la piedra de fachada contrasta con la moderna decoración moderna del interior, cuentan con 580 metros distribuidos en tres plantas y 14 nuevas habitaciones. Por no parar, esta familia no paró ni durante el confinamiento, porque el hotel rural Ana fue el único de guardia en Las Merindades y como el nuevo estaba en obras, pues también había tarea pintando, empapelando o lo que hiciera falta. La cosa era trabajar y seguir mirando hacia adelante, porque «las Merindades van a triunfar», dice Alfredo convencido.