Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


Volver

09/06/2021

Volver, recuperar, restaurar… son verbos que nos sobrevuelan insistentemente para trasladar la idea de un apetecido retorno a tiempos felices, cómodos, pletóricos en logros que a algunos les parecen hazañas. Tornar a un tiempo imposible, que únicamente habita en las brumas del mito, es un sueño social hoy.
Cualquier tiempo pasado fue mejor… en el recuerdo, en la ensoñación, en la nostalgia. Como recogía Lowenthal en su influyente El pasado es un país extraño, la nostalgia es memoria sin sufrimiento. O lo que es lo mismo, es falseamiento.
España es un país de viejos. Lo es estadísticamente, con una tasa media de vida de 84 años. Nuestra pirámide de población tiene forma de bulbo: nacen menos niños que personas mueren cada año, y las franjas mayores de población se sitúan entre los 40 y los 64 años (+/- 17.785.000 personas). Además, tenemos unos 9.270.000 mayores de 65 años.
Esta es la base perfecta para el desarrollo de la extrema derecha, cuya principal seña de identidad es un rechazo de la realidad, del presente, para instalarse en la vuelta, la recuperación, la reivindicación del pasado… Nostalgia.
El gobierno de las emociones es el de la estulticia humana. Tan viejo como la especie es el miedo a envejecer, el deseo de retener la plenitud vital, la búsqueda de la eterna juventud. El problema es que lo que se ofrece al común de los votantes en su declive vital es un engaño, un imposible viaje al ayer de sus vidas que solo genera frustración y desagrado. Se nos olvida que todo tiempo ha sido siempre confuso. Que el pasado aparezca como algo definido y claro es una simplificación interesada. La nostalgia es un arma para la desmovilización, un pasivo detente que nada hace por cambiar las estructuras de injusticia. Los jóvenes que compran el discurso de la vuelta a los tiempos donde los perros se ataban con longanizas sufren una doble estafa. Es lógico que rechacen un presente alienador, pero caen en el juego emocional: se les ayuda a generar una ira social passive-aggressive que los reafirma como víctimas del sistema, pero este no se toca, continua incuestionado.
El planeta se deteriora y con él nuestras condiciones de vida e ilusiones. La negación solo amplía la frustración y el descontento. Ante esa presión, te venden libertad. Pero lo que compras es necedad: tu explotación.
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