Pocos renos pero mucha conciencia

S.F.L. / Briviesca
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Los alumnos del Colegio Mencía de Velasco de Briviesca han entendido en el Polo Norte los efectos negativos del cambio climático

Las ‘buenas’ temperaturas impidieron que los viajeros patinaran sobre hielo pero no que degustaran salchichas a la brasa. - Foto: Sara

Tan solo han bastado cinco días para que los ocho alumnos del colegio Mencía de Velasco que el pasado lunes viajaron hasta el Polo Norte reserven un trocito de su corazón a los compañeros de clase y dormitorio noruegos que han facilitado su estancia en un país que «guarda bastantes similitudes con España, pero que conserva unas costumbres totalmente diferentes», asegura Paula. Estudiar en Briviesca en un centro al que le han concedido la beca europea de Erasmus+, destinada a la movilidad del alumnado involucrado en proyectos sociales, tiene su punto, que se lo pregunten a María, que ha tenido la oportunidad de seguir una dieta a base de «arroz con azúcar, carne de reno y tortitas de un queso marrón riquísimo». 

Consiguieron meter lo indispensable en el equipaje de mano aunque «ayer -por el viernes- tuvimos que sentarnos encima de la maleta para cerrarla», comenta Aratz. Rodeados de nieve prácticamente las 24 horas han participado en todas las actividades del día a día de los niños y niñas de la ciudad de Bodø. Las suaves e inusuales temperaturas registradas a lo largo de la semana, que alcanzaron los 5 grados, impidieron que practicaran esquí, patinaje sobre hielo o pesca, pero sí que disfrutaran más del aire libre, las meriendas en la hoguera y las clases de educación física en el patio. «¡Por cierto!», expone Markel con asombro, «su colegio no tiene valla y los profesores dejan a los estudiantes que se suban a los árboles del jardín, que es inmerso».

Por primera vez, los viajeros han compartido vivienda con familias de acogida que «nos han tratado de maravilla y enseñado muchísimas cosas típicas del país», aclara Natalia. Si hubiese que poner un pero a algo sería «a los horarios de las cenas sobre las 4 o 5 de la tarde», añade Candela, que sigue sin comprender la estructura de las casas del Círculo Polar Ártico porque «tienen las habitaciones en la planta baja y la cocina en la primera. Están al revés que las nuestras», asegura. 

Respecto a las horas lectivas y las disciplinas que allí estudian «¡menuda diferencia hay!», grita Diego. «El sonido del timbre que tocan para entrar a las aulas sale de un cencerro, hay clases de cocina y tareas domésticas, carpintería, cerámica y de costura, además de las que tenemos en común», declara. También han compartido horario de extraescolares y han hecho sus pinitos en la gimnasia rítmica, el hockey y el fútbol. 

No obstante, los jóvenes aterrizaron el viernes en Madrid con un sabor un tanto agridulce al comprobar en primera persona como el cambio climático generado por los malos hábitos del ser humano está castigando al planeta. «Solo nevó justo antes de marcharnos y hace años en esta misma época no paraba. La capa de hielo de un famoso lago en el que la gente patina es tan fina que no pudimos subirnos sobre ella porque corríamos el riesgo de que se rompiera y caer al agua congelada», manifiesta Laura. 

Una de las mejores experiencias educativas de su vida ha llegado a su fin y aunque se les ha quedado en el tintero ver auroras boreales y los renos de Papá Noel, no sufren por ello porque tienen claro que «¡volveremos!», gritan al unísono.

El reportaje sobre la visita llegó en papel hasta la casa de una burgalesa en Noruega

Burgalesa de «pura cepa» pese a llevar tiempo lejos de su amada tierra, Rebeca Marín sigue la actualidad a través de la página web de Diario de Burgos. Así fue como se enteró de que un grupo de jovencitos visitaría su ciudad en pocos días y consiguió contactar con los profesores del centro escolar briviescano para que la contaran en qué consistiría el viaje. La noticia le hizo tanta ilusión que pidió que la enviaran un ejemplar en papel del periódico, que guarda en su casa de Bodø.

Sin entrar en detalles de su vida personal, comenta que está totalmente vinculada con la educación y la cultura y en Noruega se dedica a impartir clases de español a alumnos de Secundaria, hecho que provocó un mayor interés en conocer a los «ocho valientes que seguro que se llevan a España unos recuerdos que les acompañarán durante toda su vida», declara. El encuentro se produjo el jueves por la tarde a la hora de la cena. «Quedé con los profesores y congeniamos muy bien, me sentí con ellos como en casa», comenta ilusionada. Aprovechó para explicarles como funciona el sistema educativo noruego y el estilo de vida que se lleva. 

El viernes por la mañana se encontró de casualidad con el grupo en el aeropuerto de la localidad y tuvo ocasión de saludar a Paula, Candela, María, Natalia, Diego, Laura, Aratz y Markel antes de que partieran hacia Oslo, donde cogieron después de comer otro avión con destino a Madrid. Durante las eternas esperas mientras llegaba el momento de montar en los aviones, algunos invirtieron el tiempo en comprar recuerdos de última hora con el que sorprender a sus familiares a su llegada a casa, por la noche.