15 años de rabia y lágrimas

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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En febrero de 2005 una mujer apareció malherida bajo del puente de la autovía y falleció poco después. Nadie la conocía pero fue la primera víctima por violencia de género en la provincia de Burgos. Hasta hoy, diez más han sufrido el mismo destino

Placa de homenaje a Josefa Bellido. - Foto: Jesús J. Matías

No fue la primera, desde luego, pero su nombre abre el macabro conteo de muertas por violencia de género en Burgos, una estadística que se estrenó en todo el país en el año 2003 a la que esta provincia se sumó en 2005. En el mes de febrero de aquel año Aurora Lourdes J.P., una mujer de nacionalidad portuguesa de 37 años, viajaba con su pareja en una furgoneta. Por razones que nunca se aclararon él la propinó una brutal paliza y la abandonó debajo del puente de la autovía, en la calle Timoteo Arnaiz, donde la encontró una persona que paseaba por el entorno y que dio aviso a los servicios de emergencia. Nada se pudo hacer por su vida a pesar de que fue trasladada al Hospital General Yagüe. La noticia ni siquiera trascendió hasta dos meses después cuando el agresor -que después de matar a Aurora puso una denuncia sobre su desaparición para intentar eludir a la justicia-  fue detenido en Zaragoza.

Por aquella joven mujer no hubo concentraciones, nadie llevó flores al lugar en el que apareció agonizante ni hubo consuelo para su familia. Nadie la conocía. Nadie habló de ella. Apareció en Burgos como podría haberlo hecho en cualquier otro lugar pero inauguró en esta provincia el triste registro de víctimas de la violencia de género que se había creado en todo el país seis años después de que la muerte de Ana Orantes cambiara para siempre la percepción de la violencia de género, que hasta entonces se había considerado un asunto privado y no la violación  de derechos humanos que es y que concierne a toda la sociedad.

Quizás por eso, por el silencio y el desconocimiento que rodeó a esta primera asesinada por su pareja en esta provincia, la segunda víctima revolvió más las conciencias y tuvo mucha repercusión. Tanta, que aún hoy puede verse en la calle Santa Águeda -lugar donde su pareja la acuchilló- una placa de recuerdo que colocó el Colectivo 8 de Marzo: «A María Josefa Bellido, asesinada en Burgos el 21 de abril de 2006. En su nombre y en el de todas las mujeres que en el mundo ven sus derechos vulnerados. Por el derecho de todos los seres humanos a la igualdad, a la dignidad y a la vida», se puede leer.

Fue en aquellos años cuando empezó el activismo contra la violencia de género, con concentraciones todos los días 25 de cada mes en la Plaza del Cid para recordar no solo a las víctimas mortales sino a tantas otras: a las que vivían un infierno en sus casas, a las que se atrevían a denunciar y se marchaban, a las que rompían con el novio que las maltrataba verbalmente, que las humillaba y que las controlaba... No eran grandes manifestaciones; de hecho, apenas un puñado de personas se acercaban por allí, algo que cambiaba radicalmente cuando la violencia de género alcanzaba su cota más alta y se cobraba la vida de otra mujer.

Volvió a ocurrir el 5 de marzo de 2008. Se llamaba Hilaria Santos, tenía 62 años y fue quemada por su pareja abriendo así el listado de víctimas de Aranda de Duero, donde vivía. «Aunque no pesaba ningún tipo de denuncia previa sobre el detenido, algunos vecinos han relatado que la pareja mantenía habituales y fuertes disputas y discusiones, y que T.M. había amenazado a su compañera, quien llegó a separarse de él durante largos periodos», contábamos sobre el caso en DB.

Dos puñaladas. Isabel Barroso tenía 27 años, vivía con sus padres y trabajaba en Carnes Selectas cuando su novio decidió el 4 de marzo de 2010 que hasta ahí había llegado su vida. Su cadáver apareció con dos puñaladas. Y todas las mujeres salieron  a la calle a gritar con el alma en vilo y deseando que fuera la última. En vano. El machismo no dio tregua y apenas un mes después, el 5 de abril, Monserrat Cuesta moría también a puñaladas, asestadas por su marido, que después se suicidio. El hijo del matrimonio expresó a gritos su rabia en el funeral, ira compartida por las personas que lo acompañaban. La pareja fue enterrada en distintos lugares.

El año siguiente fue asesinada Isabel Velasco. Tenía 49 años y la decisión firme de separarse de su marido, que, como los otros asesinos, también tiró de puñal. Fue el 29 de agosto y aún en pleno verano, la Plaza del Cid se llenó de gente para protestar por este nuevo crimen y para arropar a la familia, noqueada como tantas otras por el tremendo suceso.

La violencia de género dio un respiro de cinco años pero volvió con fuerza. 2016 fue especialmente sangriento: El 17 de julio apareció en su casa de Aranda de Duero cosida a cuchilladas Benita Núñez, de 49 años. El autor, su marido. Y el 3 de noviembre, la periodista de ‘El Correo de Burgos’ Yolanda Pascual, fue asesinada por su expareja, que utilizó un cuchillo para la agresión. Silvia Plaza, de 34 años, sería la siguiente en esta horrible nómina: Tenía 34 años en 2018 cuando el que había sido su pareja acabó con ella tras darle una tremenda paliza.

La lista se cierra, de momento, con un 2019 también cruento: El 8 de julio, Monika Asenova, de 28 años, era asesinada a cuchilladas por su pareja, que diez días antes había intentado quemarla viva. El hecho, que ocurrió en Salas de los Infantes, fue especialmente sobrecogedor pues se supo después que el cuñado también la maltrataba. Finalmente, el 31 de julio, Josefa Santos fue asesinada a tiros por su marido, que hirió gravemente al hijo de los dos y luego se suicidó.

Aunque sin fallecidas en lo que va de este año, las agresiones machistas se siguen sucediendo. En los primeros seis meses del año la Subdelegación del Gobierno en Burgos ha registrado 380 denuncias por violencia de género y 123 órdenes de protección concedidas.