La fachada principal (II): Un gran pedigrí

JOSÉ ANTONIO GÁRATE ALCALDE
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Entre la fachada principal de la catedral de Burgos y la de Notre-Dame de París existen ciertas semejanzas que probablemente nos estén remitiendo a las relaciones habidas entre las monarquías castellana y francesa durante el siglo XIII

A la izquierda: fachada principal de la catedral de Burgos; a la derecha: fachada principal de Notre-Dame de París. - Foto: Alberto Rodrigo y DB

En la segunda mitad del siglo XIII, las obras de construcción de la catedral de Burgos experimentaron un impulso decisivo. Las nuevas intervenciones beberán fundamentalmente de la cuenca del Sena, en especial de las primeras edificaciones de estilo gótico radiante levantadas en el ámbito real parisino durante las décadas de 1230 y 1240. Aunque, en general, en esta fase de las obras no se observa la influencia predominante de una única construcción, sí que se aprecian ciertas conexiones entre la fachada principal de Notre-Dame de París y la de la catedral de Burgos, que se levanta en este momento. Además de las semejanzas existentes en la estructura y la decoración, en ambas fachadas se produce una evolución estilística similar según se avanza en altura. Veámoslo detenidamente.

Los dos primeros niveles de la fachada principal de la catedral de Burgos estarían en pie antes de 1260, año de la consagración del templo. Se podrían datar hacia 1250-1257. Estilísticamente se ubicarían entre la primera fase constructiva de la catedral, perteneciente al gótico clásico, y las posteriores ampliaciones correspondientes a un gótico más evolucionado. En estos niveles ya se percibe la influencia de la fachada principal de Notre-Dame. El cuerpo de las portadas posee la misma composición horizontal a base de un gran bloque rectangular, y en él los arcos dobles ciegos decorados con estatuas parecen remitirnos a los nichos de los contrafuertes del primer cuerpo de la fachada parisina.

Especialmente parecidos son los trilóbulos ciegos situados en la parte superior del segundo cuerpo. Estos elementos decorativos, sumados a otros, como los arcos ciegos coronados por gabletes con florones de los contrafuertes del arranque de las torres, contribuyen a aligerar los paramentos de este nivel, anunciando la desmaterialización característica del gótico radiante.

El mayor acercamiento entre las dos fachadas se produce en la decoración de las torres.El mayor acercamiento entre las dos fachadas se produce en la decoración de las torres. - Foto: DB

Entre el segundo y el tercer nivel de la fachada principal burgalesa se aprecia un cambio de estilo. La riqueza decorativa y la desmaterialización de los paramentos del tercer cuerpo corresponden ya a una fase plenamente radiante. No obstante, dicho cambio no es radical, sino que se observa cierta continuidad, por lo que no deberíamos distanciar cronológicamente mucho ambos niveles. Este mismo salto estilístico se produce también entre los correspondientes cuerpos de la fachada principal parisina, atribuyéndose aquí a la llegada de un nuevo maestro de obras muy familiarizado con las novedades radiantes surgidas en la abadía de Saint-Denis.

Ambas fachadas coronan sus hastiales con galerías de tracería. Sin embargo, existe una diferencia sustancial entre ellas: si en Notre-Dame la elegante galería se prolonga a lo largo de todo el tercer cuerpo otorgándole horizontalidad, en Burgos se ciñe al centro del mismo y contribuye a dar una mayor verticalidad al hastial. Aquí la tracería adopta, con formas más finas y redondeadas, el mismo dibujo que en las galerías del transepto catedralicio, un diseño, por cierto, que sigue modelos del gótico radiante parisino. 

Una de las peculiaridades de las galerías de coronación de la catedral burgalesa es que poseen un plano interior concebido para recibir las cubiertas, que, en origen, parece que fueron diseñadas con una gran inclinación, al estilo de sus hermanas francesas.

La hilera de estatuas que recorre la fachada principal de Notre-Dame de París entre los niveles primero y segundo se desplaza en la de la catedral de Burgos al tercer cuerpo, prolongándose incluso por los otros lados de las torres. Sin embargo, cabe la posibilidad de que la galería de tracería burgalesa fuese ideada originalmente sin las ocho figuras reales que la habitan, ya que sus diferentes alturas, su desproporción con respecto a los vanos y la consecuente irregularidad y aparatosidad de sus pedestales denotan cierta improvisación. Además, en las otras galerías de coronación de la catedral, las del transepto, las estatuas aparecen integradas en los fustes de la tracería, y lo lógico hubiese sido haber adoptado en la galería de la fachada principal la misma solución.

Existen dos teorías respecto a quiénes representan las estatuas de la fachada burgalesa. La primera considera, siguiendo la tradicional iconografía de las catedrales góticas francesas, que son personajes del Antiguo Testamento, fundamentalmente reyes y profetas. La segunda, en cambio, las identifica con antepasados regios de Alfonso X el Sabio, monarca bajo cuyo mandato se levantó la fachada. Según esta última teoría, la inclusión de dichas representaciones buscaría glorificar a la monarquía castellanoleonesa.

Pero el mayor acercamiento de la fachada burgalesa con la parisina se produce en las torres. Sus dobles ventanas de lanceta se inspiran claramente en las de las torres de Notre-Dame, al igual que toda la explosión decorativa que las rodea, como las frondas trepadoras configuradas a base de unos llamativos elementos vegetales esféricos o los ya mencionados arcos ciegos coronados por gabletes con florones, que aquí se multiplican y estilizan.

Cabe en este punto preguntarse por la razón de la clara dependencia de las ampliaciones llevadas a cabo en la catedral de Burgos durante la segunda mitad del siglo XIII con respecto a las edificaciones del gótico radiante parisino vinculadas a la corona francesa. Puede que la clave se encuentre en las relaciones habidas entre las monarquías castellana y francesa del momento. Desde principios del siglo XIII, estrechos lazos familiares unían a ambas monarquías fruto del matrimonio entre Blanca de Castilla, hija de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, y el heredero al trono francés, el futuro Luis VIII. Tras la prematura muerte de este último en 1226, Fernando III el Santo consolidará las relaciones con Francia durante la regencia de su tía Blanca y el posterior reinado de su primo Luis IX. Fallecido Fernando en 1252, su sucesor, Alfonso X el Sabio, tratará, a lo largo de las décadas de 1250 y 1260, de mantener el vínculo con la corona francesa con la mirada puesta en la obtención de la ansiada corona imperial. Así, tras el frustrado intento de casar a su hija Berenguela con el príncipe Luis, el heredero al trono de Francia, Alfonso conseguirá finalmente materializar una importante alianza matrimonial, la del heredero al trono de Castilla, Fernando de la Cerda, con una hija de Luis IX, Blanca de Francia. Esta unión se celebrará en Burgos en una fecha muy significativa, el 30 de noviembre de 1269, justo cincuenta años después del célebre enlace entre Fernando III el Santo y Beatriz de Suabia.

Es precisamente a comienzos del reinado de Alfonso X, mediado el siglo XIII, cuando se incorpora a las obras de la catedral de Burgos un nuevo arquitecto, Enrique (†1277), que manifestará en sus intervenciones un perfecto conocimiento de la arquitectura radiante parisina, como hemos podido ver en el análisis de la fachada principal, cuyo cambio de estilo se debería a la llegada del nuevo maestro de obras. Es probable que Enrique viniera a nuestra ciudad desde París en el contexto de las relaciones dinásticas que acabo de comentar con la intención de dotar a la gran catedral de la monarquía castellana de una mayor magnificencia.

Principales fuentes:

- LAMBERT, É., El arte gótico en España en los siglos XII y XIII, Cátedra, 1977.

- KARGE, H., La catedral de Burgos y la arquitectura del siglo XIII en Francia y España, Junta de Castilla y León, 1995.

- GONZÁLEZ ROMERO, J. F., El secreto del gótico radiante. La figuración de la Civitas Dei en la etapa rayonnant: Burgos, León y Saint-Denis, Trea, 2012.