El espontáneo aguador de los hermanos Tonetti

A.S.R.
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Se partía de risa con estos payasos, a los que él y sus amigos llevaban calderos de agua para conseguir descuentos en el circo, aunque su recuerdo más antiguo es el descubrimiento del mundo de ilusión de las barracas

Un concentrado Álex Grijelmo levantado por sus primos Pepe (i.) y Fernando García, este último padre del popular jugador del Fórum Valladolid de baloncesto Lalo García. - Foto: Cedida por Álex Grijelmo

La memoria de Álex Grijelmo viaja hasta los años sesenta para encontrar su primer recuerdo de las fiestas de San Pedro. «Yo tenía cuatro años y me llevaron mis padres a las barracas, que entonces se instalaban en el paseo de la Quinta, muy cerca de mi casa. Me pareció fascinante aquel mundo de ilusión, de dulces, de anuncios de tómbola y melodías de los caballitos, de olores a churros y de bullicio. De gente alegre por todas partes», evoca el último Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades.

El embeleso por ese universo de cachivaches no le impedía disfrutar de otros placeres que propiciaban las fiestas mayores de su ciudad. Y, «sin duda», en esa lista de preferencias el primer lugar lo ocupaba el circo de los Hermanos Tonetti.

«Me partía de risa con esos payasos. Mis amigos del barrio de Zatorre y yo nos dedicábamos a hacer recados a los barraqueros y al personal del circo. Recuerdo por ejemplo que íbamos a la fuente que había cerca del restaurante Miraflores para llenarles calderos de agua y que pudieran beber o limpiar sin abandonar las atracciones. A cambio, nos daban entradas para el circo o vales de descuento para los coches de choque y otras instalaciones de feria. Era fantástico aquello. Cuántas sesiones del circo vimos gratis mis amigos y yo gracias a eso, y cuántas veces nos subimos en el tren de la bruja», relata el periodista e insiste en que ahí nada era gratis. Que su esfuerzo les costaba, a él y a sus amigos del barrio de Zatorre, pasar las mañanas asistiendo a los artistas. Con él andaban Luisma, Luisito, Josechu, Toño, Miguel Ángel, José Luis, Oviedo...

Pero la infancia durante los Sampedros no era jauja. Confiesa que odiaba que no le dejaran entrar en el Teatro Argentino. «Cuando fui mayor de edad acudí por fin, pero vi que no era para tanto».

El álbum de aquella época rebosa estampas, sensaciones, vivencias, sonidos... «Mis emociones eran de fiesta, de jolgorio, y yo las asociaba con la libertad del verano. Recuerdo también la emoción de escuchar a una pareja de dulzainero y redoblante que tocaba cerca de mi barrio, en la calle. Puede que fueran Simón Altable y Arsenio Iglesias, antes de que este nombre lo usurpara un entrenador».

Ha pasado mucho tiempo desde aquellos años, la sociedad ha cambiado y los Sampedros, también. La nostalgia se cuela y si de rescatar se trata, él echaría una mano a la espontaneidad de la gente.

«Ahora todo está reglado, programado. Queda poco espacio para la improvisación y para que alguien cante por las buenas en una esquina. Siempre hay unas columnas de sonido que tapan toda iniciativa particular. Y por otro lado, añadiría cada año un gran festival de música tradicional castellana como los que se organizaban en la Transición, para favorecer que surjan nuevos grupos de investigación en las tradiciones y de divulgación de nuestras canciones», se explaya y, ya en technicolor, se localiza en la Plaza Mayor, en los setenta, con sus compañeros del conjunto musical Orégano junto con grupos de Ávila (Cigarra), Palencia (Tierra de Campos), León (Hierba del Campo) o Salamanca (Tronco Seco). « Todavía me veo con lágrimas en los ojos al presenciar en aquellos festivales el baile de las espadas del grupo de danzas Justo del Río».

Algo de aquel espíritu perdura en el empeño de los miembros de Orégano. Poco han necesitado Álex, Cristina, Javi, Joaquín, Jose, Pepe y Quique para sacar a pasear guitarra y voz en actuaciones formales o informales en plazas o en el extinto Patillas. Esa fidelidad a la tradición los llevará esta noche bajo el Arco de San Juan al terminar los fuegos artificiales para entonar canciones castellanas. «Y cuando terminemos nuestro recital popular con el Himno a Burgos, entraremos en el bar San Lesmes, de nuestro amigo Jaime Manrique, en la plaza de San Juan, porque todavía nos dejará un rato para tomar la última y echar algunos boleros, ya en plan más suave». Sea.