El número uno en la siega a mano

L.N.
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Fernando Cavia ha soplado 100 velas tras una vida dedicada íntegramente al trabajo en el campo y las viñas en Olmedillo de Roa

Fernando Cavia ha trabajado en el campo durante toda su vida. - Foto: L.N.

Fernando Cavia ha dedicado toda su vida a trabajar en el campo. Ahora, a sus cien años, recuerda que se encargaba absolutamente de todas las labores que exigen tanto el cereal como las viñas. La que más le gustaba era la poda porque "se trabaja menos e implica pensar más". 

Él mismo se ocupaba de pisar la uva, de elaborar vino, de arar las tierras de trigo y cebada... Lo que fuera. Eso sí, en la siega a mano se define como "el número uno". No olvida la época en la que arrancaba a mano los yeros en Olmedillo de Roa y hoy, con la perspectiva del paso del tiempo, advierte que el campo "ha cambiado mucho con la maquinaria". Lo dice alguien que trabajó siempre a mano y que cada día iba andando hasta sus cerca de 20 hectáreas dado que no llegó a sacarse el carné de conducir. 

Hasta hace apenas diez años estuvo al pie del cañón, podando el viñedo y cultivando su propio huerto. Cuenta que "del campo no salía" ya que "la labor nunca termina". Si no eran las viñas, era el cereal. Siempre activo, siempre enérgico. Y es que el hecho de que su padre muriera cuando él tenía ocho años, le obligó a empezar a trabajar desde muy joven. Su tío Fulgencio ejerció como su maestro. Él fue quien le enseñó las cuatro reglas, a leer y escribir.

Tras "un año y pico" de novios y una vez que regresó de la 'mili', Fernando se casó con Casimira. Fruto de su matrimonio nacieron tres hijos. A todos les dieron estudios con su esfuerzo y sacrificio. En la actualidad, pasa una temporada en Madrid y el resto del año en Olmedillo de Roa con su hija y su yerno. Tiene dos nietos, Conchita y José Ignacio, que viven en Irlanda y Alemania y a los que recibe con los brazos abiertos cada vez que regresan a casa. Porque Fernando no ha montado nunca en avión. A él lo que le gusta es estar en su pueblo. "No echo de menos ir a otros sitios", recalca convencido. 

La clave: comer bien. Preguntado por su secreto para haber soplado 100 velas con tanta vitalidad, Cavia no duda. "Comer bien es lo que mejor me mantiene. Me gusta comer de todo, lo que más las chuletillas asadas y el pollo", enumera, al tiempo que matiza que el ajo no le apasiona. Sea como fuere, nunca ha estado ingresado en el hospital e, incluso, bromea con que no sabe ni quiénes son los médicos. 

Tanto si está en Olmedillo como en Madrid, todos los días sale un rato a pasear. También le gusta ver la televisión, especialmente la misa y las novelas. De hecho, cuenta que "reza mucho" a la virgen de la Basardilla, la patrona del pueblo, a la que quiere con locura. 

Como a él le aprecian los vecinos del municipio ribereño y así se lo demostraron el pasado mes en un homenaje por sus 100 años. De él destacaron que es "una buena persona" y él, mascarilla mediante, lanzó besos en señal de agradecimiento.