El torreón de Haza se estrena con 340 visitantes en 40 días

I.M.L.
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El sistema de registro como museo vivo contabiliza un centenar de entradas al monumento de este pueblo, que no supera la decena de residentes habituales

La apertura del torreón de Haza a las visitas a través de la red de Museos Vivos ha tenido una acogida que no se esperaba. - Foto: Alberto Rodrigo

La apertura del torreón de Haza a las visitas a través de la red de Museos Vivos ha tenido una acogida que no se esperaba ni en las previsiones más optimistas. En los 40 días en los que lleva disponible este sistema de reserva y entrada se han formalizado un centenar de visitas, que han superado las 340 personas. Una cifra que puede no llamar la atención pero que destaca si se compara con los habitantes habituales de la localidad, que no superan la decena.

«Se ha notado y mucho que ya está abierto, este verano ha venido mucha gente y se les veía por el pueblo paseando», asegura Antonio Muñoz, alcalde de Haza, que apostó por este recurso patrimonial para dotar de vida a la pequeña localidad ribereña. «Esto es muy bonito, tiene su encanto por los restos arquitectónicos y por las vistas, ver atardecer aquí arriba es otro reclamo importante, pero si viene la gente y no tienen nada que hacer, lo tienes visto en diez minutos», apunta Muñoz.

La puesta en marcha del sistema de apertura que caracteriza a Museos Vivos facilita mucho el acceso de cualquier visitantes, lo tuviese previsto o no. A través de la web museosvivos.com se puede reservar el día y la hora para entrar a ver este recurso, durante todo el año. «Incluso si llegas a la puerta sin reservar, en diez minutos gestionas la entrada y tienes disponible la clave para entrar», apunta Miguel Fernández, de Cesnatur, organismo responsable de esta modalidad de museos autovisitables. El visitante recibe una clave para introducir en el sistema de apertura y las instrucciones para el recorrido con seguridad. «Hemos ampliado el plazo entre reserva y reserva a dos horas dentro de las nuevas normas para la seguridad frente a la covid-19, para que no se junten grupos y para que entre visita y visita se pueda despejar el ambiente de las salas», especifica Fernández.

La piedra y el metal conviven en la estética del torreón. La piedra y el metal conviven en la estética del torreón. - Foto: Alberto Rodrigo

La subida al torreón de Haza es cómoda, a pesar de tener tramos de escaleras en piedra con siglos de pisadas encima, pero la recompensa merece la pena, ya que el mayor atractivo de este elemento de la arquitectura defensiva son las vistas que se pueden admirar desde lo alto. «Tuvimos que mejorar la cubierta para asegurarla y evitar que se convirtiese en un palomar, ahora se puede estar muy a gusto aquí arriba», pondera el alcalde de la localidad ribereña, que está pendiente de materializar la segunda fase de la puesta en valor del torreón. «Ahora tenemos que buscar financiación para convertirlo en un museo por dentro, vestirlo un poco, para que los que lo visiten puedan llevarse una idea más precisa de lo que fue la localidad y esta construcción amurallada, más allá de lo que se puede leer en los folletos que hemos editado», explica.

Más allá del de Haza, en la comarca hay otros tres museos vivos. El de Torresandino, que desde su apertura en diciembre de 2018 ha superado el millar de visitantes, se encuentra cerrado a causa de la pandemia. En Valdeande se puede conocer el Museo del Lagar para conocer cómo eran las labores vitivinícolas de antaño, que desde el pasado mes de julio está registrando tres o cuatro visitas por semana con una media de 2,7 personas en cada una de ellas. La oferta ribereña de museos vivos la completa el Centro de las Marzas y la Escuela en Ciruelos de Cervera, que cuenta cómo era la infancia en el entorno rural en el siglo XX, y que contabilizaba este verano una visita quincenal con una media de cuatro personas en cada una ellas.