El pasaje de la Flora, un urinario público

F.L.D.
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El horario actual del ocio, adelantado por el toque de queda, ha llenado al callejón de botellas de cristal rotas y orines por la tarde. Los vecinos reclaman más presencia policial en la zona

Las molestias comienzan los jueves y se alargan todo el fin de semana, según los vecinos. - Foto: Jesús J. Matías

Los vecinos de los portales protegidos por el pasaje abovedado que conecta La Flora con Laín Calvo consiguieron hace aproximadamente una década, no sin sudor, instalar unos portones metálicos y automáticos que impidieran el paso de transeúntes en horas nocturnas. Se evitaban así respirar el intenso olor a orines que quedaba la mañana después de las noches de fiesta. No podían imaginarse que el virus les iba a devolver a tiempos pasados, desde luego no mejores. El toque de queda a las ocho de la tarde y el cierre del interior de los bares ha provocado que cientos de personas se den cita en esta céntrica plaza, bien sea en las terrazas o en los diferentes rincones. El callejón se ha convertido en un refugio para algunos grupos que consumen allí cervezas, causan molestias a los residentes y no dudan en hacer sus necesidades.

Los portones no se cierran hasta las nueve de la noche. Obviamente, no se configuró pensando en que años más tarde llegaría una pandemia que sería capaz incluso de cambiar nuestros hábitos de ocio. Ahora, durante los fines de semana (y también los jueves) se lleva el ‘tardeo’. Los grupos se juntan en las terrazas. Si no hay sitio, piden en un bar y se lo toman sentados en los bancos, en las balconadas de los garajes o en el mencionado tunelillo. «A las cinco te puedes encontrar a gente haciendo botellón u orinando en frente de tu casa. Si encima les dices algo, se te encaran», denuncia Amelia, una vecina del pasaje.