Amigos, músicos; humor, amor

ALMUDENA SANZ
-

Club del Río desgrana las canciones de su nuevo álbum, 'Lejos', que juega con las emociones que despierta el encuentro y desencuentro en las relaciones humanas, el jueves en Cultural Cordón

Adriano Pezzi, Esteban Bergia, Juan Serra, Juan Feo, Álvaro Ayuso y Álvaro Baños (de i. a d.) son Club del Río y el jueves abren una nueva edición del Uburama.

Club del Río es una banda de música, pero también podría serlo de pintores, ajedrecistas o piragüistas. Porque antes que otra cosa es un grupo de amigos. De esos que se perfilan en la calle, con las rodillas en carne viva y el primer cigarrillo compartido, y se afianzan con una pasión común que, en su caso, fue la música. Ese camino los trae esta tarde a Cultural Cordón (19.30 h., 12 euros -6 para los estudiantes de la Universidad de Burgos-) en la apertura de una nueva edición del Uburama, el festival capitalino organizado por la UBU y la Fundación Caja de Burgos, una suerte de prólogo del Sonorama que el año pasado, como tantos otros, se quedó varado. 

«Tenemos un origen especial, nos conocemos desde muy pequeños, desde la época del colegio, y todo comenzó como una amistad, un grupo de personas que buscaban más que una salida artística una compañía humana. Luego se dio la casualidad de que todos teníamos inquietudes con la música. Y con el paso de los años se convirtió en un proyecto musical», cuenta Esteban Bergia, voz y guitarra del conjunto, que completan Adriano Pezzi (guitarra eléctrica), Juan Serra (voz y percusiones ligeras e insólitas), Juan Feo (percusión), Álvaro Ayuso (voz, bajo y teclados) y Álvaro Baños (piano y teclado). 

Pudiera parecer que, como ocurre en toda buena familia, el día a día de Club del Río tenga sus luces y sus sombras. Bergia comprende que la lógica así lo dicta, pero, pero... aún no conocen el lado oscuro. «Nuestra formación es muy transversal, no existe una dinámica de egos potente, nadie manda sobre nadie... El hecho de conocernos tanto y desde hace tanto nos permite una dinámica muy democrática entre nosotros y también tomarnos la vida con humor, que se da mucho en los grupos de amigos, porque al final buscamos hacernos reír entre nosotros. Ser amigos nos permite liberarnos de un excesivo intelectualismo y tomarnos la vida con humor, saber que lo que hacemos es serio para nosotros, pero no darle más vueltas», sigue ilustrando el letrista. 

¿Cómo se traduce esta camaradería en el proyecto creativo? ¿Qué ocurre cuando se trata más de música que de amistad? 

Precisamente, tantos años juntos han hecho que cuaje un método de trabajo. Tan sencillo como compartir en el local el esquema de una canción y dejarse llevar por las sensaciones. Unas veces más melancólicas, otras más luminosas... «Si alguno del grupo no la interioriza, o no puede trasladarla a su vida o a sus sentimientos, la descartamos o la dejamos para retomar más adelante», aclara.

Y con ese espíritu ya han sacado cuatro discos. Los anteriores, Monzón, Un sol dentro y Sustancia, nacieron de experiencias colectivas del grupo. El último, Lejos, publicado hace apenas un mes, se escapa de esa línea y, en palabras de Bergia, abraza una más personal. «El hilo conductor es el encuentro y desencuentro que se genera en las relaciones humanas de amor, de todo tipo, no solo de pareja, la necesidad del otro», desvela sobre este álbum en el que, aunque las ocho canciones estaban compuestas antes de que todo estallara, sí ha influido la pandemia. 

Ha dilatado en el tiempo el proceso de grabación; han apostado por la autoedición tras sacar sus anteriores trabajos con el mismo sello discográfico, El Volcán Música, sin malos rollos, solo querían probar la experiencia; y, aunque parezca mentira, se han beneficiado de la obligación de seguir los conciertos sentados. «Estas últimas canciones van en una línea más reflexiva que de entretenimiento; otros discos sí nos hacían un conjunto de baile, de gente sudando y abrazándose en nuestros directos, pero con este buscamos la emoción, que la gente escuche las letras y se meta en las atmósferas. Si se quiere poner a llorar, que lo haga, no por tristeza, sino por emoción, por sentirse viva». Sea.