Ignacio Camarero

Dibujos de Ciudad

Ignacio Camarero


Nunca se van...

10/05/2021

Se les puede oír. Continuamente. Cada minuto de cada hora. Cada hora de cada día. Un murmullo que no descansa. Indescifrable. Parapetado en el megáfono de sus caravanas de campaña. Ya perpetuas. Ruido. Ruido. Ruido. Como el que mató al herrero de la fábula. Ya saben. La del aprendiz que no supo escuchar. Cuando yo saque la pieza del fuego, la pondré sobre el yunque; y cuando te haga una señal con la cabeza, golpéala con el martillo y todas tus fuerzas. El mal maestro de fragua conocía bien la dificultad de comprensión que padecía su discípulo. Pero no le importaba. Al final hacía su trabajo. Y era barato. De la misma manera que a la señora Arrimadas, doña Inés, tampoco le preocupó en su día el por qué del voto que ya no tiene hoy. Los partidos de centro son así. Como los autónomos ventajistas. Parásitos de lo gratis. Llenan las nóminas de sus listas electorales con el desecho de tienta de las ganaderías populares y socialistas. Y esperan. Se conforman con el sufragio de la cobra de David Bisbal. Como quien se da por satisfecha al final del verano por haber engordado menos que las otras. Sus amigas. Lo siento Chenoa. No hay beso. No quiero votar al señor Sánchez, don Pedro. Tampoco al señor Casado, don Pablo. Ni rojo ni azul. Pondré de moda el mandarina. Al fin y al cabo es el color del delantal de cuero del aprendiz de forja. El chico del cuento que algo oyó. Fuego. Yunque. Martillo. Señal. Cabeza. Y que no dudó en abrir con una maza el cráneo de su maestro. Oyó y no escuchó. Idéntico reproche al que el señor Igea, don Francisco, ha dirigido a su propio compañero de partido, el señor Bal, don Edmundo. Recién ascendido por su jefa tras ser candidato a presidir la comunidad de Madrid y no conseguir ni el voto de su hijo rapero. No hemos sabido escuchar a los ciudadanos. Ha dicho el de Pucela. Para eso hay que aprender a callar. Me atrevo a responder. Otra cosa es que se pueda. Arrimadas. Bal. Igea. Lo primero que han hecho es conjurar la refundación del centro liberal. Exactamente el mismo día en que los madrileños han decidido que desaparezca. Ruido. Ruido. Ruido. Como el que arruinó la vida del aprendiz de herrero. Se hacen la Pascua. Primero. Y se la felicitan. Luego. Nunca se van...