La Gerencia de Atención Primaria terminó de completar la pauta en la mayoría de las residencias de ancianos de la provincia a mediados de febrero y, desde entonces, la mortalidad diaria por la enfermedad del coronavirus es cinco veces más baja de lo que era antes: de 2,7 defunciones al día a 0,54. Es decir, si antes de la inoculación de la segunda dosis en los geriátricos se certificaban cinco defunciones por la covid cada dos días en todo Burgos, ahora es una. Son muchas las personas que han perecido en la provincia tras contagiarse del SARS-CoV-2 (1.033, según datos oficiales de residencias y hospitales desde el 18 de marzo de 2020) y, lamentablemente, la estadística evidencia que Burgos está ahora en lo peor de la quinta oleada, con cinco fallecidos a causa de la infección desde el lunes.

Estas cinco personas estaban ingresadas en el HUBU, que es el hospital que más pacientes trata ahora en la Comunidad por complicaciones de la covid (131, el 22% del total). La relación entre un volumen alto de este tipo de ingresos y un repunte de la mortalidad por esta causa ha quedado sobradamente evidenciada en este año y medio de pandemia. Pero, por primera vez en toda la crisis, no hay previsión sobre cual va a ser la magnitud del aumento de la letalidad por la infección vírica. Y la causa es que la vacunación es un factor diferencial que ya no permite hacer cálculos estadísticos sobre esta materia, dado que ha provocado una caída en picado de las muertes por la enfermedad vírica.

Cada defunción es la pérdida irreparable de una vida que no puede ni debe quedar reducida a un número en una estadística, pero es inevitable recurrir a las cifras para explicar de la forma más gráfica posible la repercusión de la vacunación en la letalidad y en la mortalidad que pueden atribuirse directamente a la covid. 

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