Lo difícil de hablar de la muerte

A.G.
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Mª José Pereda, Román Pardo y Javier Arias, especialistas en Bioética, Teología y Cuidados Paliativos debaten sobre la conveniencia de legalizar la eutanasia

Pereda, Pardo y Arias, durante el debate mantenido en DB. - Foto: Patricia González

Resulta tan espinoso el debate sobre la eutanasia en España que ni siquiera es sencillo llegar a un acuerdo en la definición de este concepto, que etimológicamente significa buena muerte. Lo pudimos comprobar en el debate que se produjo el pasado miércoles, 10 en la redacción de este periódico entre la bioeticista y médica María José Pereda, el sacerdote Román Pardo, director general de los colegios diocesanos de Burgos y profesor de Teología Moral de la Universidad Pontificia de Salamanca, y el médico paliativista y miembro del servicio de Hospitalización a Domicilio del Hospital Universitario de Burgos Javier Arias. Los dos facultativos dieron por buena la del Instituto Borja de Bioética de la Universidad Ramón Llull, entidad a la que ambos reconocen prestigio en este ámbito, y que la explica como "toda conducta de un médico u otro profesional sanitario bajo su dirección que causa de forma directa la muerte de una persona que padece una enfermedad o lesión incurable y que, por su naturaleza, le provoca un padecimiento insoportable y una situación clínica irreversible que le conducirá próximamente al fallecimiento, conducta que responde a una petición expresada de forma libre y reiterada por el paciente y se hace con la intención de liberarle del padecimiento, procurándole un bien y respetando su voluntad". Pereda añadió, además, que para que se dé tiene que haber una situación de terminalidad, han tenido que fallar los tratamientos curativos y, a pesar de los paliativos, existir síntomas refractarios (que no se controlan), y que debe haber una valoración de la situación clínica del paciente por, al menos, dos médicos.

Pero para el teólogo esta es la definición de eutanasia directa, porque considera que puede haber otra indirecta, a lo que la bioeticista le aclaró que no puede ser indirecta porque se estaría hablando de homicidio, que es cosa bien distinta: "La eutanasia siempre es directa -aclaró Pereda- porque con la aplicación de una sustancia la persona fallece, siempre es directa y siempre es activa porque la intención es causar la muerte". No estaba de acuerdo Pardo, quien insistió en la existencia de una eutanasia indirecta, a la que definió como "cuando con la intención de buscar una situación buena y de muerte digna se ponen unos medios que sí producen la muerte aunque no se busque, por ejemplo, cuando se pone una sedación paliativa, que es un tratamiento que acorta la vida". Añadió, por otro lado, que esta distinción entre directa e indirecta no solo la hace la Iglesia Católica sino también "otras institucionales internacionales".

En este punto saltaron los dos médicos para explicar que la sedación paliativa es un concepto que no tiene nada que ver con la eutanasia. "Para los médicos y para los bioeticistas solo hay una eutanasia y la clave está en el concepto de intencionalidad en la provocación de la muerte. En el caso de los paliativos y de la sedación, la intencionalidad no es provocar la muerte sino aliviar el dolor y acabar con el sufrimiento. Lo que ocurre es que se seda a la persona en condiciones muy vulnerables y puede que se acorte la vida, pero la persona muere por su enfermedad no por efecto de la medicación", insistieron los facultativos. Pereda y Arias añadieron que es fundamental aclarar los términos porque, de lo contrario, confundiéndolos, "se puede causar mucho dolor y en el final de la vida no hay que provocar dolor sino aliviarlo, y además, la eutanasia no está legalizada y la sedación, sí, y si confundimos ambos términos estaríamos haciendo algo ilegal y la gente tiene que tener claro que lo que hacemos es legal".

Quince minutos después de que sanitarios y teólogo dejaran claras sus diferentes posturas sobre lo que es o no es, llegó la pregunta: ¿están a favor o en contra de que la eutanasia se despenalice en España? Javier Arias dice que siguiendo su código deontológico no está a favor aunque afirma que si se diera una situación ideal en la que hubiera unos cuidados paliativos amplios, de calidad y extendidos por todo el país y aun así existiera alguien que deseara morir "habría que debatirlo y estudiarlo, pero que no me impliquen a mí como agente; es un debate social y jurídico en el que hay que quitar el protagonismo al médico porque igual el que proporcione la medicación no tiene que ser un médico. Yo, éticamente, no podría hacerlo". En este sentido, afirmó que no se cree las encuestas que dicen que más de un 80% de los españoles desearían despenalizarla porque, asegura, en su práctica diaria, nadie le ha pedido nunca la eutanasia. Arias pertenece, como se ha dicho, al servicio de Hospitalización a Domicilio del HUBU que, a falta de una unidad pública de paliativos -en Burgos, el hospital público no la tiene- se ocupa, entre otras actividades, de asistir a enfermos muy graves en sus últimos momentos.

María José Pereda cree que la cuestión no es estar a favor o en contra sino "en determinadas condiciones y con limitaciones": "Cuando una persona está pidiendo morir lo que está diciendo, generalmente, es que no quiere seguir sufriendo, pero siempre hay un porcentaje -pequeño, son pocas personas las que piden la eutanasia- en el cual no se puede aliviar el sufrimiento totalmente y en estos casos yo, desde luego, no soy quién para juzgar su petición libre de marcharse. Es lo mismo que con el aborto, que el hecho de que haya una ley no quiere decir que todas las mujeres vayan a abortar sino que no se va a penalizar a la que lo haga. Como sociedad deberíamos hacer un debate sereno sobre lo que es la muerte y, sobre todo, la vida y su sentido, y hay personas a las que la vida se les hace tan dura que creo que no hay que penalizarlos, y no solo por ellos sino también por la familia, porque las que ayudan a morir lo que están haciendo son actos de amor. Y no se puede penalizar un acto de amor".

Román Pardo cree que una cosa es la despenalización de la eutanasia y otra, la legalización, y sentenció que si todo deseo implica un derecho, a la larga puede convertirse en un deber social: "Está claro que nadie puede juzgar cuánto sufre una persona o cuáles son sus decisiones en conciencia; diría más, ni él mismo se puede juzgar ni sentirse culpable por lo que siente, porque eso solo le corresponde a Dios. A día de hoy no sé si estaríamos preparados para una despenalización porque esto implicaría un debate profundo más allá del sí o del no y otras cosas como el cambio del rol del médico, que ya no solo sería un factor que nos da vida sino a través del cual nos viene la muerte, como está ocurriendo ya en Holanda. En el fondo sería admitir que permitimos que una persona pueda dar muerte a otra. No soy partidario de legalizar y creo que la despenalización no se podría hacer".

En lo que coincidieron los tres expertos es en que es urgente e indispensable "aprender a morir" y hacer presente ese final inevitable para todos pero del que no se quiere hablar "porque da miedo". Ni siquiera los médicos se refieren a ello como deberían, según María José Pereda: "La muerte no es el fracaso de la medicina sino la historia natural de una enfermedad y lo que nosotros tenemos que hacer en un determinado momento es parar porque si no, corremos el riesgo de hacer mucho daño. Y como cristiana me remito a lo que dijo Hans Kung... ¿Por qué tenemos que estar alargando el encuentro con el Padre? Si estoy en una situación de gran sufrimiento..., ¿por qué no me puedo ir?". Román Pardo asentía.

Volvieron a discrepar sobre el uso que se haría de la eutanasia tras una despenalización. El sacerdote opina que "se convertiría en un coladero" por el que podrían perder la vida los más vulnerables y dijo que en Holanda había crecido el número de denuncias "porque no se está haciendo bien". A este argumento se sumó Arias -"en Holanda se está dando eutanasia a pacientes que no lo han pedido, eso está ocurriendo"- mientras que la bioeticista indicó que existen datos en los países donde está legalizada que indican que esto no es cierto y que es muy peligroso si quiera insinuarlo porque añade confusión y culpabilidad a personas y familias que solo buscan dejar de sufrir.