Llega la Ribera blanca

Albert M. López-Amor
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Sabrosos y con buena estructura. Así son los vinos de la variedad albillo mayor, los primeros blancos de la historia de la Denominación de Origen Ribera del Duero

Uvas de la variedad albillo mayor. - Foto: José Ignacio Berdón

Hoy lunes, 7 de octubre, se oficializa la Ribera blanca. No es que vaya a caer una nevada sorprendentemente temprana en los campos ribereños. Lo que ocurre es que la Denominación de Origen Ribera del Duero presenta sus primeros vinos elaborados con la variedad blanca albillo mayor, que hasta ahora solo estaba permitida utilizar como parte minoritaria del ensamblaje de los tintos. Esto quiere decir que, a partir de ya, la Ribera del Duero cuenta con sus propios vinos blancos para ofrecer al mundo.

Por el momento, en la DO Ribera del Duero hay inscritas cerca de 500 hectáreas plantadas con cepas de albillo mayor, lo que supone menos de un 2% de la superficie total del viñedo. Es de prever que la cifra se amplíe en los próximos años. Primero, por el auge comercial que está conociendo el vino blanco en todos los mercados. En segundo lugar, por el creciente interés de los públicos más avanzados por acceder a vinos de uvas autóctonas poco frecuentes. Pero es que, además, la albillo mayor puede alardear de un atractivo adicional: una larga historia en la Ribera. Según recoge el geógrafo francés Alain Huetz de Lemps, hace un par de siglos pudo llegar a ocupar más del 20% del viñedo.

Hoy por hoy, una treintena de bodegas se ha atrevido a elaborar vino de albillo mayor, aunque lo hayan tenido que hacer como Vino de la Tierra o como Vino de Mesa, es decir, fuera del amparo de la denominación Ribera del Duero. Lo relevante es que sus resultados, en términos de calidad, son altamente positivos, cosa que sin duda contribuirá a dinamizar la plantación y la elaboración de esta variedad blanca.

¿Cómo es la albillo mayor? Vine to Wine Circle, plataforma que estudia la diversidad varietal de la Península Ibérica, caracteriza los vinos de albillo mayor como «ligeramente glicéricos, de color dorado, con aromas florales y de frutas bien equilibradas, y con una acidez que aporta una impresión de elegancia».

Coincide con esta definición el sumiller segoviano Rubén Arranz, quien el pasado mes de marzo dirigió en Valladolid una cata pionera de varios de los primeros vinos blancos hechos con esta casta. Los expertos concluyeron que la albillo real da vinos «sabrosos, con buen volumen, estructura y potencial de envejecimiento».

Para Arranz, lo más importante es la posibilidad de recuperar y revalorizar un patrimonio vitivinícola que estaba en retroceso. La albillo real abre el panorama, pero no solo desde el punto de vista del viñedo: en la mesa, ante ese momento de la verdad que es armonizar con la comida, muestra una marcada versatilidad. Su aparición puede ser una buena noticia, por tanto, para los amantes de la gastronomía.

Con seguridad, las posibilidades de maridaje serán uno de los aspectos que protagonizarán la puesta de largo de la variedad el 7 de octubre en el marco del evento San Sebastián Gastronomika. Ante una audiencia internacional, la albillo real dará, por fin, carta de naturaleza al vino blanco de la Ribera.