Abiertos con 'pies de plomo'

S.F.L.
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Los hosteleros de Briviesca recuperan cierta 'normalidad' al poder ofrecer el servicio en el interior de los locales. Algunos rescatarán a sus empleados del ERTE o del paro pero la mayoría esperarán a que se permita la movilidad entre regiones

Desde primera hora de la mañana los establecimientos hosteleros atendieron a los briviescanos en el interior. - Foto: S.F.L.

Reabrir o no, esa es la cuestión para algunos hosteleros cuando han encadenado meses con una facturación igual a cero o muy reducida, solo sostenida gracias al salvavidas de la comida para llevar y, sobre todo, a los ERTE como única herramienta de ayuda por parte del Gobierno. Negociar alquileres, pagos con proveedores o créditos y haber recurrido a préstamos ICO o de otro tipo completa una radiografía para decidir sobre tal dilema. En Briviesca lo tienen claro y después de un mes con el interior clausurado y otros directamente con la verja bajada (por cuarta vez desde que aterrizó la pandemia) han optado por trabajar.

La capital burebana amaneció ayer con otro talante y no solo porque 46 días después de que llegara la primavera uno podía salir con una simple chaquetilla a darse un paseo, dar uso a las gafas de sol y sentir que era 4 de mayo al notar como los más de 20 grados de temperatura recalentaban el cuerpo, sino porque finalmente el interior de los negocios de hostelería reabrió. Y se palpó en el ambiente, en las terrazas y en las barras.

Los más madrugadores aprovecharon a desayunar dentro de la cafetería La Florida, que aunque «el día venía bueno a las 7 de la mañana aquí siempre hace frío», asegura María, una clienta. María José García, la propietaria, declara entre risas que «la gente, en un principio, se quedaba fuera tomando el café porque no se acordaba de que ya podían usar el interior». La briviescana recordará la jornada como una de las mejores de las que va de año en cuestión de trabajo. «Hemos atendido a muchas más personas que a lo que veníamos acostumbrando en los últimos meses», expone. A partir de esta semana dejará de cerrar el negocio los domingos por descanso semanal porque recuperará a la empleada que se encuentra en ERTE.

Los gerentes de los bares aspiran a poder a recuperar una cierta normalidad y trabajar «por lo menos como el verano pasado». Raquel, del 2 sin 3 tiene claro que esta última clausura ha resultado la más drástica de todas ya que en otras ocasiones «algunos locales preferían mantenerse parados antes que funcionar a medio gas. Esta vez había más competencia y el tiempo ha sido desastroso. No había ganas de salir y el servicio de comidas se ha visto reducido más de un 90%», expone.

Iván Canelo, del bar Deja Vu, está de acuerdo con su compañera de sector. «En nuestro caso, al estar situados en la calle Santa María Encimera, peatonal a partir de las 12.30 horas, no disponemos de permiso para colocar carpas ni más de dos mesas bien pegadas a la pared para no entorpecer el paso a los camiones de reparto. Así que sin dejar al cliente estar en la barra, poco por no decir nada, hemos ganado este tiempo», manifiesta el joven. Ambos empresarios contratarán de nuevo personal a lo largo de las próximas semanas pero no confían en «recuperar la plantilla al cien por cien hasta verano».

Algo más reacios a aumentar el personal son los dueños de los restaurantes. Tanto Eduardo, del Casa Floren, como Raúl, del Fortu, no están por la labor de «precipitarse». Tras una época de idas y venidas, desconcierto y mucha indignación los hosteleros declaran que hasta que no se permita viajar entre regiones «no compensa contratar a nadie porque apenas hay movimiento». Los dos aseguran que las pérdidas económicas son «escandalosas» y que resulta muy complicado enfrentarse a estos cambios en las restricciones, tanto cierres como aperturas, con menos de 24 horas de margen. «De lo peor de la pandemia ha sido tener que desprenderse de la comida y luego volver a llenar las cámaras con tan poco tiempo», aclaran.