De la escuela, directas a la bodega

L.N.
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A sus 49 años, Marta Martín realiza las prácticas del grado medio que estudia. Es, por así decirlo, su primera vendimia profesional, aunque desde pequeña lo ha vivido con su familia en Moradillo

Marta (izquierda) y Noelia se emplean a fondo para descubar. - Foto: L. Núñez

Marta Martín es una especie de torbellino. Poco después de que el covid empezara a poner patas arriba el mundo, esta arandina enseguida se dio cuenta de que pasaría un tiempo sin poder trabajar como monitora de pilates y zumba. Los gimnasios cerraron. Los aforos se limitaron. Y todavía hoy cuesta retomar algunas actividades de grupo en interiores. Así que ella decidió volver a estudiar. Siempre le ha interesado el mundo del vino. Como arandina y ribereña que es, dice. Le preguntó a una profesora que conocía en la Escuela de Enología de San Gabriel y esta le aseguró que le encantaría. Dicho y hecho. A sus 49 años, ha regresado a las aulas (al principio no le quedó más remedio que de forma online), simplemente, por amor propio, por ahondar en su cultura vitivinícola. Dicho de otra manera, por interés y curiosidad. 

Desde hace algo más de dos semanas vive su primera vendimia a nivel profesional, como alumna en prácticas en Bodegas Nabal, situada en Gumiel de Izán. Es una especie de vuelta a sus orígenes. Porque la infancia y juventud de Marta están ligadas a sus viñas familiares en Moradillo de Roa, aunque desde que hace unos años falleció su padre decidieron ceder las parcelas a un amigo de la familia porque apenas tenían tiempo para dedicar al viñedo. 

Cuenta que su abuelo no elaboraba vino, pero que su padre sí y con una sonrisa tras la mascarilla dice convencida de que le hubiese hecho mucha ilusión verla metida en faena, seleccionando uva, midiendo el grado de alcohol, en tareas como descubar o controlando la fermentación. Lo que le echen. "Me mancho cuando me tengo que manchar, hago todo lo que haga falta", recalca. También admite que seguramente habría discutido mucho con su padre. Que si haz esto de esta forma, que si aquello de esta otra... 

Sea como fuere, Marta se muestra encantada con todo lo que está aprendiendo tanto en la escuela como en la bodega. Y eso, confiesa, que en el instituto fue "una pésima estudiante". Ahora, sin embargo, sus notas no bajan del 8. Incluso mantiene un "pequeño pique" con sus hijos mellizos de 20 años para ver quién saca mejores puntuaciones. Jorge estudia un grado medio de electricidad y Alba, uno superior de imagen para el diagnóstico. Para mayor alegría, este mes ha retomado sus clases de pilates y zumba. "Un subidón tremendo", admite, emocionada por volver a bailar después de casi dos años. 

Como emocionada se muestra Noelia Hinojar, de 22 años. También fue alumna de San Gabriel y como Marta hizo sus prácticas el año pasado en Bodegas Nabal. Desde mayo está contratada, por lo que vive su primera vendimia a nivel profesional. "Me han dado una oportunidad increíble", asegura. Mientras selecciona la uva, explica que son muy perfeccionistas con los viticultores y que la calidad prima por encima de todo. Pese a su juventud, Noelia va sumando experiencia en un sector en el que "nunca dejas de aprender". Tras unos meses en una bodega de Florencia, ya se ha instalado en Fuentespina.

ARCHIVADO EN: COVID-19, Fuentespina